En esta primera escena quisiera describir las clases tradicionales de Literatura a las que concurrí como alumna durante mis seis años de carrera universitaria, desde el año 2000 hasta el 2006. Las mismas se caracterizaban (aún hoy), en su mayoría, por la asimilación pasiva y uniderccional de la información emitida frontalmente por el profesor, sin ningún material tecnológico, sólo el libro de lectura. Un ejemplo concreto fueron las de Literatura Argentina, la profesora una eminencia en su formación académica, años de docencia y de investigación, desde su asiento, nos dictaba su análisis literario del texto, los alumnos permanecíamos en silencio, sin motivación de participar ni de profundizar la lectura, otros no concurrían a las teorías o bien se retiraban antes. La docente propuso un día un trabajo práctico cuya consigna era analizar El túnel de Ernesto Sábato, con su marco teórico. Durante las exposiciones surgió, por primera vez, un debate interesante, con aportes interdisciplinarios, lecturas acertadas de alumnos muy críticos y brillantes (entre ellos Valentina quien argumentó y fundamentó muy bien su postura). Sin embargo, la docente los cuestionó y descartó por no ingresar en sus teorizaciones. Si bien cada profesor presenta en su materia su modelo de análisis, surgen inevitablemente otras lecturas que enriquecen la interpretación de la obra. Esta clase tradicional pone de manifiesto el concepto de Literatura como acumulación de conocimientos estáticos, una enseñanza centrada solamente en la lectura e interpretación de los textos y deja de lado objetivos fundamentales como fomentar el afecto por la lectura y la formación de lectores activos y participativos, es decir, que manejen las competencias básicas como la lectura crítica y la escritura creativa.