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Los cambios y permanencias en los boletines

Reflexión sobre las escenas

Sabemos que las escuelas de hoy no son iguales a las de un tiempo atrás. Han cambiado las formas y los contenidos de enseñanza, la cotidianeidad y el formato institucional, sin embargo seguimos tropezando con las piedras de la inercia y los temores al cambio (Siede, 2013). En las fotos de boletines escolares subidas que van del 1926 al 2009 ¿No hay mas coincidencias que diferencias? Entonces me pregunto, ¿Qué sentidos tiene hoy la confección y entrega de boletines? Y teniendo en cuenta las escenas relatadas ¿Cómo plasmar en estos boletines recorridos pedagógicos –didácticos divergentes?

En  los casos I y II podemos apreciar que aún cuando  la escuela logra sortear los obstáculos de la resistencia al cambio y flexibilizan el modelo organizacional típico de la escuela secundaria, aparecen situaciones que desde el modelo pedagógico imperante no pueden ser resueltas (Terigi, 2013) “ Si, si hacemos adaptaciones curriculares, pero ¿Cómo determino cuál es el nivel de APROBADO con un alumno que ni mantenerse quieto y concentrado puede” dice una profesora en relación a la escena I. “¿Cómo completo las notas de la libreta si no vino a clase y todos sus compañeros si lo hicieron levantándose muy temprano?” para la escena II. Estos cuestionamientos revelan la insistencia de esas marcas exclusoras construidas desde el interior de la escuela (Dussel, 2004). ¿No se convertiría, en este caso el boletín, en un mecanismo (específicamente escolar) productor de desigualdades escolares? Teniendo en cuenta la obligatoriedad de este nivel me cuestiono siguiendo a Falconi (2004) ¿Cuál sería una real posibilidad de igualdad? ¿Qué propuestas pedagógicas brindamos a los jóvenes en sus nuevos modos de habitar la escuela?  Y por último ¿En estas propuestas son importantes los boletines tal como los conocemos?

Partiendo de la idea de que la escuela sigue siendo la institución que debe garantizar el acceso a conocimientos valiosos que posibiliten un mayor acercamiento a proyectos vitales y a la inclusión social, es que creo primordial no perder de vista que las miradas anquilosadas, naturalizadas, estigmatizantes sobre aquellos jóvenes que muestran otros modos de habitar las escuelas, terminan reproduciendo aquello que con las políticas educativas en torno a la obligatoriedad pretenden cambiar.

Me sigo preguntando; el tradicional boletín escolar, ¿Puede representar a niños y jóvenes que escapan a la tradicional escena escolar? ¿Cómo “encasillar” (teniendo en cuenta que las tablas de doble entrada es otra de las permanencias en los boletines de por lo menos los últimos 70 años) trayectorias educativas personalizadas? ¿El boletín continúa siendo el  mejor instrumento para reflejar el progreso de nuestros alumnos? ¿Qué otro modelo/mecanismo podría reemplazarlo?

La imagen de la primer viñeta confirma la desacreditación del antiguo pacto escuela-familia, pero también nos puede hacer pensar que esta “huella” de la cultura escolar puede empezar a verse como “insuficiente” (utilizando su propio lenguaje) a la hora de acreditar “fracasos” y “éxitos” de trayectorias educativas  pensándolas en plural.

Reflexión acerca de esa forma ritual asociada a la entrega de boletines…

Por María Inés Tarditi

Vuelvo sobre esas escenas inadvertidas que dibujan “la compleja madeja de sentimientos, saberes, formas de vínculo social y otros acontecimientos que los rituales encierran” (McLaren, 1994). Puesta en escena donde la participación obligada de algunos actores es inducida sutilmente al firmar una circular en la cual puede leerse: “Queridos docentes, los invitamos a compartir la entrega de boletines”.

Cada actor ocupa un lugar prescripto en la cuadrícula espacio-temporal que viene a reforzar el formato escolar tradicional. El ritual va a dar comienzo. En su despliegue se perciben miradas y gestos que expresan aburrimiento. El movimiento de los cuerpos presentes pareciera entrar en un juego que transita del consentimiento a la resistencia silenciada. Hay algo en esa aparente contradicción entre “disconformidad retórica y conformidad performativa” (Guillén), que me hace preguntar: Por qué esos rituales persisten en las instituciones? Me aventuro a dilucidar alguna respuesta: quizá porque llevan implícitos u ocultos prescripciones sobre el lugar de los sujetos escolares, atestiguando de qué manera el cuerpo encarna relaciones de poder desiguales inscriptas en la cultura escolar.

El ritual pasa y traspasa, convirtiéndose en una especie de ceremonia donde entran en juego maneras de actuar que se repiten con cierto grado de invariabilidad aludiendo a cierta dimensión calificable de “sagrada” (McLaren, 1995:55). Ceremonia mediante la cual se realizan fuertes intentos por regular las prácticas dentro de una institución escolar evitando que caigan en el “flujo de la indeterminación” (Sally Falk Moore). Retomo lo señalado, para luego analizar desde otra mirada las circunstancias descriptas. Observo ahora, de qué manera el trabajo específicamente pedagógico, como trabajo racionalmente orientado produce determinado habitus.  Suspendo la escritura en un intento por comprender lo que subyace detrás de esas prácticas que nada tienen de desinteresadas. Así, el trabajo racionalmente orientado percibido en ese acto ritual induce un conjunto de disposiciones habituales y predisposiciones, tendencias o inclinaciones duraderas que, al integrar todas las experiencias pasadas, van a funcionar como una matriz de percepciones, apreciaciones y acciones. De este modo, los habitus construidos en ese momento determinado, pasan a convertirse en principios que van a estructurar las experiencias futuras de los sujetos (Tenti Fanfani).

Continúo con este ensayo por desnaturalizar esa forma ritual asociada a los boletines. Así veo surgir una nueva pista que revela la operación de clasificación evidenciada en la “sanción en cifras (la nota)” que puede estructurar el “juicio profesoral” (Bourdieu), sustentado sobre un conjunto de criterios difusos. Durante la puesta en acción de esa ceremonia develo que a veces las apreciaciones de los docentes parecen apoyarse sobre la escritura de los/las estudiantes, cuando se advierte sobre su “desprolijidad”, en clara referencia a una taxonomía práctica de la escuela que está lejos de ser neutra socialmente. Me detengo y retrocedo pensando en esa escena. En ese ejercicio encuentro que las apreciaciones más favorables aparecen cada vez con mayor frecuencia a medida que el origen social de los alumnos es más elevado. De esa manera, empiezan a asomar las formas escolares de clasificación que anuncian disimuladamente la diferenciación de clases.

 

Salvador Dalí

Hay señales que la cultura escolar fuertemente vinculada con la escuela tradicional está cambiando. Ese cambio se manifiesta en las prácticas que se producen en las relaciones que los sujetos establecen con el mundo en su materialidad. Sin embargo, algunas prácticas en torno a los boletines parecieran permanecer en el tiempo al igual que los relojes pintados por Dalí siguen perfectamente verosímiles marcando la hora, supuestamente en torno a las 18:00.

A pesar de ese rasgo distintivo que marca una regularidad y continuidad, los relojes como la memoria se han reblandecido por el paso del tiempo. En un fiel rechazo de pensar el tiempo como una influencia sólida y determinista. Sobre ese tiempo estructurado que marcan los relojes, irrumpe la estructura blanda señalando la presencia indiscutible de lo vivencial, lo no racional… aquello que no puede ser controlado porque simplemente sucede.

De la misma manera, al indagar en los formatos de los boletines puede divisarse algunos intersticios que vislumbran rupturas y quiebres, marcas personales que van más allá de las regulaciones dispuestas.

 

 

Des-armando los boletines…

¿Por qué darle la palabra?

Por María Inés Tarditi

En una especie de provocación sugestiva, ese objeto material comenzó a movilizar mi curiosidad. Quizás, justamente por haberse vuelto cotidiano y ser la evidencia material de la trama conceptual propuesta entre acreditación, promoción y evaluación. No obstante, había algo… un silencio provocado por su forma, su contenido y en las prácticas asociadas a él que me hacía preguntar: qué más se puede decir de los boletines escolares?.

Su presencia reiterada, me sugería la estrecha relación entre el universo de la escritura y la invención de la escuela moderna. De ahí, me dispuse a pensarlo como un dispositivo escolar, en tanto un conjunto de prácticas discursivas articuladas entre sí de un determinado modo, y que producen un efecto sobre los sujetos escolares.

Sigo mi búsqueda… me encuentro con un artículo del Monitor de Educación Común[1] donde percibo indicios acerca de su origen histórico vinculado con la necesidad de establecer “con precisión todos los pasos de la vida” de los alumnos de las escuelas primarias.

Con nuevas pistas los detalles fueron asumiendo otra dimensión… Lo que parecía sin sentido ahora adquiría significación: así surgieron los rituales de entrega y se vislumbraron formatos que evidencian las razones y sin razones de su escritura.

 


[1]El Monitor de la Educación Común, 1920. Año 38- Nº 571.

Hoy… se entregan boletines:

Por María Inés Tarditi

¿Qué escribir?… Esa pregunta me sugería distintos itinerarios de escritura. Vislumbraba, varias puertas de entrada a nuevos trazos que buscaban sugestivamente conversar con esos aportes siempre insinuantes, esfuerzos por construir diálogos con la cotidianeidad. Finalmente, elegí dos entradas: la primera refiere a una situación vivida recientemente y la segunda intenta recuperar la voz de antaño.

 

MI PRIMER ESCENA…

 Hace unos días, en una reunión con las familias se entregaron los boletines –junto con las net- para los estudiantes de los primeros años de secundaria. Cuando ingresé a la escuela, me encontré con sillas dispuestas en hilera reproduciendo la disposición dentro del aula del formato escolar tradicional… “esos modos específicos en que se buscó y busca regular la apariencia y la disposición de los cuerpos” (Dussel, I).

Me dirigí al lugar “designado” para los profesores: “frente a los padres”.

Sentí la rigidez en esa distancia. Se inicia la reunión con un relato “denso” y aburrido, según miradas y gestos, sobre consideraciones de la Res. Nº 551/1/10 de la provincia -Sistema de evaluación, calificación y acompañamiento a las trayectorias-.

Paso seguido, fuimos invitados a expresar un comentario general sobre los alumnos, exposición pública donde las palabras se volvieron tensas. Se acercaba el momento de hablar… sentía el peso de algunas miradas, mi cuerpo se resistía a formar parte nuevamente de ese ritual. Vivía el “encarnamiento” de los cuerpos del que habla McLaren, me vi atravesada por esa cultura escolar. Algunos padres se acercaron a preguntar sobre los aprendizajes de sus hijos… muchos “encandilados” solo se inquietaron por las net.

 

 

LA SEGUNDA ESCENA…

Había llegado el día que “Susana” deseaba evitar. La maestra de 2º Grado, se disponía a entregar los boletines con todo su cuerpo implacable recubierto de un blanco impecable.

La Maestra, en voz alta y de pie pronuncia su nombre: “Susana”!. A continuación procede a exponer una observación ante el heterogéneo público que esperaba expectante su turno: “Como siempre… desprolija! Más cuidado en la escritura, debe mejorar la letra y no se distraiga tanto!”. Estaba sucediendo nuevamente: “el trabajo específicamente pedagógico, como trabajo racionalmente orientado” (Tenti Fanfani) producía determinado habitus. Las indicaciones de carácter correctivas iban acompañadas por el aprendizaje implícito de las maneras, de los estilos que expresa la sumisión al orden. En ese preciso momento Susana quería volverse invisible… su cuerpo sentía en ese acto de nominación la demarcación y estigmatización.
La maestra prosiguió con ese acto, había llegado el turno de “Carlos” –hijo de una familia de clase alta de la localidad-. El tono de voz de la Sra. Claudia se volvió dulce y dirigiéndose al resto de los alumnos exclamó: “Carlitos un ejemplo! Continúa así! Felicitaciones!”.

Susana vivía el impacto del poder estructurador del lenguaje… en ese acto de clasificación escolar cada uno conocía sus límites.