A través de los objetos, artefactos y tecnologías presentes en la vida escolar, podemos analizar la cultura material de la escuela. Para Vidal (2007), estos objetos constituyen “la forma material de las ideas y de los discursos”, no sólo sobre la organización del aula, sino también (según Walter Benjamin), sobre cómo las personas usan, consumen y construyen la cultura material en relación con los espacios sociales que habitan y con sus ocupaciones cotidianas. Considerar los objetos de la cultura digital en la escuela nos lleva a pensar cómo el tiempo y el espacio han sido redefinidos a partir de esta cultura.
Una de las piezas del fenómeno escuela identificada por Pineau [1] es la ubicación en un espacio y un tiempo específico, definidos por la escuela. La cultura digital y sus objetos irrumpen en ella para reconfigurar tiempos y espacios que van mucho más allá de la cultura escolar. Las prácticas de docentes y alumnos se modifican con la incorporación de las “nuevas” (no tanto) tecnologías; la distancia entre la cultura escolar y la cultura digital nos habla de tiempos y espacios diferentes, distancias y límites definidos por una u otra.
La escuela sigue siendo espacio de encuentro entre culturas. Tiempos y espacios. Apropiación, resistencia, cambios, posibilidades, dificultades, herramientas, medios… Nancy Romero [2] señala que “el presente de las aulas nos invita a formular nuevas preguntas, a conocer y a comprender críticamente las innovaciones contemporáneas (…) Innovaciones que intentamos entender, al mismo tiempo que las utilizamos porque ya son parte de nuestras vidas…”. Objetos y tecnologías que forman parte de la vida cotidiana, y no “llegaron para quedarse” porque continuamente avanzan, se transforman y reciclan obligándonos, como educadores, a reflexionar sobre nuestras prácticas desde la cultura digital. Las nuevas tecnologías son cada vez más parte del “paisaje escolar” y de la cultura material de la escuela; las preguntas, interrogantes y cuestionamientos se hacen necesarios desde el presente.