Según el diccionario, el Boletín es una publicación periódica sobre un determinado campo del saber. Son sinónimos de Boletín: circular, periódico, gaceta, folleto, diario. Si nos remitimos al área de educación, el Boletín sería un indicador informativo que va reflejando en forma progresiva el recorrido académico de un sujeto en evolución. Estos cambios se informan mediante un marcador denominado “nota” que puede ser numérica en la mayoría de los casos o puede adoptar otras formas según circunstancias o momentos especiales que generalmente están conexos a una época o período particular del Sistema.
La nota nos comunica directamente con la evaluación, otro gran discutido dentro de nuestro sistema. Esta evaluación debe ser un proceso integrado al de aprendizaje de los alumnos, motivado por el docente y no impuesto por el mismo, disfrutado por el alumno y reconocido debidamente por el que enseña. En una evaluación nada debe quedar sin analizar; no es necesario sacrificar saberes o hipotecar conocimientos; un buen docente debe siempre debe saber lo que cada alumno quiere decir en una evaluación.
La nota puede ser un estimulo, pero también puede generar cierto grado de responsabilidad. Puede proponer en forma implícita la necesidad de suscitar un cambio de actitud o puede ser motivadora. El boletín que refleja las notas obtenidas en un periodo de tiempo, es un instrumento cargado de calificaciones cuantitativas y no cualitativas, contraposición que manifiesta, que su uso está viciado de fisuras que lo cuestionan y lo interpelan permanentemente y lo han condenado en muchas oportunidades. Estas grietas son las que provocan sus cambios y modificaciones estructurales que siempre terminan trayendo a la mesa más dudas que soluciones, que se evidencian seriamente en la práctica y que no pueden ser sostenidas con argumentos teóricos pensados en una oficina, sino que obligan a transmutar los escritorios del asesoramiento para trabajar insitu, desde el campo educativo mismo. De hecho, los boletines son elementos cuestionables y su permanencia en el tiempo no los exonera de ser factibles de cambios, sino que por el contrario, los condena permanentemente a repensarlos y modificarlos estructural y funcionalmente.
A pesar de todos estos supuestos, los boletines se han mantenido prácticamente inalterables a lo largo de la historia del Sistema Educativo, desde lo estructural y funcional, franqueando todas las reformas a nivel macro y reafirmando su permanencia a través del tiempo como verdaderos caudillos, sin rendirse se han vuelto a elegir una y otra vez como instrumento informativo y mecanismo de control cuantitativo. Es difícil imaginar cómo pudo este elemento, casi in inmutable transformarse en inagotable, sin poder ser reemplazado, pudiendo remapearse para sostenerse casi inalterable a todos los cambios epocales. Su impermeabilidad a las reformas educativas y su paradigmática naturalización nos llevan a cuestionarnos su aplicabilidad, ya que al no encontrar rivales que puedan derrotarlo, sigue siendo el indiscutible favorito entre todos los sugeridos, que no le pueden dar batalla, hasta ahora. Los boletines pueden concentrar gran cantidad de información, producir grandes frustraciones en los alumnos y en la familia, generar sentimientos de conformidad, bienestar y hasta de resignación, habilitar estrategias de socialización, cuestionar a Alumnos, Docentes, Escuela y hasta el mismo Sistema Educativo, pueden dar respuesta pero también pueden engendrar grandes interrogantes, pero prevalecen, siempre están presentes y su función sigue siendo la misma para la que fueron puestos en práctica, para lo que fueron pensados. Son como aquella piedra en el zapato, que sabemos que esta pero que no sabemos porque esta, y sabemos que piensa permanecer ahí hasta que se decida lo contrario. Son como ese estigma que reaparece cada año como el año anterior y aunque no lo deseamos y no lo veamos “siempre esta”. No se rinde, no se resigna, no descansa, se impone naturalmente y siempre se cuestiona, para bien o para mal, pero siempre está.