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Corresponde a las consigna 5

La Comparación… en los resultados de la evaluación….

Angustia y comparación de los padres con sus hijos pretendiendo que sean como ellos fueron en su infancia.

Las expectativas de los padres, con sus emociones y angustias vinculadas a las proyecciones a corto y largo plazo, vinculado a otros campos sociales.

Tal como señalan Poggi, Bertoni Y Teobaldo (1996) “cuando la realidad que se evalúa se vincula con los aprendizajes en el contexto de la vida escolar, el juicio de la evaluación que se emite compromete a otros niveles con los que se articula el ámbito escolar… los ámbitos del aula y la escuela se inscriben en el campo educativo el cual a la vez se articula con otros campos sociales”.

“Empleamos la noción de campo en el sentido en que la define Pierre  Bourdieu, es decir, como espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias”.  “En este sentido, se habla de campo educativo, de campo económico, de campo político”… “El campo educativo podemos decir que se articula con otros campos como el científico, el artístico, el tecnológico y que se se encuentra en un contexto histórico- social sobre determinado, por el campo político y por el campo económico…”

“Este fenómeno es evidente en el caso de la evaluación, no solo por la articulación entre el campo educativo y otros campos, sino también por la función social que aquella cumple. Efectivamente en la medida en que la evaluación sanciona la adquisición o no de los aprendizajes que se consideran necesarios para el desempeño social, sus resultados repercuten no solo sobre el sujeto evaluado y su entorno inmediato en las circunstancias presentes, sino que tiene un efecto expansivo”, no necesariamente visible, sobre su inserción futura en otros  campos.”

“La evaluación en su nivel más visible, opera como un eje que articula el juego entre tres tipos de actores, docentes, alumnos y padres o quienes desempeñan el rol sustituto de éstos… En un nivel menos visible la evaluación pone en evidencia la vinculación entre los dos actores presentes de la relación pedagógica (docentes y alumnos) y un actor virtual: los futuros empleadores. Esta relación se percibe con mayor dificultad cuanto más alejado esta el alumno del mercado laboral…”[1]


[1] Bertoni, Alicia. Poggi, Margarita y Teobaldo, Marta. Evaluación. Nuevos Significados para una práctica Compleja. Buenos Aires. Editorial Kapelusz. 1996. 

funny-photo-3ba6miy5na-AS-SACADO-MALAS-NOTAS!!!!

 

El boletín escolar como elemento material que despliega algunas de las funciones de la evaluación educativa.

La elección del boletín escolar como elemento material (texto- documentación ) y sus funciones , se debe a la significatividad que tiene éste para los diversos sujetos escolares, por la diversidad de sentidos que se le atribuye, desde el sistema educativo en general, el equipo de gestión, los docentes, estudiantes, padres o tutores y otros.
Los docentes en general le atribuyen la función de comunicar a los padres o tutores las notas obtenidas por cada espacio curricular, las que se visualizan como resultados de aprendizaje de las evaluaciones formales y explícitas. Lo que no da cuenta de los procesos de aprendizaje reales de los chicos. Muchas veces la nota no refleja cuento aprendió un alumno de tal o cual tema, o cuanto se esforzó para aprender el mismo.
La función de injusticia o justicia para los chicos que inmediatamente –en algunos casos –se comparan con sus compañeros las notas o calificaciones obtenidas, muchas veces sin comprender el por qué de las diferencias.
Las expectativas de los padres, con sus emociones y angustias vinculadas a las proyecciones a corto y largo plazo, vinculado a otros campos sociales. Y éstas varían también según la cercanía a los cambios de bandera, en ansiedades y presiones ejercidas sobre los alumnos.
Las prácticas de enseñanza en relación con los resultados de aprendizaje de los estudiantes en el boletín escolar y la mirada, también evaluadora de los equipos de gestión, en función de las fortalezas y debilidades de determinados grupos.
Por último se destaca la función de información respecto de aspectos socio-emocionales vinculados a las normas de convivencia como esfuerzo personal, respeto y ejercicio de las normas, integración grupal; además de comunicar las inasistencias –justificadas –injustificadas y tardanzas.
El boletín escolar cumple con una función primordial de carácter formal de acreditación y promoción.

“Los afectos no obstaculizan la enseñanza, humanizan la educación”.

Me parece muy interesante realizar un análisis pedagógico respecto al lugar que ocupan las emociones dentro de la escuela, la relación existente, o no, entre los sentimientos y la educación.

Considero que no solo en la educación y el cuidado de los niños y jóvenes, el vínculo afectivo es condición de posibilidad de la tarea de educar. Ya que, en todas las circunstancias de la vida y demás relaciones humanas, la capacidad de ser afectados por el otro, involucrarse, es posibilidad de reconocimiento, representación, contención etc. La vinculación afectiva dentro de una institución salializadora, como lo es la escuela, nos compromete con la tarea  que realizamos, formar a los alumnos de todos los niveles (primario, secundario y terciario) como sujetos críticos y capaces de relacionarse con los demás.

Creo que es importante pensar y discutir sobre este tema porque por siglos ha existido una concepción hegemónica  sobre “el rol de maestro”, “lo profesional” que desconfía de los sentimientos y los afectos en el plano educativo. El amor aparece como un obstáculo  ante la objetividad de las calificaciones y la calidad de la enseñanza en general. Un vinculo desafectivizado con el otro, implica la objetivación del otro, la deshumanización del alumno.

Es por eso que los afectos, los sentimientos juegan un papel fundamental en la educación, ya que hoy en día, puede llegar a ser la escuela la única institución contenedora, que debe demostrar preocupación y cuidado por los alumnos.

A modo de reflexión:

A partir de este análisis pedagógica planteo cuestionar la función que tiene el boletín escolar, las notas reflejada las consecuencias emocionales que producen en la subjetividad de los alumnos, ya sean niños o adolescentes.

Recordando que el boletín escolar desde sus orígenes fue utilizado como un mecanismo de control, objetivando al alumno a partir de la nota, es así como la escuela les ha enseñado a competir con el otro, y a estar separados entre sí, considerando al otro no como su compañero sino como su rival. Memorizando no solo los contenido, sino también  que el docente es el quien educa, sabe, habla, disciplina, opta y prescribe su opinión, escoge el contenido, y los alumnos solo son, quienes jamás son escuchados , colocándolos en un rol pasivo de meros objetos que se adaptan a la situación, solo así, a través de la obediencia, se garantiza obtener “una buena nota final”, y es  como por medio de una “ calificación” lo alumnos son victimas del abandono, del maltrato y el desconocimiento de su propio potencial, de sus sentimientos, gustos, deseos y pensamientos.

Es por eso que insisto en plantear la necesidad de un nuevo paradigma educativo, que contemple lo afectivo, en esa relación escuela y cuidado de los alumnos.

Creo que se debe ampliar el rol del docente , dejar de ser vistos solo como transmisores del saber y controladores del disciplinamiento, sino que debemos darles a los educandos herramientas  para que sean personas con opinión, transmitirles conocimiento desde el amor y la comprensión, y explicarles diariamente  el respeto que deben tener por ellos mismos y por los otros.

Ayudarlos a formarse en el ámbito solidario, donde el intercambio entre pares afiance la pertenencia  a un grupo para revertir el rechazo que muchas veces recibe de la sociedad.

Es por eso que considero, desde mí rol como pedagoga social,  que es importante incorporar una educación social como práctica educativa, que tenga como principal objetivo cuidar al alumno desde lo afectivo, a través de una acción socioeducativa propuesta desde la escuela y ejercida no solo por docentes y alumnos, sino también comenzar a involucrar a las familias, como didáctica de lo social.

Entiendo que en la sociedad actual, y con las problemáticas sociales que se presenta, es fundamental que se priorice la socialización, como así también la adquisición de competencias sociales (la incorporación del sujeto de la educación a la diversidad de las redes sociales, entendida como el desarrollo de la sociabilidad y la circulación social) para una formación integral de los alumnos que les posibilite la participación cultural y social.

Este tipo de educación social contempla lo emocional, ya que forma parte de una educación integral del niño o adolescente, en donde ellos mismos puedan desarrollar la capacidad de sensibilidad , de expresar su vida afectiva, sus emociones y sentimientos, y acá en donde la escuela tiene un papel fundamental ya que  debe brindar la oportunidad de establecer un vínculo más directo a través de actividades artísticas que le enseñen a expresarse, y a su vez,  ayuden a crear nuevos lazos sociales al alumno con sus propios compañeros y con el docente.

El alumno mismo podrá desarrollar habilidades, destrezas y hábitos que serán transferibles a otras áreas de educación, trabajando conjuntamente y  comprometidos con estos valores sociales, como la afectividad y la comprensión del otro, desde una perspectiva interdiciplinar y transdiciplinar, teniendo en cuenta el proceso del alumno en su aprendizaje, y no, la calificación o nota final.

 

niño con alas.

Los boletines escolares como “objetos-huella” de la escuela

Las y los docentes hemos intentado, a lo largo de los años, favorecer los aprendizajes de las/os estudiantes, acompañarlos y guiarlos en sus procesos; medir, comprobar, comprender los resultados obtenidos a través de las prácticas de exámenes, evaluaciones y realizar el registro de los resultados en soportes materiales escritos como boletines u otros registros. Esta última práctica, se tornó tan cotidiana que pocas veces nos detuvimos a pensar, a develar los mecanismos inscriptos en la misma y los efectos que el boletín produce, como parte de la cultura escolar, en los diversos sujetos.

Un análisis más reflexivo y menos ingenuo, de los “objetos-huellas” de la escuela, en palabras de Antonio Viñao (2008), permite considerarlo como un productor de efectos o como dispositivo escolar.

El concepto de “dispositivo”, tiene un referente teórico en las ideas del filósofo Michel Foucault, quién entiende por dispositivo un conjunto heterogéneo de elementos: discursos, diseños arquitectónicos, reglamentos e instituciones a través de los cuales es posible describir las relaciones de poder y de saber. De este modo, los dispositivos “controlan” a los sujetos implicados en las prácticas pero, en algún sentido, los “producen”.

Si el boletín en su diseño, contenidos y formatos es un dispositivo emanado de los cuerpos administrativos y de políticas educativas nacionales y/o provinciales, fueron elaboradores con menores o mayores niveles de participación de los actores educativos en función de los contextos históricos, su historia es en parte la de las políticas educativas pero es también “un poco la historia de la escuela, de sus modelos de organización pedagógica y didáctica” (Viñao, Antonio;2008: 29). Se constituye, muchas veces, en un campo de disputas entre las visiones de los órganos de política educativa, los directivos y maestros, los niños y las niñas que pueblan cotidianamente las escuelas y las familias. Estos dispositivos son significados de manera diversa por los actores educativos y, lo educativo, como sostiene Silvia Finocchio (2010),“se inventó también en el día a día, en la relación del Estado con las prácticas de los sujetos, produciendo cambios y movimientos en los imaginarios, abriendo un espacio propio en un orden impuesto y haciendo de la práctica cultural cotidiana algo concerniente a las relaciones de fuerza que estructuran el campo educativo” . En esas disputas, los boletines fueron sufriendo cambios y produciendo sujetos escolares.

Como veníamos diciendo, los efectos que produce el boletín escolar, trasciende la vida escolar; ingresa en la vida cotidiana de las familias, que en muchas ocasiones son las que deben ir a retirarlo, firmarlo, y desde este lugar de participación y/o culpabilización, asumen o no, la responsabilidad de los logros o fracasos educativos de sus hijos/as.

En ese sentido, pensar los boletines, como dispositivo producido en la escuela pero que trasciende lo escolar, permite reflexionar sobre la cultura escolar donde se inscriben, sobre los usos y sentidos otorgados por docentes, directivos, estudiantes, padres/madres que interactúan en la escuela desde diferentes situaciones de poder.

“Las maestras/os estaban movilizadas, la vida cotidiana escolar había cambiado su ritmo habitual ese día. Es que, se entregaban los boletines del primer trimestre y las mamás y papás concurrirían a la escuela”
Las reuniones con padres, modifican la cotidianeidad escolar. Hay que diagramar tiempos y espacios; las maestras/os organizan una agenda de la reunión con la intención de planificar y anticipar posibles conflictos. Si la reunión es para entregar boletines los esfuerzos son mayores. ¿Cuáles pueden ser esos conflictos? ¿Por qué?¿Cuál la disputa?

“La maestra entrega los boletines a los papás y luego algunos se acercan para realizar preguntas o consultas; otros desean que la maestra les informe en forma oral los logros o dificultades de sus hijos, otros piden aclaraciones sobre algunos aspectos considerados “poco claros” en el boletín”.
La entrega de boletines es, tal vez, de las pocas veces que se convoca a los papás a las escuelas primarias (convocatoria que no se fundamenta en el pedido de colaboración).
Estos “encuentros” pueden hablar de “desencuentros”, cuando:
-La nota no consigue comunicar a los padres la multiplicidad de aristas asociadas al desempeño de sus hijos.
– No consiguen decodificar los signos elaborados por la cultura escolar, para la calificación de los estudiantes.
– La nota no es la esperada. (Stagno, Leandro; 2013: síntesis realizada a partir de los aportes en el foro de Prácticas I)

“La Maestra, luego de dar precisiones acerca del boletín – su cuidado, fecha de devolución con la respectiva firma del adulto responsable, el valor de documento que porta el mismo-, da por finalizada la reunión”
El boletín es significado por la cultura escolar como documento público del (probable) desempeño de los estudiantes, por eso requiere ciertos cuidados. Durante el año escolar, los boletines deben permanecer bajo la custodia de los responsables administrativos de las escuelas, los padres lo llevan a sus hogares para la firma, luego deben ser devueltos en el mismo estado en que fueron entregados.
Los boletines deben ser firmados por “padre-madre o adulto responsable”. ¿Cuál es el sentido de la firma del boletín?
Por último, otra de las reflexiones que me atraviesan – y seguramente serán desarrolladas en próximos escritos- es ¿cuál es el sentido del boletín para los estudiantes? Y ¿Para los padres, ya en sus hogares?.

La disciplinas que componen el curriculum y la evaluación:

A pesar de los cambios sociales, culturales e históricos vividos, algunos componentes de la cultura material escolar aun permanecen: las disciplinas del curriculum, jerárquicamente ubicadas, temporalmente secuenciadas, el agrupamiento de los alumnos, la definición de los tiempos para cada cosa, la gradualidad y simultaneidad, el sistema de calificación y acreditación, etc.  Al respecto, Flavia Terigi, en la clase 4[1], señala: Si se prolonga el análisis de la estructura curricular de la escuela primaria a lo largo del siglo XX, se encuentra una importante estabilidad. Como sostiene Benavot (2002), a partir de la década del 30 el esbozo esencial del currículum se ha hecho sorprendentemente incuestionable: un núcleo de materias (lengua, matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales, artes y educación física) aparece en la mayoría de los currícula oficiales en todos los períodos analizados, y se ha generalizado aún más con el tiempo.”

En este sentido, la pregunta sigue sonando en muchas prácticas áulicas: ¿un curriculum para quién?, la discusión acerca de la construcción curricular participativa y colectiva de los docentes, para escuela reales y alumnos reales, sigue estando en la agenda de la política educativa. Si bien se lograron avances, la escuela sigue funcionando con agrupamientos según las categorías de gradualidad y simultaneidad  predeterminada desde la modernidad. Tal como señala Daniel Pinkasz en la clase 7[2]: “la noción de “grupo clase” es una invención moderna (…) Los conocimientos se distribuyeron en unidades que debieron ser aprendidas por los alumnos en dichas unidades temporales. Esta división del conocimiento, y su especialización en materias, organizó también la formación de los docentes”.

Y A. Benavot (2002:62), afirma: “… los conocimientos escolares que intentan transmitir a los jóvenes en los diferentes niveles educativos y en los diferentes tipos de escuelas, están estandarizados en una medida sorprendente. (Los horarios semanales que definen oficialmente las materias que deben enseñarse y la asignación de tiempo por materia ya se encuentran en numerosos informes del siglo XIX.)”

 

En función de las investigaciones mencionadas y muchas otras que se encuentran en esta Especialización, cabe preguntarnos, que aprendizajes para la vida, potentes, útiles se logran con el estudio de un curriculum fragmentado? Como acercar brechas para que los sectores más desfavorecidos se apropien de esta cultura material? No tendremos que abrir la posibilidad a un nuevo curriculum, con otras disciplinas, con otra estructura de contenidos, con otras dinámicas de horarios, pensada según las particularidades de cada cultura institucional?. Será posible enseñar todo una mañana experiencias en un laboratorio de ciencias naturales, por ejemplo? O juegos matemáticos todos el martes, la construcción de un dialogo por celulares sin errores de ortografía y con buena gramática en lugar de sintaxis?. Pero sobre todo, se podrán evaluar estas experiencias mediante un sistema de calificación y acreditación?. Sí, sólo hace falta mirar la evaluación como construcción de información sobre un proceso de enseñanza y aprendizaje que habilita a tomar decisiones de mejora. La retroalimentación es un buen instrumento para ello, y sobre esos registros que aún permanecen: carpetas, trabajos prácticos, escritos personales, cuadernos y el dialogo con el “otro”.


[1] Las Clases se refieren al cursado de la Especializacion en Curriculum y prácticas escolares en contexto. FLACSO. Cohorte 2013.

[2] Ídem.

Desde hace dos años, realizamos un convenio de integración con una escuela de educación especial. Por lo tanto, tenemos algunas “libretas compartidas”, en las que ambas instituciones acuerdan y establecen la nota final del alumno con una escala y objetivos diferentes. Esto me genera una gran contradicción: hasta qué punto integrar es hacer una libreta diferente? Si creo que cada persona realiza un recorrido particular, en un tiempo que le es propio, y considero que evaluar tiene que ver con monitorear ese proceso, por qué hacer una libreta diferente? Si en definitiva, todos somos diferentes, es que hay algunos más diferentes que otros?

En relación con lo abordado en las escenas 1 y 2 y remitiéndonos al título del post sobre si los boletines pueden definir lo que un sujeto es, o puede llegar a ser, quisiera señalar que una de las funciones que poseen éstos en las instituciones educativas es una suerte de documentación a fin de brindar información a los padres sobre el desempeño cognitivo, conductual y emocional de los estudiantes, los cuales son relatados, firmados y sellados por los docentes, pero a su vez poseen una doble intencionalidad de quedar al resguardo frente a una queja de los mismos. Otra de las funciones que poseen los boletines por parte del sistema educativo, se relaciona con la acreditación de los aprendizajes y la certificación del grado obtenido y su promoción instalando en éste un poder que se basa en informar el avance o no de un alumno en las diferentes asignaturas, o el paso del año escolar. En éste punto se puede recuperar lo dicho por los autores de la clase 3 y 4 acerca de que el sistema de calificaciones puede generar una suerte de clasificación en los sujetos y por lo tanto promover procedimientos descalificadores. En este sentido la escuela con su modelo organizacional ha generado un modelo pedagógico que fuerza las formas de enseñar, las experiencias de aprendizaje de los alumnos y “construye” poblaciones, siempre al borde del estigma como por ejemplo, la de “sobre edad” o la de “población en riesgo educativo”. Categorías que sólo tienen sentido dentro en su propio universo como producciones de la cultura escolar, pero que en definitiva se extienden a toda la sociedad. En definitiva, la escuela se ha convertido hoy en día en una institución que moldea varias dimensiones de la sociedad a su imagen y semejanza. En éste sentido, es importante repensar al boletín como parte de la “cultura escolar” y develar, trasgredir su significación y estructura. El principal aspecto en éste sentido es que el estudiante muchas veces queda al margen, siendo que es él el principal destinatario, y que las valoraciones se realizan en torno a sus procesos, por ello sería importante que el realice una autoevaluación formándolo en una cultura responsable en torno a sus procesos educativos. Otra de las cuestiones que hacen al análisis es considerar que en los boletines generalmente se visualizan los resultados obtenidos de las diferentes evaluaciones trimestrales realizadas, reduciendo toda la tarea escolar a un aspecto cuantificable, medible, que a veces no se termina de correlacionar con los procesos vividos en las aulas, por ello debemos comprender que los boletines no son la realidad en sí misma, sino una representación simplificada de ella, y que muchas veces puede convertirse en una arma de doble filo transformándose en un mecanismo de subjetivación generando un moldeamiento en el sujeto etiquetándolo y marcándolo en lo que puede ser y hasta dónde puede llegar y cuáles son las metas que puede alcanzar y no lo que verdaderamente puede lograr. Es por ello que aún cuando pareciera que, por sus tradiciones, los boletines son difíciles de modificar entiendo que se debe analizar los criterios de su confección, quiénes, como intervienen en la producción de los mismos y como se produce la comunicación a los destinatarios principales que son nuestros estudiantes.

Ma. Teresita Quiroz

Para seguir reflexionando…

Si los sujetos somos todos diferentes… ¿cómo evaluar los mismos contenidos trabajados en el aula sin dejar de lado que cada alumno se relaciona de modo diferente con el conocimiento? Frente a una escuela que enseña un determinado cúmulo de contenidos a todos ¿cómo garantizar una verdadera apropiación de lo enseñado sin dar lugar a qué sea un “como si” en el que sólo se responde por el mero hecho de responder a lo esperado?
La cultura escolar (Viñao, 2008) está compuesta por modos de pensar y hacer institucionalizadas; formas de ordenamiento y acciones que se replican en el tiempo. Sin embargo, también forman parte de ellas elementos materiales o extrasomáticos. Esta cultura escolar, material, posee distintos componentes: la disposición y uso del tiempo y del espacio, los enseres del aula, el material didáctico escolar, y por último, la producción audiovisual. Dentro de los materiales, encontramos aquellos que produce la institución, o bien, los producidos por los alumnos. Ahora bien, los boletines son un ejemplo de estos últimos; son objetos materiales de la cultura escolar.
El boletín como elemento material de la cultura escolar está “rodeado” o está entrecruzado por una serie de variables que se fueron afianzando con el transcurso de los años. Si tomamos los aportes de María del Mar del Pozo Andrés Andrés (2013), podemos afirmar que tomando como punto de partida a los objetos materiales de la escuela, es posible analizar sus significaciones culturales, su ubicación en las instituciones y las prácticas de la enseñanza. El boletín se encuentra inmerso en la cultura escolar, atravesado por una multiplicidad de variables y significaciones que se perpetuaron en el tiempo; entre ellos: la acreditación de los saberes, las calificaciones otorgadas al alumno, la comunicación del proceso escolar, entre otros. En esta línea, según los aportes de Alicia Camilloni (1998), la calificación tiene el propósito de comunicar y hacer explícitos los resultados de la evaluación, en tanto interpretación o juicio valorativo que el evaluador realiza sobre bases de informaciones aportadas por el proceso de medición: En esta línea, el boletín plasma las calificaciones, pero… ¿las calificaciones son realmente representativas de la labor realizada por el alumno en un determinado lapso de tiempo? ¿El boletín, con sus calificaciones, muestra el esfuerzo de los estudiantes? ¿Da cuenta de los avances, retrocesos o “mesetas” en los aprendizajes de los alumnos?
Nadie puede negar el alto nivel de legitimidad o el grado de validez que caracteriza al boletín, sin embargo, también cuenta con “reclamos”, quejas, de padres y de alumnos, incluso de docentes, por no reflejar fielmente el proceso del alumno. Quizás esto nos indica que es necesario comenzar a pensar otras formas válidas y consensuadas que cubran las falencias que se le impugnan al boletín… No se trata de una tarea sencilla, ya que como dijimos al principio, el boletín es parte de la cultura escolar, y se ha perpetuado en el tiempo, pero, la cultura se encuentra tensionada por el cambio y la permanencia; por lo instituído y lo instituyente. Con esto queremos decir que los cambios en un elemento tan enraizado no son inmediatos, pero tampoco imposibles. Se necesitará tiempo para poder rasgar el núcleo duro de la gramática escolar, en términos de Tyack y Cuban, para hallar formas que reemplacen o complementen a la ya existente. Será cuestión de “revisitar” la escuela, a sus elementos, a la cultura escolar con una mirada renovada, que logre captar aquellos lugares de vacancia, que a la vez son potenciales para que acontezca el cambio, o al menos, para que permita ser pensado, para comenzar a hacer ruido…

“En la medida en que uno piensa sobre lo que hace,
sobre su significación, sobre los fracasos que uno vive,
es a partir de esta reflexión que uno puede transformarse”
(Filloux, Jean Claude, 1996)

¿Qué se puede reflejar en un Boletín desde lo instituido y lo instituible?

Las prácticas de evaluación no son más que un momento del proceso de enseñaje, donde se ponen de manifiesto todas las estrategias bilaterales entre docentes y alumnos para tratar de enseñar y lograr aprender contenidos que siempre estarán en los libros de una biblioteca, o en una base de datos de la web. ¿Enseñar contenidos o enseñar a aprender? ¿Enseñar a aprender y aprender a enseñar para poder evaluar? ¿Evaluar lo aprendido o aprender a evaluar? Cuanto peso sobre nuestra tarea que parece inagotable de responsabilidad. El boletín de calificaciones puede subir al sujeto a lo más alto o condenarlo al fracaso, sino tomamos la evaluación con el compromiso que nuestra tarea nos exige.

Si observamos los boletines de un curso, donde la mayoría de los alumnos están aplazados en las materias, seguramente comenzaríamos analizando el grupo, rescatando a los pocos aprobados y separándolos de las manzanas podridas, defendiendo nuestras prácticas profesorales y culpando primero a los sujetos que son lideres negativos, luego al sistema político social que los subvenciona, al sistema educativo y a los contenidos curriculares mal elegidos, a la familia que no colabora o no muestra ningún interés por la educación de sus hijos y porque no a las nuevas tecnologías que le restan horas de estudio y acarrean un desgano por el desarrollo intelectual en los alumnos; por último y una vez descartadas todas las posibilidades anteriores atribuibles al fracaso escolar, podríamos llegar a analizar la remota posibilidad de no motivar, llegar, incentivar, acompañar o simplemente poder enseñar a nuestros alumnos y cumplir con nuestra tarea. Los más obsecuentes aducirían el fracaso a la suma de todos estos puntos mencionados. Esto también se lee en los boletines y no siempre nos damos por aludidos, claro, el Boletín siempre estuvo asignado a informar sobre el rendimiento del alumno. ¿Podemos pensar quizás que también informa sobre nuestras prácticas?

“El Boletín y sus supuestas funciones”

Según el diccionario, el Boletín es una publicación periódica sobre un determinado campo del saber. Son sinónimos de Boletín: circular, periódico, gaceta, folleto, diario. Si nos remitimos al área de educación, el Boletín sería un indicador informativo que va reflejando en forma progresiva el recorrido académico de un sujeto en evolución. Estos cambios se informan mediante un marcador denominado “nota” que puede ser numérica en la mayoría de los casos o puede adoptar otras formas según circunstancias  o momentos especiales que generalmente están conexos a una época o período particular del Sistema.

La nota nos comunica directamente con la evaluación, otro gran discutido dentro de nuestro sistema. Esta evaluación debe ser un proceso integrado al de aprendizaje de los alumnos, motivado por el docente y no impuesto por el mismo, disfrutado por el alumno y reconocido debidamente por el que enseña. En una evaluación nada debe quedar sin analizar; no es necesario sacrificar saberes o hipotecar conocimientos; un buen docente debe siempre debe saber lo que cada alumno quiere decir en una evaluación.

La nota puede ser un estimulo, pero también puede generar cierto grado de responsabilidad. Puede proponer en forma implícita la necesidad de suscitar un cambio de actitud o puede ser motivadora. El boletín que refleja las notas obtenidas en un periodo de tiempo, es un instrumento cargado de calificaciones cuantitativas y no cualitativas,  contraposición que manifiesta,  que su uso está viciado de fisuras que lo cuestionan y lo interpelan permanentemente y lo han condenado en muchas oportunidades. Estas grietas son las que provocan sus cambios y modificaciones estructurales que siempre terminan trayendo a la mesa más dudas que soluciones, que se evidencian seriamente en la práctica y que no pueden ser sostenidas con argumentos teóricos pensados en una oficina, sino que obligan a transmutar los escritorios del asesoramiento para trabajar insitu, desde el campo educativo mismo.  De hecho, los boletines son elementos cuestionables y su permanencia en el tiempo no los exonera de ser factibles de cambios, sino que por el contrario, los condena permanentemente a repensarlos y modificarlos estructural y funcionalmente.

A pesar de todos estos supuestos, los boletines se han mantenido prácticamente inalterables a lo largo de la historia del Sistema Educativo, desde lo estructural y funcional, franqueando todas las reformas a nivel macro y reafirmando su permanencia a través del tiempo como verdaderos caudillos, sin rendirse se han vuelto a elegir una y otra vez como instrumento informativo y mecanismo de control cuantitativo. Es difícil imaginar cómo pudo este elemento, casi in inmutable transformarse en inagotable, sin poder ser reemplazado, pudiendo remapearse para sostenerse casi inalterable a todos los cambios epocales. Su impermeabilidad a las reformas educativas y su paradigmática naturalización nos llevan a cuestionarnos su aplicabilidad, ya que al no encontrar rivales que puedan derrotarlo, sigue siendo el   indiscutible favorito entre todos los sugeridos, que no le pueden dar batalla, hasta ahora. Los boletines pueden concentrar gran cantidad de información, producir grandes frustraciones en los alumnos y en la familia, generar sentimientos de conformidad, bienestar y hasta de resignación, habilitar estrategias de socialización, cuestionar a Alumnos, Docentes, Escuela y hasta el mismo Sistema Educativo, pueden dar respuesta pero también pueden engendrar grandes interrogantes, pero prevalecen, siempre están presentes y su función sigue siendo la misma para la que fueron puestos en práctica, para lo que fueron pensados. Son como aquella piedra en el zapato, que sabemos que esta pero que no sabemos porque esta, y sabemos que piensa permanecer ahí hasta que se decida lo contrario. Son como ese estigma que reaparece cada año como el año anterior y aunque no lo deseamos y no lo veamos “siempre esta”. No se rinde,  no se resigna, no descansa, se impone naturalmente y siempre se cuestiona, para bien o para mal, pero siempre está.