Intentaré analizar el boletín escolar como objeto característico en la historia de la escuela, representante en su materialidad de los modelos pedagógicos y didácticos imperantes.
Parafraseando a Saccheto (Viñao, 2008) pensaré al boletín como un “objeto-huella” de la escuela, como uno mas de tantos objetos que, a pesar de las transformaciones sociales, culturales e institucionales que ha atravesado el sistema educativo, perdura. Me refiero a una permanencia en cuanto a su materialidad y finalidad, un papel membretado sellado y firmado por autoridades institucionales que intenta representar, a través de calificaciones, el proceso de aprendizaje de un alumno. Sus objetivos fueron y son acreditar los saberes logrados y comunicar oficialmente los mismos. Pero en realidad el contenido de estos papeles va mas allá, podríamos decir que en él se reflejan efectos de construcciones de saberes sobre el alumno, el profesor y la pedagogía (Gonçalves Vidal, 2012). Es por esto que una entrega de libretas difícilmente pase inadvertida. La siguiente viñeta humoriza esta situación, sin embargo ese sabor amargo que deja a quienes trabajamos en educación me lleva a múltiples preguntas en relación al sentido, el valor, las expectativas que tanto familias como escuela depositan hoy en este objeto.
¿Qué cambios operaron en esta transformación? ¿Por qué un mismo objeto puede sentirse y valorarse de maneras tan diversas? ¿Cuál es el sentido que hoy tiene el boletín?