Edith Litwin en “La tecnología y sus desafíos en las nuevas propuestas para el aula”, abre un punto de diálogo y reflexión acerca del papel que debe tomar la escuela – y los docentes- frente a los avances tecnológicos y los alumnos en relación a ellas. También plantea que ignorar la tecnología, implica no mirar hacia adelante ignorando el uso reflexivo y un nuevo pensamiento que puede contribuir y debe ser utilizado como herramienta de trabajo dentro de las instituciones escolares. Otro aspecto a tener en cuenta es que el no conocer bien el uso de las computadoras o de técnicas audiovisuales, entre tantas otras, pueden colocarnos en una posición inferior por no saber utilizarlas así como por no saber enseñar a los alumnos como trabajar con estos elementos culturales, sabiendo que la tecnología representa hoy un elemento clave del desarrollo cultural. Si desde la escuela tomáramos la responsabilidad de ser un centro formador, sería necesario reconocer en la tecnología maneras renovadas de acceder y producir conocimientos, tomando para ello una visión multifacética de las actividades de enseñanza y aprendizaje que pueda ser sustentado por diversas tecnologías. Al respecto, Burbules y Callister, en su texto “Riesgos y Promesas de las Nuevas Tecnologías de la Información en Educación”, nos acercan al hecho de que las tecnologías no solo constituyen un conjunto de herramientas; son más que esto, constituyen un espacio donde suceden cosas, donde la gente actúa e interactúa, desde donde los profesores pueden establecer alianzas para ayudar a pensar de todas las maneras posibles convirtiéndose así la escuela en el centro alrededor del que giren la familia, la cultura y el trabajo. Esto representa un gran desafió para la práctica docente y para los alumnos, que hará posible una enseñanza solidaria que pueda superar la “brecha digital entre docentes y alumnos”.