¿Por qué darle la palabra?
Por María Inés Tarditi
En una especie de provocación sugestiva, ese objeto material comenzó a movilizar mi curiosidad. Quizás, justamente por haberse vuelto cotidiano y ser la evidencia material de la trama conceptual propuesta entre acreditación, promoción y evaluación. No obstante, había algo… un silencio provocado por su forma, su contenido y en las prácticas asociadas a él que me hacía preguntar: qué más se puede decir de los boletines escolares?.
Su presencia reiterada, me sugería la estrecha relación entre el universo de la escritura y la invención de la escuela moderna. De ahí, me dispuse a pensarlo como un dispositivo escolar, en tanto un conjunto de prácticas discursivas articuladas entre sí de un determinado modo, y que producen un efecto sobre los sujetos escolares.
Sigo mi búsqueda… me encuentro con un artículo del Monitor de Educación Común[1] donde percibo indicios acerca de su origen histórico vinculado con la necesidad de establecer “con precisión todos los pasos de la vida” de los alumnos de las escuelas primarias.
Con nuevas pistas los detalles fueron asumiendo otra dimensión… Lo que parecía sin sentido ahora adquiría significación: así surgieron los rituales de entrega y se vislumbraron formatos que evidencian las razones y sin razones de su escritura.