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Los saberes puestos en juego en la cultura digital

Tengo un sobrino que se llama Daniel, cuando tenía 4 años  comenzó a llamarle mucho la atención la notebook de su mamá. Ella solía trabajar desde la casa y en ocasiones le mostraba algunos videos de youtube con los dibujos animados que a él le gustaban.

En su espíritu explorador, aprendió rápidamente a manejar el mouse y comenzó a “toquetear” los botones del teclado. Siempre era advertido que eso podría romperse. Su mamá en búsqueda de que él aprendiese a cuidar el instrumento, le enseñó identificar las letras y luego de eso a escribir su nombre con el “Paint”. Entonces, por repetición, ella nombraba cada letra del abecedario y él las tipeaba, las coloreaba, agrandaba, etc.- Así, a los 5 años de edad Daniel escribía “Daniel” “Mama” “Papa” “Abu” y “Sol” (que es el nombre de su mascota).

Como sabemos, las TICs no se reducen a las computadoras y teléfonos inteligentes. Son mucho más que esos dos artefactos. De la misma manera, la enseñanza y el aprendizaje trascienden las relaciones que puedan establecerse en el seno de un aula. A partir de las dos experiencias presentadas, queremos problematizar dos ejes: el vínculo que los estudiantes construyen con el conocimiento (los saberes) a partir de las relaciones con la tecnología y las formas (las prácticas) en que se desencadenan los aprendizajes a partir de las experimentaciones que este dispositivo desencadena.

Respecto al primer punto, sería conveniente remitirse a lo que Guillermina Tiramonti denomina “cambio de paradigma cultural” para comprender la incertidumbre que subyace en las prácticas docentes al momento de traer nuevos dispositivos al aula. La enseñanza es un acto de carácter comunicativo y es allí donde está anclada la revolución que desafía a las formas escolares, porque las obliga a replantear sus preceptos. La evolución de los sistemas de comunicación e información han reorganizado el acceso al saber y a la cultura. Entonces, solamente si la escuela asume a los medios como dimensión estratégica de la cultura –sigue sosteniendo la autora- podrá interactuar con los campos emergentes de experiencia que surgen de la reorganización de los saberes, los flujos de información, las redes de intercambio y con la “hibridación de las ciencias y las artes”. En relación a la primer escena, hay una cuestión sobre la que es necesario detenerse y es que cuando decimos que la escuela debería proporcionar herramientas para que los alumnos se conviertan en una suerte de decodificadores simbólicos de los flujos información que circulan en la mediatización de la cultura y las formas de vida, queremos decir que son los adultos responsables de la educación de los sujetos más jóvenes los que deben buscar las alternativas en los modos de alfabetización para favorecer el desarrollo de las capacidades cognitivas necesarias para realizar esas operaciones. Afirma Carina Lion en una entrevista, que “la confusión entre información y conocimiento es otro gran tema para los docentes. Lo que circula por internet es información y es tarea de los pedagogos transformarla en conocimiento, en redes de sentido, en redes cognitivas con significatividad. “No es una tarea menor y es responsabilidad de una brújula pedagógica que impida los naufragios en la red y permita entender que internet es una fuente más de información que debe contrastarse con otras”.

Este proceso hay que desatarlo en las prácticas de enseñanza para evitar que se produzca una “brecha digital” que devenga en desigualdad y exclusión. Es parte de incluir e integrar a todos en la escuela y también es un Derecho el de tener acceso (que es más complejo que solamente “ver”) a las redes y medios que son canales de cultura que la escuela transforma es saberes socialmente valorados. La cultura escolar ha incorporado a la cultura digital para que el proyecto de la escuela siga siendo por excelencia, el lugar de encuentro con el saber; porque –en términos de Marisa Massone- “han cambiado las formas en que se lee y se escribe, pero no ha cambiado el carácter privilegiado de esas prácticas”.  

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e-ducar en la cultura 3.0: saberes y prácticas en clave pedagógica

 

La cultura escolar es producto de una trama de relaciones entre saberes, conocimientos, rituales, materiales, prácticas individuales y colectivas. La cultura escolar es el motor que dinamiza y da sentido a lo que sucede las instituciones escolares. Para nosotros, los pedagogos, la cultura escolar es “la cultura para acceder a otras culturas” (Hèbrard, J. 2006, p.15). Así, bajo ese mandato, hemos desarrollado (con buenos resultados) nuestra tarea por 400 años.

Desde hace aproximadamente 20 años, se ha ido incorporado fuertemente a esta trama lo que se ha dado en llamar las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Esta tendencia ha instalado  y creado  en los sujetos, nuevas formas de relacionarse con el mundo, la cultura y el conocimiento, es decir nuevas subjetividades. El aula es hoy el ambiente donde convive la cultura escolar con la cultura digital y ese es un hecho que requiere de intervenciones en la enseñanza para “pedagogizar” las relaciones entre una y otra.

En este espacio -bien propio de la cultura digital- el propósito es indagar, desde algunas escenas de la vida en la escuela, las mediaciones pedagógicas que son posibles con algunas estrategias didácticas y necesarias para que los sujetos resignifiquen la experiencia escolar. Creemos profundamente que, como sostiene Guillermina Tiramonti, “la escuela es capaz de proporcionar a las nuevas generaciones las habilidades cognitivas necesarias para leer e interpretar los mensajes mediáticos que los interpelan. (…) Proporcionar un filtro cognitivo que los desplace del lugar de espectador pasivo y los transforme en lectores inteligentes de los mensajes que se les dirigen”. (Tiramonti, G. 2013)