Archivo por días: 12 septiembre, 2013

De María José Miranda

  • Evaluar: para qué, para quiénes (Artículo) Revista el Monitor Nª 17 – 5ª Época – Julio/Agosto 2008.
  • Un Aplazado (Poesía) Baldomero Fernández Moreno. Extraído de “Yo Médico, Yo Catedrático”. Bs. As. 1941.
  • La evaluación. Algunas reflexiones sobre una práctica compleja (Artículo) Revista El Chiflón Nª2 Facultad de Humanidades – UNCa. Edit. Universitaria. Catamarca. 2007

De María José Miranda

La mayoría de  los docentes del IES opinan que  la representación que tienen los estudiantes sobre el examen final está relacionada, en general, con la autoestima e imagen de sí mismo y con emociones negativas.

 Reflexionar sobre este enunciado nos lleva a pensar en primer lugar en  la educación que, según Poggi (clase 6), está inmersa y se debate  en un mar de paradojas, tensiones y contradicciones y, en segundo lugar (pero no menos importante) en la cultura escolar (trayectoria escolar, hábitos de estudio, boletines, libretas), las tradiciones (bolilleros, mesas examinadoras), el currículum oculto (vinculado con sistema de poder), la población escolar (más diversa   social y culturalmente)  y  los dispositivos de evaluación, acreditación y calificación que cada nivel educativo construye.

  Siendo la educación una práctica social y la evaluación uno de sus principales actos que se lleva a cabo en las instituciones educativas, podemos abordarla desde distintos aspectos: ideológicos, sociales, pedagógicos, psicológicos y técnicos; porque evaluar es valorar y esto tiene connotaciones diversas, ya que tiene que ver con concepciones históricas y sociales que predominan en el contexto que sin duda la condiciona.

En relación con lo mencionado podemos tomar las palabras de Daniel Pinkasz (clase 7) quien comenta que la evaluación ha sido y es un formidable portador de significados y, por lo tanto, un vehículo eficiente de comunicación entre profesores, estudiantes y padres.  La  calificación, la nota, que la evaluación expresa de manera convencional, representa, las competencias adquiridas sobre determinada materia y de esta manera se torna fácilmente comunicable. Además, expresa que la evaluación ha sido parte de los dispositivos de ejercicio de la autoridad en la escuela. No debe pensarse en este caso en el más o menos frecuente uso de la evaluación como mecanismo disciplinario sino, lo que es mucho más importante, como el dispositivo mediante el cual se organiza y sanciona el progreso del alumno en una secuencia de aprendizajes; por medio de la acreditación, se premia o se castiga el esfuerzo, en definitiva, se ordena y clasifica al conjunto de la población escolar.

Por otro lado, la falta de confianza en sí mismo, los nervios, el estrés y las ansiedades que generan el examen final en los estudiantes puede ser fruto de ausencias de capital cultural en la familia, lo que no les permite a los padres acompañar y apoyar a sus hijos en el proceso de aprendizaje y se puedan mover en los ritmos y exigencias del nivel superior. Agnes Van Zanten (clase 8) desde un análisis de la sociología de la educación resignifica la importancia del capital cultural, social y económico  de los padres en instancias de aprendizaje,  lo que  contribuye  a favorecer las trayectorias escolares de los jóvenes.

Tanto en el nivel inicial, como en el primario, secundario y superior la instancia de evaluación es una construcción histórica  y una  práctica compleja que genera una mezcla de sensaciones en la diversidad de alumnos, por lo que sería interesante que más allá de la gestión de la práctica escolar el docente también trabaje cuestiones que potencien el ser un sujeto de aprendizaje.

De María José Miranda

En el IES, los estudiantes expresan que las fechas de exámenes se presentan como un período estresante al enfrentarse a situaciones en las que se juegan algo importante: su acreditación y,  por ende, su permanencia en la institución.

Quiero compartir con ustedes algunas opiniones de algunos estudiantes al respecto:

“No se cómo expresar con palabras lo que significa para mi el examen final oral, porque muchas veces me sentí humillada por ciertos profesores y ahora esa representación quedó grabada en mí y me cuesta presentarme a rendir un final. Por ello, siento nervios y temor”. (Ana)

 

 “Representa para mí el examen un juzgado donde los presiden tres jueces y determinan si soy culpable o no. En ese momento sólo siento nervios por lo antes mencionado”. (Graciela)

“Al examen final oral lo veo como la exposición de contenidos conceptuales ante un jurado que tiene en sus manos la posibilidad de calificarte o no como buen estudiante. En el examen final siento miedo a equivocarme debido a que es desbordante la tensión que se siente al estar frente a un escritorio con tres profesores, que te miran fijamente a los ojos, un simple gesto de ellos te puede paralizar y hacer que te olvides con respecto a todo lo que habías preparado”. (Mario)

La interpretación que brindan algunos docentes acerca de la representación que tienen los estudiantes sobre el examen final está relacionada, en general, con la autoestima, imagen de sí mismo, entre otros. Algunos de estos aspectos, hacen referencia a que muchas veces se asocia las prácticas evaluativas con emociones negativas, las cuales están presentes en la representación de muchos estudiantes. Las siguientes reflexiones lo argumentan:

“Creo que los estudiantes viven este momento como un trauma, como un obstáculo a superar para lograr los objetivos y recibirse. Asimismo, considero que unos, lo viven con mucho nerviosismo, más allá de la metodología adoptada y, otros, con tranquilidad, ya sea por la seguridad y otras razones particulares como autoestima, confianza en sí mismo”. (D.)

 “En su generalidad considero que los estudiantes vivencian esta instancia con un gran nerviosismo, ansiedad e inclusive con angustia. Esto se ve potenciado en los exámenes finales orales, tal vez, por la presencia de un tribunal, por las falencias en cuanto a la oralidad. En los exámenes escritos los percibo más relajados pero no por esto más seguros. La cuota de nervios tal vez sea menor.

Pocos estudiantes la viven como un proceso de conocimiento, de resignificación, de aprendizaje, a partir de la seguridad teórica-práctica, del manejo de competencias orales y escritas, de la capacidad de reflexión, confrontación, ejemplificación, etc”. (N.)

“La instancia de la evaluación final es vivida como algo dramático por algunos estudiantes. Este examen final debería ser la culminación de un proceso que comenzó con el dictado del espacio y al cual ahora hay que darle una especie de cierre, por así decirlo. Pero en muchos casos, los estudiantes se sienten nerviosos, preocupados y hasta temerosos de rendir”. (P.)

 

De María José Miranda

En el Nivel Superior podemos observar que la instancia de examen final, a lo largo del tiempo, genera en los estudiantes un valor simbólico asociado con  la  autoestima e imagen de sí mismo.

 En algunos casos  las expresiones comunes que manifiestan la mayoría de los estudiantes a la hora de rendir  son miedo, estrés y ansiedad. Siguiendo  a Souto (1989) quien opina que nuestros recuerdos nos dicen que las situaciones de evaluación despiertan, entre quienes van a ser evaluados, una serie de temores típicos ya que sienten el temor de ser  criticado, enjuiciado,  perseguido, separado y diferenciado del grupo, desnudado, descalificado; el temor de sentirse indefenso y desarmado, de haber mostrado lo que no se quería mostrar y de estar expuesto. Ander–Egg (1996) expresa que el docente tiene que dejar en claro, no con explicaciones,  sino con sus actitudes y comportamientos, que una cosa es el valor de la persona y otra el valor de lo que puede aprender o no.

La  representación que  tienen los estudiantes acerca del examen final  nos lleva a reconocer que en esa instancia algunos sienten nerviosismo y ansiedad por distintos motivos. Uno de ellos, es por lo que implica en sí mismo ese momento particular, el estar frente a un tribunal, el sentir que la imagen de sí mismo se pone en juego, y que la aprobación y acreditación resulta de esta instancia. Otro motivo, surge producto de los contenidos que engloba el espacio curricular, de los cuales se requiere que el estudiante demuestre su comprensión en relación con lo estudiado.

Por ello, en la mente del estudiante se cruzan preguntas como ¿tendré una buena imagen? los docentes ¿aceptarán mi interpretación? ¿recordaré todo lo que tengo que decir?

 Como docente del IES  estas expresiones las  vivo  cada momento en las instancias de examen final, escucho a los estudiantes y a los colegas expresiones diversas las que me llevan siempre a pensar  acerca de cómo actúo durante la práctica evaluativa y si brindo a los estudiantes el espacio y los criterios necesarios para rendir. Por ello, considero que este es un espacio para poner a consideración y en cuestión la cultura que se ha institucionalizado en relación con el examen final.