Todo cambia, mucho queda

Reflexión sobre problemas a partir de la experiencia:

 

Como ha quedado establecido, las experiencias reflejan la forma de  ingreso de algunos dispositivos de tecnología digital a la escuela y el uso que le dan los estudiantes a las TIC´s a la hora de estudiar.

Creo que en la primer escena se refleja algo de lo que plantea Urresti[1], al describir el impacto que ha tenido la revolución afectiva en la escuela. La relación más horizontal, democrática y comprensiva con los hijos y la dificultad de socializarlos en las reglas y valores compartidos, hace que se torne problemático el ejercicio de la autoridad en la escuela. Tanto los docentes y los directivos, como el propio curriculum son cuestionados en su legitimidad; buscándose una autoridad basada en la utilidad y el interés inmediato del alumno.

Por otra parte, como también nos señala Urresti, los medios de comunicación (hoy preponderantes agentes de socialización) generan audiencias fragmentadas, especializadas y finalmente individualizadas; y tienen mensajes basados en el placer, la seducción, la propuesta de un modelo de corto plazo, hedonista, de satisfacción garantizada, de entretenimiento continuo y de sobreinformación subinformante. Todo ello se convierte en una nueva dificultad para le escuela, porque ésta, en su formato moderno, propone tareas más trabajosas y exigentes.

En este marco, como dice Tiramonti[2], la transimisión cultural en la escuela se vuelve poco significativa o muy débil, no pudiendo contrarrestar o competir con lo propuesto por los massmedia. Y, como continúa afirmando, esa falencia deviene de la incapacidad de la propia escuela de reconocer los nuevos códigos culturales y de poner en juego los instrumentos que proporciona la cultura letrada (del proyecto moderno) para interactuar inteligentemente con los medios audiovisuales y electrónicos; de forma de lograr que las nuevas generaciones se incorporen a un intercambio cultural que permita la construcción activa de ciudadanía.

Siguiendo con Tiramonti, si la escuela propone una secuencia temporal en que se transmite un pasado (formateado, inventado), para construir una cierta representación clara del presente y justificar una pretensión de futuro: ¿cómo hacer si la cultura hoy privilegia el presente, descree del progreso y del futuro y desplaza la ética del trabajo a favor le la estética del consumo? En definitiva, ¿como hacer que jóvenes socializados con esas bases puedan sentirse a gusto y trabajar en una escuela que está construida sobre otras muy distintas?

En otro sentido, resulta relevante recuperar lo que nos dice Pinkasz[3] al dar cuenta de que el modelo curricular mundial implica un desplazamiento hacia el sujeto expresado en:

– Contenidos orientados al desarrollo personal y a formar sujetos competentes, entendidos como aquellos en condiciones de resolver problemas, diseñar cursos de acción, tomar decisiones, tener confianza en las propias posibilidades.

– Contenidos respondan al interés de los alumnos.

– Énfasis en el interaccionalismo (en términos de Dussel), privilegiando las actitudes hacia la convivencia, el trabajo en equipo, la tolerancia y comprensión hacia el otro.

Esta afirmación me hace preguntar:

¿Cómo hacer para que recoger los intereses y las necesidades de los alumnos, sin dejar de ser la escuela quien le plantee elementos culturales de un mundo que ellos no conocen? En definitiva, ¿cómo construir el necesario puente?

¿Cómo evitar empobrecer la propuesta educativa en aras de una adaptación curricular a sus intereses inmediatos?

¿Cómo lograr que esa adaptación sea realmente productiva para su vida como ciudadanos?

¿Cómo generar condiciones para su desarrollo personal y cómo formar sujetos competentes, si son socializados en una cultura que no valora el esfuerzo y prefiere ante todo el goce del momento actual?

¿Cómo favorecer el interaccionalismo cuando la necesidad hiperconexión los lleva a no estar conectados en los ámbitos en que están presentes? Por tanto ¿cómo podrán comprenderse?.

Para cerrar, estas líneas parecerían estar impregnadas de pesimismo. En realidad no es así, creo y quiero pensar que cada una de las preguntas tiene sus respuestas positivas a favor de la educación, de la escuela y, sobre todo, de los estudiantes.

 


[1] Marcelo Urresti, Especialización Curriculum y Prácticas Escolares en Contexto, Clase 5: Transformaciones culturales y transiciones juveniles, 2014, Flacso Buenos Aires.

[2] Guillermina Tiramonti, Especialización Curriculum y Prácticas Escolares en Contexto, Clase 6: La escuela media frente a los mandatos sociales y a las nuevas formas de diferenciación social, 2014, Flacso Buenos Aires.

[3] Daniel Pinkasz, Especialización Curriculum y Prácticas Escolares en Contexto, Clase 7: El modelo curricular mundial y la masificación de la escuela media en argentina, 2014, Flacso Buenos Aires.

 

Un comentario en “Todo cambia, mucho queda

  1. Se podría pensar que el paso por la escuela en su dispositivo curricular integra como principio de justicia social la inclusión digital, al fomentar programas y políticas de integración de las TIC. Sin embargo, si los usos que se despliegan no son profundos ni provocan verdaderas transformaciones en las formas de enseñar y de aprender, precarizan el objeto (las TIC) y profundizan aún más las diferencias y desigualdades sociales, o lo que algunos autores denominan brecha digital.
    “Las TIC se presentan como extraordinarias bisagras materiales y simbólicas del mundo globalizado. Ellas logran articular el terreno propio con el lejano. Pero la globalización –plantea Jesús Martín-Barbero– pone en marcha un proceso de interconexión mundial que conecta todo lo que instrumentalmente vale (empresas, instituciones, individuos) al mismo tiempo que desconecta todo lo que no vale para esta razón. Este proceso de inclusión/exclusión a escala planetaria está convirtiendo a la cultura en un espacio estratégico. En él es donde se galvanizan hoy las identidades como motor de lucha y de demanda de reconocimiento. Ni uno ni otro pueden formularse en términos económicos o políticos, porque a lo que se refiera la cultura es a la idea de “pertenecer a” y “compartir con” (Minzi y otros, 2011: 33).

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