El eje vertebrador de esta reflexión es la idea de que las nuevas tecnologías llegaron para quedarse creando una brecha generacional entre los denominados nativos e inmigrantes digitales.
A fines del siglo XX y principios del XXI, desde las políticas educativas se estimuló la incorporación de las computadoras en las escuelas, Canclini (2008) sostiene que la escuela pasó de lo escrito a lo visual sin haber hecho el tránsito de aprender a leer lo audiovisual.
En nuestro país la llegada de las NET a las escuelas se produjo masivamente a través del Programa Nacional Conectar Igualdad. Si bien es un gran paso en pos de la democratización, en un contexto de profundas desigualdades sociales y culturales como el de América Latina no todos los jóvenes gozan del universo hipertextual, conformándose una “brecha digital” entre quienes tienen acceso a internet, poseen equipos de última generación y acumulan conocimientos en éste sentido y quiénes no.
Para quienes nacimos en un tiempo anterior al de convivencia con la virtualidad, los modos en que tradicionalmente fuimos construyendo el conocimiento escolar son diferentes al de los jóvenes o nativos digitales. Podríamos decir que mientras ellos “miran al mundo por una pantalla” muchos de nosotros, aunque fuimos alcanzados en gran medida por internet y los medios audiovisuales, nos cuesta pensarlos en términos pedagógicos, parafraseando a Gamarnik (2008), “la utilización es desde una lógica instrumental como difusores de contenidos curriculares y no como objeto de estudio”.
La alfabetización virtual exige un lector crítico, capaz de interrelacionar imágenes, sonidos, textos y videos, internet no es democrático en sí mismo, Emilia Ferreiro (2001:18) advierte que “los navegantes de internet son barcos a la deriva si no saben tomar decisiones rápidas y seleccionar información”.
Si bien ha cambiado drásticamente la forma en que se lee y escribe, no ha cambiado el carácter privilegiado de éstas prácticas. Los nativos e inmigrantes digitales están en veredas opuestas ya que “todavía es mucho lo que (los jóvenes) pueden aprender para manejarse en la red, todos los aprendizajes vinculados con estrategias de lectura, con hábitos y modalidades que requieren de la mediación de los adultos” (A. Brito y otros, 2008).
Es necesario crear puentes entre unos y otros sin quedar atrapados en la nostalgia, porque como sostiene Umberto Eco, “El libro de papel no desaparecerá (…) La computadora es amiga de los libros (…) La computadora multiplicó los libros. Hoy nos la pasamos imprimiendo (…) La computadora permitió que todos puedan publicar sin pagar (…)”.
Esta nueva realidad de las TIC en el aula le plantea al docente un gran desafío: que además de adquirir la idoneidad para el manejo de estas nuevas tecnologías, debe ir más allá; debe lograr que se transformen no en meros recursos sino en nuevas concepciones de enseñanza y aprendizaje. No podemos negar que la búsqueda, el acceso, la selección y el procesamiento de la información ha variado significativamente con relación al libro impreso; incluso no sería disparatado pensar que las TIC pueden llegar a modificar los procesos cognitivos en situación de aprendizaje. Es más, estamos en condición de afirmar que estos procesos se han modificado.