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Top XXI – La cuenta progresiva

El siglo XXI es la época cero en cultura digital. Ante esta situación (irreversible, veloz, cambiante, de crecimiento exponencial) es necesario repensar el rol de docentes y alumnos en tanto sujetos pedagógicos. Rever prácticas, proyectar en función de estas nuevas habilidades que estamos cuasi obligados a adquirir. No estoy de acuerdo con la terminología que separa a los nativos digitales de los inmigrantes digitales. No estoy de acuerdo con la dicotomía pasado/presente. No estoy de acuerdo con la antinomia que supone la imposibilidad de acercar posiciones y compartir conocimientos y experiencias entre ambos componentes del acto educativo.

Me parece muy interesante la posibilidad de replantear lugares de poder en relación con el uso de las nuevas tecnologías y, fundamentalmente, cumplir con el objetivo docente de ser guía y faro: es imprescindible incentivar que se tome conciencia de su utilización, es necesario que inculquemos la crítica sobre aquello a lo que tan fácilmente se accede.

Frecuentemente escuchamos en sala de profesores que los chicos se distraen, que están todo el día con esos aparatitos (teléfonos, netbooks…).  A esta altura de los acontecimientos debemos saber que “esos aparatitos” han llegado para quedarse y que lo mejor es incorporarlos rápidamente a las prácticas cotidianas (así como pagar la luz por homebanking, estudiar una Diplomatura, una Especialización o una Licenciatura) ¿Por qué no amigarse, entonces, con la tecnología? ¿Qué lugar creemos que nos quita y en qué situación nos coloca? ¿Por qué nos sentimos interpelados?

Cuando llegaron las netbooks hubo un mes de dispersión y de jugar con la novedad. Luego, las aguas se tranquilizaron y comenzamos a utilizarlas con fines educativos, tal la concepción al llevar adelante el programa Conectar igualdad. Obviamente podemos mencionar que existen problemas derivados: se bloquean, se tildan, se las olvidan… Ahora, ¿no hay problemas análogos con la carpeta tradicional?

Por eso, creo que tenemos que aprovechar la facilidad que las computadoras, teléfonos con acceso a internet (recurso que en la mayoría de las escuelas no existe) traen a nuestras vidas-nuestras aulas. Por ejemplo, al leer el cuento Circe de Cortázar se  plantea siempre la duda con respecto al tiempo en que está ubicada la historia. El texto menciona como clave la pelea Firpo-Dempsey. Hasta hace unos años, yo pedía una concienzuda investigación para la siguiente clase. Últimamente, pido que consulten a través de sus celulares in situ.

A veces, desde mi materia, Literatura, cuesta mucho que TODOS lean TODOS los textos. El año pasado nos acercamos a  La Odisea, que es un texto entretenido, pero extenso.

La propuesta de trabajo consistió en atravesar la historia por medio de Facebook. Cada uno de nosotros debía tomar un personaje y crear un perfil. Durante un mes y medio nos dedicamos a reproducir las fabulosas aventuras de Odiseo hasta su regreso a Ítaca. En ese tiempo fui Zeus dentro de esa experiencia tan gratificante  que abrió una nueva perspectiva en el grupo.

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En pleno siglo XXI  y con el auge de la comunicación, librar una batalla contra la tecnología es imposible. Está entre nosotros. Yo agrego un “por suerte”. Si tomamos conciencia de todo lo que se facilita seguramente vamos a poder encarar proyectos no tradicionales, acordes con las expectativas y habilidades de las generaciones con las que compartimos cada hora de clase.

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El acceso a las tecnologías es casi universal. Todo (nos) llega por la web, en cualquiera de sus formas (mail, bibliotecas virtuales, redes sociales). Lo cierto es que los cambios que traen consigo son omnipresentes, radicales, vertiginosos e irreversibles. Al mismo tiempo, los adelantos tecnológicos ponen en tensión nuevos saberes y viejos poderes (Balardini, 2004: 109).  Creo que, fundamentalmente,  allí radica cierta resistencia de las generaciones anteriores.

A pesar del paso del tiempo, de la aparición de la televisión y de la informática como partes imprescindibles de nuestra cotidianeidad, la escuela mantiene, en líneas generales, un lugar desde el que se opone a todo eso, es como si fuera el último lugar de la resistencia, el espacio desde donde se defiende la cultura. Pero la cultura escrita. La escuela sigue siendo tradicional en este sentido. (Gamarik, 2008, citada por Massone, 2011) Como ejemplo, podemos mencionar que es muy común que algunos docentes pidan trabajos en computadora, pero los solicitan impresos; ni siquiera se permite que los alumnos los lleven en un pendrive para pasárselos.

Son miedos, son épocas, son circunstancias. Sin embargo, es insuficiente la reflexión real que llevamos a cabo, en tanto no terminamos de reconocer que esto que nos atosiga es parte  intrínseca en la constitución de la identidad de nuestros jóvenes (Urresti, 2013;  Massone, 2011). Así como nuestros abuelos no nos entendían cuando pasábamos horas frente al televisor, nosotros no entendemos que los chicos se pasen horas frente a las otras pantallas. Y lo que es peor: no comprendemos que su nivel de  atención (y la forma) no es igual al que teníamos: pueden estar en varios sitios (uso la palabra sitios en todos sus sentidos) a la vez, son capaces de mantener diferentes conversaciones (cara a cara o mediadas por la pantalla). Porque, en definitiva, han nacido rodeados por todos estos estímulos a los que nos estamos refiriendo. ¿Recuerdan el concepto de nativos digitales? (Podríamos relacionarlo con los nuevos saberes de los que habla Balardini). ¿Y el de inmigrantes digitales? (Aquellos que tenían el  poder, han debido reacomodarse). El inmigrante va a seguir siendo inmigrante, ahora, está en él acortar la brecha, pegar el salto y (tratar de) ponerse a la par, con el loable fin de dejar la añoranza, para pasar a la acción.

En relación con la experiencia planteada más arriba, en la que narraba mi experiencia en el aula con el uso de Facebook como medio para contar La Odisea, y a pesar de mi admiración, uso y abuso de las nuevas tecnologías, me queda un lugar de reflexión para decir que no todo es tan sencillo, en tanto el acceso a la internet aún no es para todos (obsérvese el adverbio “casi” en la expresión “casi universal” unos párrafos más arriba). Esto deriva en que el desarrollo de competencias entre los que sí tienen y los que no tienen sea desigual (Tiramonti, 2013). ¿Ayudamos a estos últimos al proponer actividades que incluyan los adelantos tecnológicos? Sí. ¿Ayudamos si ponemos esos trabajos como obligatorios? Sí. ¿Qué es la escuela sino el espacio que prepara para su inclusión y desarrollo en la sociedad?

 

Bibliografía

Balardini, Sergio (2004). De deejays y ciberchabones. En Jóvenes, Revista de estudios sobre Juventud.    México.

Massone, Marisa (2011). Los jóvenes, la escuela y las transformaciones en el acceso y  apropiación de los saberes en la sociedad contemporánea, en Finocchio, Silvia; Romero, Nancy (comp.) Saberes y prácticas escolares. Buenos Aires: FLACSO-Homo Sapiens.

Tiramonti, Guillermina (2013). La escuela media frente a los mandatos sociales y a las nuevas formas de diferenciación social. Clase 6. En Especialización en Currículum y Prácticas Escolares en Contexto. Buenos Aires: FLACSO Virtual Argentina.

Urresti, Marcelo (2013). Transformaciones culturales y transiciones juveniles. Clase 5. En Especialización en Currículum y Prácticas Escolares en Contexto. Buenos Aires: FLACSO Virtual Argentina.

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