Por María Inés Tarditi
¿Qué escribir?… Esa pregunta me sugería distintos itinerarios de escritura. Vislumbraba, varias puertas de entrada a nuevos trazos que buscaban sugestivamente conversar con esos aportes siempre insinuantes, esfuerzos por construir diálogos con la cotidianeidad. Finalmente, elegí dos entradas: la primera refiere a una situación vivida recientemente y la segunda intenta recuperar la voz de antaño.
MI PRIMER ESCENA…
Hace unos días, en una reunión con las familias se entregaron los boletines –junto con las net- para los estudiantes de los primeros años de secundaria. Cuando ingresé a la escuela, me encontré con sillas dispuestas en hilera reproduciendo la disposición dentro del aula del formato escolar tradicional… “esos modos específicos en que se buscó y busca regular la apariencia y la disposición de los cuerpos” (Dussel, I).
Me dirigí al lugar “designado” para los profesores: “frente a los padres”.
Sentí la rigidez en esa distancia. Se inicia la reunión con un relato “denso” y aburrido, según miradas y gestos, sobre consideraciones de la Res. Nº 551/1/10 de la provincia -Sistema de evaluación, calificación y acompañamiento a las trayectorias-.
Paso seguido, fuimos invitados a expresar un comentario general sobre los alumnos, exposición pública donde las palabras se volvieron tensas. Se acercaba el momento de hablar… sentía el peso de algunas miradas, mi cuerpo se resistía a formar parte nuevamente de ese ritual. Vivía el “encarnamiento” de los cuerpos del que habla McLaren, me vi atravesada por esa cultura escolar. Algunos padres se acercaron a preguntar sobre los aprendizajes de sus hijos… muchos “encandilados” solo se inquietaron por las net.
LA SEGUNDA ESCENA…
Había llegado el día que “Susana” deseaba evitar. La maestra de 2º Grado, se disponía a entregar los boletines con todo su cuerpo implacable recubierto de un blanco impecable.
La Maestra, en voz alta y de pie pronuncia su nombre: “Susana”!. A continuación procede a exponer una observación ante el heterogéneo público que esperaba expectante su turno: “Como siempre… desprolija! Más cuidado en la escritura, debe mejorar la letra y no se distraiga tanto!”. Estaba sucediendo nuevamente: “el trabajo específicamente pedagógico, como trabajo racionalmente orientado” (Tenti Fanfani) producía determinado habitus. Las indicaciones de carácter correctivas iban acompañadas por el aprendizaje implícito de las maneras, de los estilos que expresa la sumisión al orden. En ese preciso momento Susana quería volverse invisible… su cuerpo sentía en ese acto de nominación la demarcación y estigmatización.
La maestra prosiguió con ese acto, había llegado el turno de “Carlos” –hijo de una familia de clase alta de la localidad-. El tono de voz de la Sra. Claudia se volvió dulce y dirigiéndose al resto de los alumnos exclamó: “Carlitos un ejemplo! Continúa así! Felicitaciones!”.
Susana vivía el impacto del poder estructurador del lenguaje… en ese acto de clasificación escolar cada uno conocía sus límites.