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Los cambios y permanencias en los boletines

Interpelando al Boletín: continuidades, rupturas y representaciones sobre el valor y sentido de un instrumento de evaluación propio de la cultura material escolar en diversos contextos socio-históricos.

Para la presente instancia de evaluación, he seleccionado la opción A, en torno a los boletines, desde la perspectiva del eje “Los cambios y permanencias en los boletines” y la consideración de las “funciones del boletín” en cada contexto socio-histórico.

La escuela es la institución social a la que se ha hecho cargo de la educación formal de una sociedad.  Como tal necesita informar, a quienes han depositado en ella esta tarea, acerca de los procesos y resultados del aprendizaje de sus destinatarios, los estudiantes. 

Frente a la necesidad de informar la valoración del proceso, algunas de las preguntas que subyacen a esta característica de la escuela como institución de la cultura, es: ¿a quién está dirigido el informe del producto-proceso de aprendizaje? ¿quién es el interesado en recibir esta valoración? ¿por qué?; ¿quién realiza la valoración y cuáles son sus criterios de análisis?; ¿siempre se han valorado los mismos aspectos?; ¿quién determina los criterios y formas de valoración?; ¿Qué representaciones mutuas genera en los protagonistas del acto pedagógico el informe que ofrece el Boletín como elemento de la cultura material escolar?

Es muy interesante analizar el Boletín de Calificaciones en sus aspectos objetivos y subjetivos.  En principio propongo para el presente trabajo una mirada objetiva en función de los criterios – aspectos a valorar en cada etapa histórica, aunque será necesario también considerar las valoraciones y representaciones que docentes, estudiantes y padres hacen frente a este instrumento que ha venido a ser parte inherente a la cultura material escolar. 

El Boletín responde a los criterios de valoración de los aprendizajes propios de un modelo de política pública educativa.  Este modelo pretende implementar un proyecto político-ideológico que se sustenta en una visión particular de: hombre – ciudadano – sociedad – conocimiento, etc. Pero que también contribuye a la valoración de los propios procesos de aprendizaje y las representaciones que esto genera en cada uno de los protagonistas del acto pedagógico (alumnos – padres – docentes).

Boletín 2012-2-Interno Boletín 2012-1-Oficial Boletín 1998-2 Boletín 1998-1 Boletin 1981-5 Boletín 1981-4 Boletín 1981-3 Boletín 1981-2 Boletin 1981-1 Boletín 1925-6 Boletín 1925-5 Boletín 1925-4 Boletín 1925-3 Boletín 1925-2 Boletín 1925-1

 

Caricaturas e historietas sobre EVALUACIÓN EDUCATIVA:

¿Qué es una evaluación “justa”? ¿Qué medimos? ¿Cuál es nuestro criterio de medición? ¿Cúal es nuestro instrumento de medición? ¿Todo instrumento o criterio es válido – justo? ¿Quién determina la validez de un instrumento de evaluación? ¿Quién determina los criterios de evaluación? ¿Podemos pretender universalizar criterios e instrumentos, cuando cada uno de nuestros estudiantes es diferente al otro? ¿Un instrumento y/o criterio universal puede garantizar una medición justa que garantice la heterogeneidad de los grupos escolares? ¿Cómo responde el boletín de calificaciones a estos interrogantes?

Imagen de evaluacion - animales

Películas vinculadas a la evaluación y comunicación a través del uso del boletín o informe escrito:

a-     The Emperor’s Club | 2002 | Director: Michael Hoffman

¿Cómo juegan las representaciones que los docentes nos hacemos sobre los alumnos en la valoración de sus procesos de aprendizaje y expectativas sobre el sujeto de aprendizaje? ¿Podemos valorar objetivamente los procesos de aprendizaje de nuestros estudiantes? ¿Cuál es el límite entre “representaciones sobre el alumno” y la “valoración sobre su proceso de aprendizaje”

b-    Dead Poets Society | 1989 | Director: Peter Weir

¿Cómo determinan las calificaciones, la representación que el alumno tiene de sí mismo?

c-     Preciosa / 2009/ Director: Lee Daniels/  http://www.youtube.com/watch?v=JoYmVDEA45A

¿Qué medimos en el alumno a la hora de evaluar su proceso y tomar decisiones respecto a su trayecto pedagógico? ¿Las calificaciones evidencian una medición integral que nos permita una mirada comprensiva de su proceso?

d-     Escritores de Libertad / 2006 / Director: Richard LaGravenese

Los instrumentos de medición del proceso de aprendizaje, pueden ser excluyentes a la hora de recuperar la información arrojada para la organización excluyente de los grupos escolares (los adelantados y los desfavorecidos, “estos” y “aquellos”, los buenos y los indeseados, aquellos que son destinatarios deseados y aquellos a quienes “hay que recibir”, etc.)

e-   Un sueño posible: The Blind Side /2009 / Director: John Lee Hancock

El informe escrito –boletín, ¿arroja todas las dimensiones que hacen a una mirada compleja sobre las capacidades – herramientas – conocimientos – habilidades sociopedagógiocas, etc., que nos permitan ofrecer al estudiante opciones educativas que se ajusten a sus posibilidades, o que posibiliten el desarrollo de sus potencialidades?

 Escenas que se nos parecen…

¡Cuántos recorridos ha tenido el boletín a lo largo de mi tránsito por la escuela, como alumna y como docente!  Diferentes contextos, épocas e intencionalidades.

Escena N°1:

Recuerdo las calificaciones conceptuales con el típico “satisfactorio indiferenciado y a-personal” de mi primaria, en los primeros grados … Todas teníamos lo mismo… Acompañado por un “seguí así”, siempre me pregunté ¿cómo?… Lógicamente a modo de hábitus y seguramente con otras intenciones educativas, lo reproduje en los boletines de mis alumnos: ANS – S -MS.  Aunque en las observaciones teníamos-tenemos más espacio para poder explicitar el “seguí así”, fundamentándolo con las observaciones que realizamos sobre el alumno durante ese trimestre, dentro de las cuales según el maestro y/o los acuerdos institucionales podía comenzar por rescatar los aspectos positivos de su proceso para luego puntualizar algunos aspectos a mejorar.  Esta modalidad ofrecía elementos que permitieran a los papás que raramente se aceraban a la escuela, poder tomar alguna decisión o saber qué “estudiar, practicar, o reforzar”… cuasi “pequeñas descripciones – orientaciones para el alumnos y para los padres que reemplacen las veces que fueron convocados y por diversas razones, no se presentaron”.

En los grados más grandes las calificaciones numéricas por áreas, que en cada época han significado diferentes aspectos: evaluaciones y trabajos, para mi trayecto como alumna, y/o procesos en mi rol de docente. ¡Cuántas veces me pregunté qué evaluar?!… ¿Cuántas veces tuve que repensar si valía la pena obedecer a las evaluaciones escritas y trabajos en la carpeta como mejor recurso, cuando tenía alumnos que se negaban a escribir o en sus casas no tenían con qué o dónde estudiar? ¿por qué no revalorizar más su trabajo oral y participación en la clase?  ¿por qué no considerar su brillantez a la hora de debatir problemas y resultados… y tener en cuenta que los bloqueos propios respecto a la adquisición de la escritura, no era el referente para evaluarlo en matemática? ¿Hasta dónde lo instituido es lo que verdaderamente debe orientar nuestra práctica docente? ¿cuál es el alcance de nuestras decisiones pedagógicas? ¿cuál es su sustento?

Escena N°2:

El año pasado, una alumna de superior me trajo el boletín de su abuela, que había nacido en el año 1919… por lo que calculando, será un boletín de 1925 en adelante (no registra fechas).  Interesantísimo ver como entre los datos iniciales del  alumnos figuran: color de la piel, color de ojos, tipo de nariz.  Toda una visión antropológica, del sujeto de aprendizaje y la función de la escuela, propia del contexto histórico.  Y entre sus aspectos de evaluación figuran: aplicación, aseo, conducta, faltas de asistencia, faltas de puntualidad (algunos de los cuales aún hoy permanecen en los boletines)

Este año, en la escuela secundaria en la que trabajo, se debatió el nuevo sistema de calificación institucional, complejísimo para todos, con el fin de valorar el desempeño actitudinal del alumno… como si viniera desligado de los procesos de construcción del aprendizaje o desarrollo de habilidades y procedimientos.  ¿Hasta dónde a la hora de evaluar olvidamos al alumno como persona integral, en nombre de su integridad?

Por otro lado es interesante pensar en los boletines paralelos a los oficiales… Evidencian alguna carencia de sentido, o como se menciona en la introducción a esta propuesta, la falta de identidad entre lo que se observa – califica, y la realidad del alumno – padres-contexto.

¿Será posible una evaluación ajustada al real proceso del alumno? ¿será que la escuela gradual tal como está dada, no nos deja otras opciones, como evaluar siguiendo el natural proceso del alumno, según su disposición a aprender, características personales, etc.? En fin… seguramente estos interrogantes son limitados, para la complejidad de esta tarea esencial al quehacer docente.

 Reflexiones…

Es complejo en pocas palabras lograr una síntesis completa y compleja como lo requiere el análisis de este instrumento histórico e intrínseco a la cultura escolar.  En principio quiero pensar al boletín desde la gramática escolar, como un “elemento hablante”, por lo que se me ocurre interpelarlo a fin de que arroje y nos narre los aspectos sociales-culturales-insitucionales-políticos-filosóficos-pedagógicos-subjetivos que le dan una identidad que asume diferentes características y representaciones en la historia del sistema educativo, pero cuya función intrínseca es la de “informar la evaluación sobre el aprendizaje de un sujeto pedagógico, por otro sujeto pedagógico”.

Tal como explica Isabelino Siede en la clase 3 de la Especialización, la sociedad occidental ha construido la institución escolar como un complejo dispositivo para la socialización de sus nuevos integrantes.  En cada institución escolar se configuran rasgos de identidad que definen la cultura institucional.  Estos elementos identitarios están determinados por  el conjunto de hábitos, representaciones y expectativas recíprocas que caracterizan ese ámbito social en particular.  Cuando nos referimos a “la escuela” como una particular institución de la sociedad cuya función es muy específica, describimos su “cultura escolar”, abarcando en este concepto lo que Siede define como: “trama de sentidos que configura las condiciones de subjetividad de las organizaciones educativas”. Es así que “(…), lo que cada quien es y hace en la escuela puede ser interpretado a partir de la cultura institucional”.  Continúa diciendo que las culturas poseen una visibilidad relativa, que requiere ser develada, por lo que es necesario que para poder desentrañar su identidad, asumamos una actitud de extrañamiento frente a lo naturalizado.  De esta manera intentaremos posicionarnos en el análisis de los históricos e institucionalizados “boletines de calificaciones” como uno de los tantos elementos de la cultura material de la escuela, con el cual nos hemos naturalizado y que para poder comprender su sentido – significado – función, necesitamos posicionarnos como extranjeros frente a él y la cultura escolar que lo ha naturalizado dentro de sus materiales y prácticas culturales.

Uno de los conceptos que también trae Isabelino Siedes, es aquel que presenta Flavia Terigi al presentar la ”gramática de la escuela”, como la organización del tiempo, del espacio, de las estructuras curriculares, lo cual supone representaciones sobre la tarea, la relación entre los grupos familiares, dispositivos de organización institucional y las tradiciones curriculares y didácticas. En este sentido, el “boletín”, viene a ocupar el lugar de un instrumento material, que forma parte de los dispositivos de organización institucional en  la medida que es el instrumento formal mediante el cual escuela/docentes se vinculan con los padres/familia, a fin de comunicar la valoración que realizan sobre el proceso del alumno.

Así como a cada modelo de Estado podemos identificarlo con diferentes tipos de gobiernos que han asumido el diseño y gestión de distintas políticas públicas a lo largo de la historia, podemos expresar que a cada política pública educativa, corresponden también determinadas concepciones ideológicas respecto a las finalidades y objetivos de la educación, que necesariamente se traducen en el diseño de propuestas curriculares, orientaciones didáctico-pedagógicas, criterios de evaluación de los procesos de aprendizaje en función de las intencionalidades pedagógicas que se sustentan.  Por eso mismo, los instrumentos de valoración de los aprendizajes se corresponderán a esto criterios contextuales y sociohistóricos.

En los boletines que se presentan adjuntos podemos analizar múltiples aspectos referidos a las políticas educativas, modelos de Estado y ciudadano, concepciones antropológicas y filosóficas que sustentan las políticas educativas, culturas institucionales y gramáticas escolares que sustentan las valoraciones que se leen en el boletín.

Es muy interesante leer en el boletín de 1925 los aspectos físicos (color de la piel, ojos, nariz, aseo) que clasifican a los alumnos según criterios biológicos – antropológicos – científicos que sustentaban las prácticas pedagógicas de la época.

Es una continuidad el control de asistencia e inasistencias, que determinan el cumplimiento con la normativa respecto a la obligatoriedad escolar.

Respecto a la conducta se han asumido diferentes criterios de valoración.  Mientras en 1925 se explicita la valoración en el boletín, en las siguientes etapas se lo considera dentro del “’área social” o en “nota estímulo”, como en el boletín de 1981, o bien como dentro de las “observaciones” a partir de los 90’.  Esto responde a cambios en las concepciones sobre los criterios de evaluación en los que se ha ido profundizando a lo largo de la historia la concepción de educación integral, por lo que los diseños curriculares fueron transformándose desde la clasificación en objetivos generales y operacionales en los que se medían conductas, hacia la consideración de competencias que se vinculaban con la clasificación de los contenidos en actitudinales – procedimentales – conceptuales, hasta concebir en la actualidad la integridad de la conducta humana, en la que no podemos atomizar a la persona sino valorar su desempeño integral mientras aprenden contenidos que la involucran en todos sus sentidos.  Esto se corresponde con un cambio en la concepción de las áreas y modos de conocer de cada disciplina que hoy se reflejan en los diseños curriculares, en los cuales se concibe que mientras aprendemos conceptos, también involucramos los procedimientos propios que requiere el dominio de tales conceptos, pero al mismo tiempo se espera del estudiante que asuma las actitudes propias que requiere el contenido y sus modos de conocer.  Por estas razones, la división en materias o asignaturas, fue transformándose en áreas o espacios curriculares que permiten una mirada integral y compleja sobre los contenidos escolares, pero también una mirada integral sobre el proceso aprendizaje, por lo que hoy por ejemplo se presentan las áreas de Matemática o de Prácticas del Lenguaje como prácticas.

Es interesante el contraste en la valoración del proceso de aprendizaje en la escuela oficial y la privada.  En la última, muchas veces se emplea un sistema de evaluación -información paralelo al oficial, a fin de explicitar algunos de los aspectos que se valoran en la cultura institucional en particular.

Otra diferencia epocal tiene que ver con el tipo de calificación (conceptual o numérica); la periodización de los informes; y los criterios de acreditación y promoción según la concepción del proceso de aprendizaje.

Cada época informa del estudiante los aspectos esperables a su contexto y políticas educativas.  Pero también comunica de acuerdo a lo se espera que la institución escolar promueva en los alumnos.  Aquí jugarán también las representaciones subjetivas que padres y alumnos se harán sobre la interpretación de los informes que no siempre son muy explícitos en lo que quieren informar con un “bien”, “muy bien”, “insuficiente”, cuatro, ocho, ANS, PS, etc.

En síntesis, a la hora de interpelar ese valioso instrumento de la cultura material escolar, no puede sino develar una realidad tan compleja como la cultura misma en la cual se inscribe y merece ser escuchado y leído a fin de poder comprender su sentido socio-histórico.

Artículos vinculados…

Edith Litwin: http://www.educared.org/global/ppce/los-boletines-de-calificaciones-o-documentar-la-evaluacion

 

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Desde hace dos años, realizamos un convenio de integración con una escuela de educación especial. Por lo tanto, tenemos algunas “libretas compartidas”, en las que ambas instituciones acuerdan y establecen la nota final del alumno con una escala y objetivos diferentes. Esto me genera una gran contradicción: hasta qué punto integrar es hacer una libreta diferente? Si creo que cada persona realiza un recorrido particular, en un tiempo que le es propio, y considero que evaluar tiene que ver con monitorear ese proceso, por qué hacer una libreta diferente? Si en definitiva, todos somos diferentes, es que hay algunos más diferentes que otros?

Para seguir reflexionando…

Si los sujetos somos todos diferentes… ¿cómo evaluar los mismos contenidos trabajados en el aula sin dejar de lado que cada alumno se relaciona de modo diferente con el conocimiento? Frente a una escuela que enseña un determinado cúmulo de contenidos a todos ¿cómo garantizar una verdadera apropiación de lo enseñado sin dar lugar a qué sea un “como si” en el que sólo se responde por el mero hecho de responder a lo esperado?
La cultura escolar (Viñao, 2008) está compuesta por modos de pensar y hacer institucionalizadas; formas de ordenamiento y acciones que se replican en el tiempo. Sin embargo, también forman parte de ellas elementos materiales o extrasomáticos. Esta cultura escolar, material, posee distintos componentes: la disposición y uso del tiempo y del espacio, los enseres del aula, el material didáctico escolar, y por último, la producción audiovisual. Dentro de los materiales, encontramos aquellos que produce la institución, o bien, los producidos por los alumnos. Ahora bien, los boletines son un ejemplo de estos últimos; son objetos materiales de la cultura escolar.
El boletín como elemento material de la cultura escolar está “rodeado” o está entrecruzado por una serie de variables que se fueron afianzando con el transcurso de los años. Si tomamos los aportes de María del Mar del Pozo Andrés Andrés (2013), podemos afirmar que tomando como punto de partida a los objetos materiales de la escuela, es posible analizar sus significaciones culturales, su ubicación en las instituciones y las prácticas de la enseñanza. El boletín se encuentra inmerso en la cultura escolar, atravesado por una multiplicidad de variables y significaciones que se perpetuaron en el tiempo; entre ellos: la acreditación de los saberes, las calificaciones otorgadas al alumno, la comunicación del proceso escolar, entre otros. En esta línea, según los aportes de Alicia Camilloni (1998), la calificación tiene el propósito de comunicar y hacer explícitos los resultados de la evaluación, en tanto interpretación o juicio valorativo que el evaluador realiza sobre bases de informaciones aportadas por el proceso de medición: En esta línea, el boletín plasma las calificaciones, pero… ¿las calificaciones son realmente representativas de la labor realizada por el alumno en un determinado lapso de tiempo? ¿El boletín, con sus calificaciones, muestra el esfuerzo de los estudiantes? ¿Da cuenta de los avances, retrocesos o “mesetas” en los aprendizajes de los alumnos?
Nadie puede negar el alto nivel de legitimidad o el grado de validez que caracteriza al boletín, sin embargo, también cuenta con “reclamos”, quejas, de padres y de alumnos, incluso de docentes, por no reflejar fielmente el proceso del alumno. Quizás esto nos indica que es necesario comenzar a pensar otras formas válidas y consensuadas que cubran las falencias que se le impugnan al boletín… No se trata de una tarea sencilla, ya que como dijimos al principio, el boletín es parte de la cultura escolar, y se ha perpetuado en el tiempo, pero, la cultura se encuentra tensionada por el cambio y la permanencia; por lo instituído y lo instituyente. Con esto queremos decir que los cambios en un elemento tan enraizado no son inmediatos, pero tampoco imposibles. Se necesitará tiempo para poder rasgar el núcleo duro de la gramática escolar, en términos de Tyack y Cuban, para hallar formas que reemplacen o complementen a la ya existente. Será cuestión de “revisitar” la escuela, a sus elementos, a la cultura escolar con una mirada renovada, que logre captar aquellos lugares de vacancia, que a la vez son potenciales para que acontezca el cambio, o al menos, para que permita ser pensado, para comenzar a hacer ruido…

“En la medida en que uno piensa sobre lo que hace,
sobre su significación, sobre los fracasos que uno vive,
es a partir de esta reflexión que uno puede transformarse”
(Filloux, Jean Claude, 1996)

Escenas

La alumna chantapufi y la vivencia del “zoquete”

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Esta imagen es un comunicado escrito por la maestra del grado a la madre en el boletín de la alumna en cuestión; vale destacar que se trata de mi madre. Ella me cuenta, y siempre me contó, que no le gustaba estudiar, y como es gemela idéntica, cuando podía “zafar” mi tía pasaba en su lugar en las lecciones y evaluaciones…Pero luego de varios años las maestras se daban cuenta y la controlaban…por eso las notas del boletín, y la nota de la maestra. Es posible encontrar en esta nota similitudes con lo relatado por Daniel Pennac en su libro, sólo que en vez de hablar desde el lugar de alguien que “padece” su escolaridad por ser un mal alumno, se escucha la vivencia de alguien que al contrario, intenta desligarse de la responsabilidad que todo alumno debe asumir en la escuela.
Contextos diferentes, décadas que no son iguales, escolaridades que difieren entre si. Sin embargo, hay una gran semejanza, en ambos casos, con el boletín, en tanto objeto escolar, se genera un tipo de relación, un conjunto de significados que atraviesan al sujeto en tanto alumno, más allá del tiempo y del espacio.
——Chantapufi es una palabra propia del lunfardo. Refiere a una persona que no tiene reparos en engañar o mentir para obtener provecho.

El sabor amargo del boletín

Recuerdo la entrega del boletín de segundo grado de la primaria en la década del ´90. No era una alumna 10 pero me esforzaba, me gustaba el colegio y estudiaba, mis notas eran buenas. Sin embargo recuerdo con sabor amargo el casillero que decía observaciones ya que ahí se señalaba “debe participar más en clase”. Yo era una de las “calladas” y cuando veía que todo el mundo levantaba la mano me daba vergüenza, a pesar de que en muchas ocasiones mis compañeros respondían lo que yo también pensaba. Creo que esto habla de la concepción de alumno que se manejaba. A mi me molestaba tener esa observación porque me gustaba ir al colegio, aprender y estudiar, pero no era de “los q levantaban la mano”. El boletín “esperaba” un tipo de alumno, no importaba la razón por la que no respondía a lo esperado… Si los sujetos somos todos diferentes… ¿cómo evaluar los mismos contenidos trabajados en el aula sin dejar de lado que cada alumno se relaciona de modo diferente con el conocimiento? Frente a una escuela que enseña un determinado cúmulo de contenidos a todos ¿cómo garantizar una verdadera apropiación de lo enseñado sin dar lugar a qué sea un “como si” en el que sólo se responde por el mero hecho de responder a lo esperado?

El contenido cambia…la forma permanece

Primer escena
En medio de una mudanza, llenando cajas y cajas con aproximadamente 80 años de la historia de una familia archivada en un sótano, van apareciendo una serie de objetos… Portafolio de cuero, un frasco de tinta china medio seco, un cuaderno de caligrafía, una escarapela, varios simulcop (aunque estos ya los conocía, de hecho encontré un cuaderno de estos cuando era pequeña y me di el gusto de usarlo en mi escolaridad primaria), un cuaderno de ¿primero superior?…Y entro estos representantes de la cultura material de la escuela, una libretita pequeña, forrada amorosamente con un papel floreado. Al abrirlo dice claramente “LIBRETA ESCOLAR”; perteneció a mi madre en 1960. Sumergida en semejante hallazgo lo inspecciono. Allí se consignan las normas del instituto (se trata de una institución privada), la justificación de inasistencias, una escala de calificaciones que van del sobresaliente al aplazado o reprobado y le sigue una tabla con las clasificaciones mes a mes.
Si hacemos “el juego de las diferencias” entre este boletín y el que aparece en la siguiente imagen y es de 2012, podemos encontrar varias similitudes y varias diferencias. Las escalas, clasificaciones, notas, disposición en la hoja…, elementos del pasado que continúan a la vez que otros se reeditan en función de lo que acontece en el escenario escolar actual. En este sentido, el boletín en tanto objeto escolar guarda estrecha relación con las características de la escuela, con el atravesamiento entre lo instituido y lo instituyente, con la tradición y el cambio.

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boletín Vicky

Segunda escena
Los siguientes fragmentos corresponden al libro de Daniel Pennac “Mal de escuela”. Tal como señala el autor en la contratapa, no se trata de un libro sobre la escuela, sino un libro sobre el zoquete. “Sobre el dolor de no comprender y sus daños colaterales”; se trata del relato de cómo ser un mal alumno. Pennac se detiene y mira su pasado como alumno, sus vivencias y experiencias como mal estudiante (en la década de 1950), para luego volver y hablar desde su lugar actual como docente, más precisamente como Profesor de Lengua y Literatura en un liceo parisino. Explora distintos sentidos construidos, significaciones que lo atravesaron y atraviesan como persona a partir de ser “Un zoquete sin fundamento histórico, sin razón sociológica, sin desamor: un zoquete en sí. Un zoquete arquetipo” (Pennac, 2008: 25).
Los fragmentos seleccionados dan cuenta de sensaciones, emociones, y significaciones que se construyen en torno a los boletines escolares; ya sea en el alumno, en su familia o en los mismos docentes.

“De modo que yo era un mal alumno. Cada anochecer de mi infancia, regresaba a casa perseguido por la escuela. Mis boletines hablaban de la reprobación de mis maestros. Cuando no era el último de la clase, era el penúltimo. (¡Hurra!) (…) llevaba a casa unos resultados tan lamentables que no eran compensados por la música, ni por el deporte, ni, en definitiva, por actividad escolar alguna”. (Pennac, 2008: 17)

“La madre. Está sola en casa, la cena terminada, los platos por lavar, las notas del muchacho delante de sus narices, el muchacho encerrado con doble vuelta de llave en su habitación ante un videojuego, o ya fuera, de farra con su pandilla a pesar de una tímida prohibición…Sola, con la mano en el teléfono, vacila. Explicar por enésima vez el caso del hijo, recorrer una vez más el historial de fracasos, qué fatiga, Dios mío… Y la perspectiva del futuro agotamiento: tener que buscar también ese año alguna escuela que le acepte…pedir un día de permiso en la oficina o en la tienda…visitas a los directores del centro…la barrera de la secretaría…papeles que llenar…esperar la respuesta”. (Pennac, 2008: 43)

“Profesores, hermanos míos, os lo suplico; pensad en vuestros colegas cuando, en el silencio de la sala de profesores, escribís en los boletines que el tercer trimestre será decisivo”. (Pennac, 2008: 44)

De ayer, de hoy y… ¿de siempre?

Tal y como han explicado y desarrollado distintos autores, tales como Lahire, Tyack y Cuban, Viñao, la escuela y los elementos que la constituyen se encuentran atravesados por la tensión entre permanencia y cambio; por aquello que hizo que se perpetuara en el tiempo y el espacio y por lo que le permite ser la institución educativa por antonomasia. Niños, jóvenes, adultos y adultos mayores se encuentran familiarizados con los objetos escolares, entre estos, el boletín escolar. Más de uno puede contarnos una anécdota que lo traiga a colación al relatar una experiencia de la escuela. A su vez, los boletines se encuentran rodeados, o bien, se construyen en su entorno un sinfín de representaciones que son propias de cada uno de los sujetos con los cuales se vincula: el dueño del boletín, el docente que lo completa, la directora que lo firma, el entorno familiar que lo recibe y debe firmarlo… Toda esta “escena” se activa en cada periodo escolar; la nota que va al boletín, la reunión de padres para entregarlos, la firma de los padres que no debe faltar, el “compromiso” de mejorar las notas, etc. Imágenes, situaciones que pueden hallarse en la biografía escolar de varias generaciones. Y no sólo eso, como siempre afirmaban (¿y afirman?) los docentes “el boletín es un documento, no es cualquier papel”; fuera de la sacralizad que en ciertas ocasiones se le ha otorgado, es una realidad. El boletín comunica la evolución en el proceso de escolaridad, señala los avances y retrocesos, a la vez que permite dar paso, o no, a que el alumno promocione al siguiente año de escolaridad.
Por todos estos motivos elegí abordar los boletines escolares, y por eso también la pregunta inicial. Si consideramos el tiempo de vida de la escuela, y la permanencia de sus objetos, podemos afirmar que llevará tiempo rasgar el núcleo duro de la gramática escolar en lo que refiere a la evaluación, calificación y comunicación de los resultados obtenidos por los alumnos; en este sentido, quizás no podemos decir que los boletines estarán siempre…pero si que todavía les queda camino por recorrer al interior de la institución escolar.

Bibliografía Utilizada

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DUSSEL, Inés. (2005). “Cuando las apariencias no engañan: Una historia comparada de los uniformes escolares en Argentina y en los Estados Unidos (siglos XIX-XX)”. Pro-posicoes, v.16.n.1. (46).

El ritual como semillero del cambio. En http://blogs.flacso.org.ar/elblogdecurriculum/about/

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VIDAL, D. (2009). Cultura escolar. Una herramienta teórica para explorar el pasado y el presente de la escuela en su relación con la sociedad y la cultura. Clase 1. En Diplomatura Superior en Currículum y Prácticas escolares en contexto. Buenos Aires, FLACSO virtual. Argentina