De María José Miranda

La mayoría de  los docentes del IES opinan que  la representación que tienen los estudiantes sobre el examen final está relacionada, en general, con la autoestima e imagen de sí mismo y con emociones negativas.

 Reflexionar sobre este enunciado nos lleva a pensar en primer lugar en  la educación que, según Poggi (clase 6), está inmersa y se debate  en un mar de paradojas, tensiones y contradicciones y, en segundo lugar (pero no menos importante) en la cultura escolar (trayectoria escolar, hábitos de estudio, boletines, libretas), las tradiciones (bolilleros, mesas examinadoras), el currículum oculto (vinculado con sistema de poder), la población escolar (más diversa   social y culturalmente)  y  los dispositivos de evaluación, acreditación y calificación que cada nivel educativo construye.

  Siendo la educación una práctica social y la evaluación uno de sus principales actos que se lleva a cabo en las instituciones educativas, podemos abordarla desde distintos aspectos: ideológicos, sociales, pedagógicos, psicológicos y técnicos; porque evaluar es valorar y esto tiene connotaciones diversas, ya que tiene que ver con concepciones históricas y sociales que predominan en el contexto que sin duda la condiciona.

En relación con lo mencionado podemos tomar las palabras de Daniel Pinkasz (clase 7) quien comenta que la evaluación ha sido y es un formidable portador de significados y, por lo tanto, un vehículo eficiente de comunicación entre profesores, estudiantes y padres.  La  calificación, la nota, que la evaluación expresa de manera convencional, representa, las competencias adquiridas sobre determinada materia y de esta manera se torna fácilmente comunicable. Además, expresa que la evaluación ha sido parte de los dispositivos de ejercicio de la autoridad en la escuela. No debe pensarse en este caso en el más o menos frecuente uso de la evaluación como mecanismo disciplinario sino, lo que es mucho más importante, como el dispositivo mediante el cual se organiza y sanciona el progreso del alumno en una secuencia de aprendizajes; por medio de la acreditación, se premia o se castiga el esfuerzo, en definitiva, se ordena y clasifica al conjunto de la población escolar.

Por otro lado, la falta de confianza en sí mismo, los nervios, el estrés y las ansiedades que generan el examen final en los estudiantes puede ser fruto de ausencias de capital cultural en la familia, lo que no les permite a los padres acompañar y apoyar a sus hijos en el proceso de aprendizaje y se puedan mover en los ritmos y exigencias del nivel superior. Agnes Van Zanten (clase 8) desde un análisis de la sociología de la educación resignifica la importancia del capital cultural, social y económico  de los padres en instancias de aprendizaje,  lo que  contribuye  a favorecer las trayectorias escolares de los jóvenes.

Tanto en el nivel inicial, como en el primario, secundario y superior la instancia de evaluación es una construcción histórica  y una  práctica compleja que genera una mezcla de sensaciones en la diversidad de alumnos, por lo que sería interesante que más allá de la gestión de la práctica escolar el docente también trabaje cuestiones que potencien el ser un sujeto de aprendizaje.

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