Todas las entradas de: Noelia Andrea Ivaskovic

Para seguir reflexionando…

Si los sujetos somos todos diferentes… ¿cómo evaluar los mismos contenidos trabajados en el aula sin dejar de lado que cada alumno se relaciona de modo diferente con el conocimiento? Frente a una escuela que enseña un determinado cúmulo de contenidos a todos ¿cómo garantizar una verdadera apropiación de lo enseñado sin dar lugar a qué sea un “como si” en el que sólo se responde por el mero hecho de responder a lo esperado?
La cultura escolar (Viñao, 2008) está compuesta por modos de pensar y hacer institucionalizadas; formas de ordenamiento y acciones que se replican en el tiempo. Sin embargo, también forman parte de ellas elementos materiales o extrasomáticos. Esta cultura escolar, material, posee distintos componentes: la disposición y uso del tiempo y del espacio, los enseres del aula, el material didáctico escolar, y por último, la producción audiovisual. Dentro de los materiales, encontramos aquellos que produce la institución, o bien, los producidos por los alumnos. Ahora bien, los boletines son un ejemplo de estos últimos; son objetos materiales de la cultura escolar.
El boletín como elemento material de la cultura escolar está “rodeado” o está entrecruzado por una serie de variables que se fueron afianzando con el transcurso de los años. Si tomamos los aportes de María del Mar del Pozo Andrés Andrés (2013), podemos afirmar que tomando como punto de partida a los objetos materiales de la escuela, es posible analizar sus significaciones culturales, su ubicación en las instituciones y las prácticas de la enseñanza. El boletín se encuentra inmerso en la cultura escolar, atravesado por una multiplicidad de variables y significaciones que se perpetuaron en el tiempo; entre ellos: la acreditación de los saberes, las calificaciones otorgadas al alumno, la comunicación del proceso escolar, entre otros. En esta línea, según los aportes de Alicia Camilloni (1998), la calificación tiene el propósito de comunicar y hacer explícitos los resultados de la evaluación, en tanto interpretación o juicio valorativo que el evaluador realiza sobre bases de informaciones aportadas por el proceso de medición: En esta línea, el boletín plasma las calificaciones, pero… ¿las calificaciones son realmente representativas de la labor realizada por el alumno en un determinado lapso de tiempo? ¿El boletín, con sus calificaciones, muestra el esfuerzo de los estudiantes? ¿Da cuenta de los avances, retrocesos o “mesetas” en los aprendizajes de los alumnos?
Nadie puede negar el alto nivel de legitimidad o el grado de validez que caracteriza al boletín, sin embargo, también cuenta con “reclamos”, quejas, de padres y de alumnos, incluso de docentes, por no reflejar fielmente el proceso del alumno. Quizás esto nos indica que es necesario comenzar a pensar otras formas válidas y consensuadas que cubran las falencias que se le impugnan al boletín… No se trata de una tarea sencilla, ya que como dijimos al principio, el boletín es parte de la cultura escolar, y se ha perpetuado en el tiempo, pero, la cultura se encuentra tensionada por el cambio y la permanencia; por lo instituído y lo instituyente. Con esto queremos decir que los cambios en un elemento tan enraizado no son inmediatos, pero tampoco imposibles. Se necesitará tiempo para poder rasgar el núcleo duro de la gramática escolar, en términos de Tyack y Cuban, para hallar formas que reemplacen o complementen a la ya existente. Será cuestión de “revisitar” la escuela, a sus elementos, a la cultura escolar con una mirada renovada, que logre captar aquellos lugares de vacancia, que a la vez son potenciales para que acontezca el cambio, o al menos, para que permita ser pensado, para comenzar a hacer ruido…

“En la medida en que uno piensa sobre lo que hace,
sobre su significación, sobre los fracasos que uno vive,
es a partir de esta reflexión que uno puede transformarse”
(Filloux, Jean Claude, 1996)

Escenas

La alumna chantapufi y la vivencia del “zoquete”

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Esta imagen es un comunicado escrito por la maestra del grado a la madre en el boletín de la alumna en cuestión; vale destacar que se trata de mi madre. Ella me cuenta, y siempre me contó, que no le gustaba estudiar, y como es gemela idéntica, cuando podía “zafar” mi tía pasaba en su lugar en las lecciones y evaluaciones…Pero luego de varios años las maestras se daban cuenta y la controlaban…por eso las notas del boletín, y la nota de la maestra. Es posible encontrar en esta nota similitudes con lo relatado por Daniel Pennac en su libro, sólo que en vez de hablar desde el lugar de alguien que “padece” su escolaridad por ser un mal alumno, se escucha la vivencia de alguien que al contrario, intenta desligarse de la responsabilidad que todo alumno debe asumir en la escuela.
Contextos diferentes, décadas que no son iguales, escolaridades que difieren entre si. Sin embargo, hay una gran semejanza, en ambos casos, con el boletín, en tanto objeto escolar, se genera un tipo de relación, un conjunto de significados que atraviesan al sujeto en tanto alumno, más allá del tiempo y del espacio.
——Chantapufi es una palabra propia del lunfardo. Refiere a una persona que no tiene reparos en engañar o mentir para obtener provecho.

El sabor amargo del boletín

Recuerdo la entrega del boletín de segundo grado de la primaria en la década del ´90. No era una alumna 10 pero me esforzaba, me gustaba el colegio y estudiaba, mis notas eran buenas. Sin embargo recuerdo con sabor amargo el casillero que decía observaciones ya que ahí se señalaba “debe participar más en clase”. Yo era una de las “calladas” y cuando veía que todo el mundo levantaba la mano me daba vergüenza, a pesar de que en muchas ocasiones mis compañeros respondían lo que yo también pensaba. Creo que esto habla de la concepción de alumno que se manejaba. A mi me molestaba tener esa observación porque me gustaba ir al colegio, aprender y estudiar, pero no era de “los q levantaban la mano”. El boletín “esperaba” un tipo de alumno, no importaba la razón por la que no respondía a lo esperado… Si los sujetos somos todos diferentes… ¿cómo evaluar los mismos contenidos trabajados en el aula sin dejar de lado que cada alumno se relaciona de modo diferente con el conocimiento? Frente a una escuela que enseña un determinado cúmulo de contenidos a todos ¿cómo garantizar una verdadera apropiación de lo enseñado sin dar lugar a qué sea un “como si” en el que sólo se responde por el mero hecho de responder a lo esperado?

El contenido cambia…la forma permanece

Primer escena
En medio de una mudanza, llenando cajas y cajas con aproximadamente 80 años de la historia de una familia archivada en un sótano, van apareciendo una serie de objetos… Portafolio de cuero, un frasco de tinta china medio seco, un cuaderno de caligrafía, una escarapela, varios simulcop (aunque estos ya los conocía, de hecho encontré un cuaderno de estos cuando era pequeña y me di el gusto de usarlo en mi escolaridad primaria), un cuaderno de ¿primero superior?…Y entro estos representantes de la cultura material de la escuela, una libretita pequeña, forrada amorosamente con un papel floreado. Al abrirlo dice claramente “LIBRETA ESCOLAR”; perteneció a mi madre en 1960. Sumergida en semejante hallazgo lo inspecciono. Allí se consignan las normas del instituto (se trata de una institución privada), la justificación de inasistencias, una escala de calificaciones que van del sobresaliente al aplazado o reprobado y le sigue una tabla con las clasificaciones mes a mes.
Si hacemos “el juego de las diferencias” entre este boletín y el que aparece en la siguiente imagen y es de 2012, podemos encontrar varias similitudes y varias diferencias. Las escalas, clasificaciones, notas, disposición en la hoja…, elementos del pasado que continúan a la vez que otros se reeditan en función de lo que acontece en el escenario escolar actual. En este sentido, el boletín en tanto objeto escolar guarda estrecha relación con las características de la escuela, con el atravesamiento entre lo instituido y lo instituyente, con la tradición y el cambio.

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boletín Vicky

Segunda escena
Los siguientes fragmentos corresponden al libro de Daniel Pennac “Mal de escuela”. Tal como señala el autor en la contratapa, no se trata de un libro sobre la escuela, sino un libro sobre el zoquete. “Sobre el dolor de no comprender y sus daños colaterales”; se trata del relato de cómo ser un mal alumno. Pennac se detiene y mira su pasado como alumno, sus vivencias y experiencias como mal estudiante (en la década de 1950), para luego volver y hablar desde su lugar actual como docente, más precisamente como Profesor de Lengua y Literatura en un liceo parisino. Explora distintos sentidos construidos, significaciones que lo atravesaron y atraviesan como persona a partir de ser “Un zoquete sin fundamento histórico, sin razón sociológica, sin desamor: un zoquete en sí. Un zoquete arquetipo” (Pennac, 2008: 25).
Los fragmentos seleccionados dan cuenta de sensaciones, emociones, y significaciones que se construyen en torno a los boletines escolares; ya sea en el alumno, en su familia o en los mismos docentes.

“De modo que yo era un mal alumno. Cada anochecer de mi infancia, regresaba a casa perseguido por la escuela. Mis boletines hablaban de la reprobación de mis maestros. Cuando no era el último de la clase, era el penúltimo. (¡Hurra!) (…) llevaba a casa unos resultados tan lamentables que no eran compensados por la música, ni por el deporte, ni, en definitiva, por actividad escolar alguna”. (Pennac, 2008: 17)

“La madre. Está sola en casa, la cena terminada, los platos por lavar, las notas del muchacho delante de sus narices, el muchacho encerrado con doble vuelta de llave en su habitación ante un videojuego, o ya fuera, de farra con su pandilla a pesar de una tímida prohibición…Sola, con la mano en el teléfono, vacila. Explicar por enésima vez el caso del hijo, recorrer una vez más el historial de fracasos, qué fatiga, Dios mío… Y la perspectiva del futuro agotamiento: tener que buscar también ese año alguna escuela que le acepte…pedir un día de permiso en la oficina o en la tienda…visitas a los directores del centro…la barrera de la secretaría…papeles que llenar…esperar la respuesta”. (Pennac, 2008: 43)

“Profesores, hermanos míos, os lo suplico; pensad en vuestros colegas cuando, en el silencio de la sala de profesores, escribís en los boletines que el tercer trimestre será decisivo”. (Pennac, 2008: 44)

De ayer, de hoy y… ¿de siempre?

Tal y como han explicado y desarrollado distintos autores, tales como Lahire, Tyack y Cuban, Viñao, la escuela y los elementos que la constituyen se encuentran atravesados por la tensión entre permanencia y cambio; por aquello que hizo que se perpetuara en el tiempo y el espacio y por lo que le permite ser la institución educativa por antonomasia. Niños, jóvenes, adultos y adultos mayores se encuentran familiarizados con los objetos escolares, entre estos, el boletín escolar. Más de uno puede contarnos una anécdota que lo traiga a colación al relatar una experiencia de la escuela. A su vez, los boletines se encuentran rodeados, o bien, se construyen en su entorno un sinfín de representaciones que son propias de cada uno de los sujetos con los cuales se vincula: el dueño del boletín, el docente que lo completa, la directora que lo firma, el entorno familiar que lo recibe y debe firmarlo… Toda esta “escena” se activa en cada periodo escolar; la nota que va al boletín, la reunión de padres para entregarlos, la firma de los padres que no debe faltar, el “compromiso” de mejorar las notas, etc. Imágenes, situaciones que pueden hallarse en la biografía escolar de varias generaciones. Y no sólo eso, como siempre afirmaban (¿y afirman?) los docentes “el boletín es un documento, no es cualquier papel”; fuera de la sacralizad que en ciertas ocasiones se le ha otorgado, es una realidad. El boletín comunica la evolución en el proceso de escolaridad, señala los avances y retrocesos, a la vez que permite dar paso, o no, a que el alumno promocione al siguiente año de escolaridad.
Por todos estos motivos elegí abordar los boletines escolares, y por eso también la pregunta inicial. Si consideramos el tiempo de vida de la escuela, y la permanencia de sus objetos, podemos afirmar que llevará tiempo rasgar el núcleo duro de la gramática escolar en lo que refiere a la evaluación, calificación y comunicación de los resultados obtenidos por los alumnos; en este sentido, quizás no podemos decir que los boletines estarán siempre…pero si que todavía les queda camino por recorrer al interior de la institución escolar.