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La dimensión afectiva ligada a la cultura digital

Instaurado el debate acerca de la conveniencia o no de la cultura digital y de las nuevas tecnologías en las aulas aún, y varios años después, pareciera continuar con vigencia.

No obstante, las nuevas tecnologías ya no lo son tanto y los nativos digitales no son sólo los alumnos si no, en muchos casos, también los docentes. Es por esto que, al desdibujarse estas brechas tecnológicas y generacionales, el debate ya no debiera girar en torno a la conveniencia o no de la tecnología en la educación, dado que esa inclusión es inexorable. Es por esto que deben abrirse nuevos nichos de reflexión con relación a este tema, que involucren no sólo disquisiciones didácticas y pedagógicas, si no también aportes desde el campo de la psicología de la educación.

De esta manera, muchas de las ciencias de la educación (por no decir, todas), se ven afectadas por la simple existencia de las nuevas tecnologías, independientemente de su uso o desprecio.

En este espacio, interesa abordar el tema de la dimensión afectiva ligada a la cultura digital, es decir, cómo los alumnos en primer lugar, pero también los docentes, la conformación de su subjetividad y los vínculos entre ambos, se ven alterados ante la irrupción inevitable de la cultura digital, ya sea desde los soportes, desde las formas de uso o desde los contenidos que plantean.

Algunas escenas de la vida académica

 En una escuela secundaria de una localidad de la Provincia de Buenos Aires, surgió la necesidad de que dicha escuela contara con un sitio Web. A partir de esa necesidad, surgió la idea de realizar un proyecto con alumnos de secundaria para la realización de dicho sitio. Con asesoramiento de profesionales pertenecientes a las áreas de informática y otros docentes motivados por el proyecto, se trabajó de manera colaborativa conjuntamente con los alumnos, logrando como producto el sitio web.

Este trabajo se realizó tanto dentro como fuera del aula, con recursos materiales, tangibles y, en otros casos con recursos de Internet y multimediales. De esta manera, la ubicuidad se manifestó a lo largo de todo el desarrollo del proyecto, y el hecho de que cada alumno debiera participar desde su netbook, hizo que la modalidad de trabajo colaborativo se cumpliera, desarrollando el trabajo en equipo, el sentimiento de pertenencia, la colaboración, el establecimiento de vínculos asimétricos pero seguros con los docentes y un conocimiento mayor, tanto de la historia de la institución, como de las herramientas tecnológicas como de las propias características personales, en lo que respecta a la creatividad y los aportes personales puestos en función de un producto.

Muchas veces, la cultura digital aparece de manera más clara en los niveles inferiores (nivel primario, secundario). El debate en torno a la inclusión de las TICs en educación, se mantiene de forma solapada, visibilizándose en las prácticas de los profesorados, en el nivel superior.

La tónica aquí es, generalmente de desprecio hacia la cultura digital por parte de alumnos y docentes, confrontándola con la cultura letrada, escrita, homogeneizadora de décadas anteriores. Los docentes, en su mayoría no se preocupan por incluirlas, y los alumnos advierten que estas se oponen a la cultura de la educación.

La inclusión de las nuevas tecnologías debe ser principalmente promovida por los docentes formadores y los directivos en los IFD, ya que son ellos los encargados de favorecer el encuentro entre las culturas de los docentes en formación y la profesión docente. La afectividad y la cultura digital, se unen en este nivel en el punto que reflexiona o se pregunta sobre la significatividad y las oportunidades de la cultura digital. Es decir, se produce una especie de meta-afectividad que implica, no solamente reconocer (o sentir) las relaciones, los vínculos, las tareas en común, el tiempo y espacio compartidos, si no reconocer a un objeto (en este caso la cultura digital) como obstáculo o vehículo para el desarrollo sano de las emociones, de la creatividad y por ende, del aprendizaje.

Reflexionemos

 Las escenas descriptas anteriormente, nos hablan del aprovechamiento y desaprovechamiento de la cultura digital en las instituciones educativas en los diferentes niveles y de cómo esto interviene de diferentes maneras en el terreno de la afectividad.

En ambas escenas, una planteada en el nivel medio y la otra en el nivel terciario, es posible encontrar un común denominador, independientemente de cómo interviene en cada situación en particular. Este común denominador es la brecha generacional y cultural. En el caso del nivel medio, esta se manifiesta entre los docentes y los alumnos, aunque no se evidencia conflicto. No obstante, muchas veces, por exceso de filiación con la cultura digital, se corre el riesgo de quedar expuestos a varias cuestiones: por un lado la inclusión de prácticas que utilizan como soporte la cultura digital, pero se alinean con la cultura normalista y homogeneizadora, desaprovechando las posibilidades de la ubicuidad. Por el otro a establecer relaciones poco sanas entre los usuarios, ya sea a través del cyberbullying o en la intensidad de uso y dependencia de los dispositivos digitales.

En el segundo caso, la brecha es más bien cultural y se plantea entre el grupo de docentes y alumnos (arribados a la cultura académica e influidos por los docentes en las reflexiones pedagógicas) y la sociedad inmersa en la cultura digital.

La afectividad vista desde Bergson y Spinoza (en Alfama y otros, 2005) es una especie de flujo o de impulso vital (élan vital) que siempre deviene. Siempre pasa de una cosa a otra cosa. La afectividad es algo que nos empuja a vivir. La afectividad es lo que no se piensa si no lo que se siente, lo que hace que nos quedemos o nos movilicemos, lo que nos une a nosotros y a nuestra espiritualidad y a los demás en las relaciones.

Entonces, el vernos imbuidos por la cultura digital no puede no afectarnos. Es algo que inexorablemente existe y, por lo tanto, nos toca. Nos toca como docentes y como alumnos, nos toca en nuestras relaciones con nosotros mismos, con los otros y con el conocimiento. Toca el ego de cada persona y sus propias convicciones y valores. Es allí donde se pone en juego la afectividad.

Si rechazamos la cultura digital, impedimos contextualizar el aprendizaje en la cultura de nuestros alumnos. Rechazamos lo digital y ponemos por encima lo escrito omitiendo que leer y escribir en internet, es alfabetización en contexto. La interacción con estas audiencias tiene componentes personales y emotivos, de tal forma que leer y escribir se relacionan con la construcción de la identidad social y acaban siendo una herramienta para establecer vínculos emocionales más fuertes (Cassany y Hernández, 2012). Es decir que la escuela y los institutos de formación docente se apropian de formas de alfabetización y las definen como habilidades puramente académicas, con un fin per se.

Al invisibilizar la cultura digital, los docentes encargados de favorecer la formación de subjetividades de los alumnos a través de las culturas escolares, se alejan de sus alumnos, y se alejan de la cultura sobre la cual tienen que tejer subjetividades. La manifestación de brechas y la imposibilidad de desarrollo de la subjetividad de los sujetos, conlleva lo que se denomina como desligadura (Zelmanovich, 2012) que se refiere a la desafiliación entre la persona carente de herramientas para la comprensión de los símbolos de  su cultura, con ese otro encargado de acercársela. Así, las situaciones de aprendizaje se vuelven apáticas, ya sea desde los alumnos con los docentes, o desde el grupo docentes-alumnos con los objetos culturales que les corresponden socialmente. De esta manera, no sólo la afectividad se ve “afectada” en las relaciones sino que se ve deteriorada desde su propia génesis, la cual se encuentra (entre otros factores) en la formación de la subjetividad de cada persona.

Tanto la negación, como la utilización, la pseudo-utilización y el abuso de la cultura digital afectan nuestra íntima constitución, nuestra relación con el saber, con los docentes, con los alumnos y con la cultura que nos sostiene además de coartar la expresión por excelencia de la afectividad, que es la creatividad.

A continuación, se ofrece una entrevista realizada para la Revista digital Mendomática, dependiente de la Dirección General de Escuela, al catedrático español Saturnino de la Torre, quien ofrece una perspectiva diferente a la cuestión de la cultura digital y su aceptación y necesidad en el ámbito educativo. Merece especial atención la opinión del especialista en lo que respecta a la necesidad de inclusión de las TICs en la formación docente y cómo intervienen en lo que él denomina el sentipensar, que no es otra cosa que el razonamiento sin racionalismo, apoyado en la afectividad y los sentimientos y manifestado a través de la creatividad

http://www.mendomatica.mendoza.edu.ar/nro18/SdelaTorre_Judith_18_domingo.pdf

 

Bibliografía

Alfama, E., Bona, Y., Callén, B. (2005) “La virtualización de la afectividad”. España: Universidad Autónoma de Barcelona.  Revista Athenea Digital, 7, pp 1-17.

Cassany, D., Hernández, D. (2012). “¿Internet: 1 escuela: 0?”. México: Universidad Veracruzana. Revista de Investigación educativa, 14, pp. 126-141.

Zelmanovich, P. (2012). “Los saberes en relación con las subjetividades de niños, jóvenes y adultos”. Buenos Aires: FLACSO. Diplomatura en Currículum y prácticas escolares en contexto.