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Corresponde a las consignas 1, 2 y 3

El boletín: tensiones, límites y posibilidades

Volver la mirada sobre el boletín como parte de la cultura material de la escuela nos posibilita acercarnos a la comprensión de la trama  que se teje entre la escuela, la sociedad y la cultura.

Podemos afirmar que el boletín como instrumento artificial construido por los sujetos ha   permitido sistematizar y organizar las prácticas de evaluación y “devolución” de lo “aprendido”, simplificando la tarea docente pero ¿qué se evalúa? ¿Cómo se reconocen las trayectorias escolares? ¿a quién  y que se comunica con el boletín?

Es preciso volver a tensionar y problematizar  las situaciones de enseñanza, es allí donde es preciso develar matrices de formación construidas como parte de las biografías escolares tanto de los docentes como de los alumnos, ya que han instalados modos y expectativas cristalizados que no permite abordar problemas y condiciones de los contextos. Reconociendo además los saberes ordinarios “a los que se entienden como saberes  que orientan la acción en los oficios pero sobre los cuales los sujetos…no dan cuenta”[1] ¿cómo tensionarlos?

Según Litwin (2010) en los boletines, a lo largo de la historia, la mirada ha sido centrada en tres aspectos: los resultados de los aprendizajes (en las distintas asignaturas) aspectos personales vinculados con la tarea (participación, manejo del tiempo, etc.) aspectos socio emocionales (actitudes solidarias, cuidado personal, etc.). Consideramos que es primordial que los alumnos en primer lugar y las familias en segundo lugar, conozcan las valoraciones que realizan los docentes sobre su aprendizaje en la escuela, como fueron construidas esas valoraciones, ya que muchas veces un número o símbolo no nos dice nada acerca del recorrido transitado

Son esosrecorridos, las trayectorias escolares, las que es necesario reconocer, en ellas se ponen en juego sujetos, grupos, instituciones  y contextos a lo largo del tiempo. Trayectorias diversas, situadas en diferentes contextos y tiempos, que se entrecruzan con otras y van marcando un itinerario particular, ligado a  experiencias escolares, familiares, sociales, políticas, económicas y culturales.

Quizás el mayor desafío sea poder diseñar otros medios de comunicación / devolución de lo que acontece en el aula y la escuela. Propiciar un espacio pedagógico, democrático y formativo para los que intervienen en la evaluación,  acercaría el intercambio entre docentes, alumnos y familias (algo que no paso en la entrega de boletines mencionado en la narrativa) donde los “resultados” expresados por los números no provoquen reacciones de rechazo, indiferencias y /o incredulidad. En ese intercambio se pueden retomar temas, argumentos, que definen posiciones de reconocimiento reciproco que habilitan la palabra de todos.

 

En las imágenes se observan como en el boletín se ordena las distintas disciplinas con sus respectivas notas, estas “intentan” dar cuenta de los saberes aprendidos.

Las calificaciones eran mensuales, sin diferenciar materias.
En el boletín constaba el mes, la aplicación (es decir la nota), el comportamiento, las inasistencias, faltas de puntualidad y en observaciones se escribían las recomendaciones necesarias


[1]-Chartier, A. M. (2000) “Fazeresordinários da classe: uma aposta para a pesquisa e para a formação”, en Revista Educaçao e Pesquisa Nº 26, 2, jul/dez, Brasil en Clase 3.Diplomatura Superior en Curriculum y prácticas escolares en contexto.FLACSO.Argentina

Los boletines como “huellas” de la escuela

Intentaré analizar el boletín escolar como objeto característico en la historia de la escuela, representante en su materialidad de los modelos pedagógicos y didácticos imperantes.
Parafraseando a Saccheto (Viñao, 2008) pensaré al boletín como un “objeto-huella” de la escuela, como uno mas de tantos objetos que, a pesar de las transformaciones sociales, culturales e institucionales que ha atravesado el sistema educativo, perdura. Me refiero a una permanencia en cuanto a su materialidad y finalidad, un  papel membretado sellado y firmado por autoridades institucionales que intenta representar, a través de calificaciones, el proceso de aprendizaje de un alumno. Sus objetivos fueron y son acreditar los saberes logrados y comunicar oficialmente los mismos. Pero en realidad el contenido de estos papeles va mas allá, podríamos decir que en él se reflejan efectos de construcciones de saberes sobre el alumno, el profesor y la pedagogía (Gonçalves Vidal, 2012). Es por esto que una entrega de libretas difícilmente pase inadvertida. La siguiente viñeta humoriza esta situación, sin embargo ese sabor amargo que deja a quienes trabajamos en educación me lleva a múltiples preguntas en relación al  sentido, el valor, las expectativas que tanto familias como escuela depositan hoy en este objeto.

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¿Qué cambios operaron en esta transformación? ¿Por qué un mismo objeto puede sentirse y valorarse de maneras tan diversas? ¿Cuál es el sentido que hoy tiene el boletín?

Salvador Dalí

Hay señales que la cultura escolar fuertemente vinculada con la escuela tradicional está cambiando. Ese cambio se manifiesta en las prácticas que se producen en las relaciones que los sujetos establecen con el mundo en su materialidad. Sin embargo, algunas prácticas en torno a los boletines parecieran permanecer en el tiempo al igual que los relojes pintados por Dalí siguen perfectamente verosímiles marcando la hora, supuestamente en torno a las 18:00.

A pesar de ese rasgo distintivo que marca una regularidad y continuidad, los relojes como la memoria se han reblandecido por el paso del tiempo. En un fiel rechazo de pensar el tiempo como una influencia sólida y determinista. Sobre ese tiempo estructurado que marcan los relojes, irrumpe la estructura blanda señalando la presencia indiscutible de lo vivencial, lo no racional… aquello que no puede ser controlado porque simplemente sucede.

De la misma manera, al indagar en los formatos de los boletines puede divisarse algunos intersticios que vislumbran rupturas y quiebres, marcas personales que van más allá de las regulaciones dispuestas.

 

 

Des-armando los boletines…

¿Por qué darle la palabra?

Por María Inés Tarditi

En una especie de provocación sugestiva, ese objeto material comenzó a movilizar mi curiosidad. Quizás, justamente por haberse vuelto cotidiano y ser la evidencia material de la trama conceptual propuesta entre acreditación, promoción y evaluación. No obstante, había algo… un silencio provocado por su forma, su contenido y en las prácticas asociadas a él que me hacía preguntar: qué más se puede decir de los boletines escolares?.

Su presencia reiterada, me sugería la estrecha relación entre el universo de la escritura y la invención de la escuela moderna. De ahí, me dispuse a pensarlo como un dispositivo escolar, en tanto un conjunto de prácticas discursivas articuladas entre sí de un determinado modo, y que producen un efecto sobre los sujetos escolares.

Sigo mi búsqueda… me encuentro con un artículo del Monitor de Educación Común[1] donde percibo indicios acerca de su origen histórico vinculado con la necesidad de establecer “con precisión todos los pasos de la vida” de los alumnos de las escuelas primarias.

Con nuevas pistas los detalles fueron asumiendo otra dimensión… Lo que parecía sin sentido ahora adquiría significación: así surgieron los rituales de entrega y se vislumbraron formatos que evidencian las razones y sin razones de su escritura.

 


[1]El Monitor de la Educación Común, 1920. Año 38- Nº 571.