Las y los docentes hemos intentado, a lo largo de los años, favorecer los aprendizajes de las/os estudiantes, acompañarlos y guiarlos en sus procesos; medir, comprobar, comprender los resultados obtenidos a través de las prácticas de exámenes, evaluaciones y realizar el registro de los resultados en soportes materiales escritos como boletines u otros registros. Esta última práctica, se tornó tan cotidiana que pocas veces nos detuvimos a pensar, a develar los mecanismos inscriptos en la misma y los efectos que el boletín produce, como parte de la cultura escolar, en los diversos sujetos.
Un análisis más reflexivo y menos ingenuo, de los “objetos-huellas” de la escuela, en palabras de Antonio Viñao (2008), permite considerarlo como un productor de efectos o como dispositivo escolar.
El concepto de “dispositivo”, tiene un referente teórico en las ideas del filósofo Michel Foucault, quién entiende por dispositivo un conjunto heterogéneo de elementos: discursos, diseños arquitectónicos, reglamentos e instituciones a través de los cuales es posible describir las relaciones de poder y de saber. De este modo, los dispositivos “controlan” a los sujetos implicados en las prácticas pero, en algún sentido, los “producen”.
Si el boletín en su diseño, contenidos y formatos es un dispositivo emanado de los cuerpos administrativos y de políticas educativas nacionales y/o provinciales, fueron elaboradores con menores o mayores niveles de participación de los actores educativos en función de los contextos históricos, su historia es en parte la de las políticas educativas pero es también “un poco la historia de la escuela, de sus modelos de organización pedagógica y didáctica” (Viñao, Antonio;2008: 29). Se constituye, muchas veces, en un campo de disputas entre las visiones de los órganos de política educativa, los directivos y maestros, los niños y las niñas que pueblan cotidianamente las escuelas y las familias. Estos dispositivos son significados de manera diversa por los actores educativos y, lo educativo, como sostiene Silvia Finocchio (2010),“se inventó también en el día a día, en la relación del Estado con las prácticas de los sujetos, produciendo cambios y movimientos en los imaginarios, abriendo un espacio propio en un orden impuesto y haciendo de la práctica cultural cotidiana algo concerniente a las relaciones de fuerza que estructuran el campo educativo” . En esas disputas, los boletines fueron sufriendo cambios y produciendo sujetos escolares.
Como veníamos diciendo, los efectos que produce el boletín escolar, trasciende la vida escolar; ingresa en la vida cotidiana de las familias, que en muchas ocasiones son las que deben ir a retirarlo, firmarlo, y desde este lugar de participación y/o culpabilización, asumen o no, la responsabilidad de los logros o fracasos educativos de sus hijos/as.
En ese sentido, pensar los boletines, como dispositivo producido en la escuela pero que trasciende lo escolar, permite reflexionar sobre la cultura escolar donde se inscriben, sobre los usos y sentidos otorgados por docentes, directivos, estudiantes, padres/madres que interactúan en la escuela desde diferentes situaciones de poder.
“Las maestras/os estaban movilizadas, la vida cotidiana escolar había cambiado su ritmo habitual ese día. Es que, se entregaban los boletines del primer trimestre y las mamás y papás concurrirían a la escuela”
Las reuniones con padres, modifican la cotidianeidad escolar. Hay que diagramar tiempos y espacios; las maestras/os organizan una agenda de la reunión con la intención de planificar y anticipar posibles conflictos. Si la reunión es para entregar boletines los esfuerzos son mayores. ¿Cuáles pueden ser esos conflictos? ¿Por qué?¿Cuál la disputa?
“La maestra entrega los boletines a los papás y luego algunos se acercan para realizar preguntas o consultas; otros desean que la maestra les informe en forma oral los logros o dificultades de sus hijos, otros piden aclaraciones sobre algunos aspectos considerados “poco claros” en el boletín”.
La entrega de boletines es, tal vez, de las pocas veces que se convoca a los papás a las escuelas primarias (convocatoria que no se fundamenta en el pedido de colaboración).
Estos “encuentros” pueden hablar de “desencuentros”, cuando:
-La nota no consigue comunicar a los padres la multiplicidad de aristas asociadas al desempeño de sus hijos.
– No consiguen decodificar los signos elaborados por la cultura escolar, para la calificación de los estudiantes.
– La nota no es la esperada. (Stagno, Leandro; 2013: síntesis realizada a partir de los aportes en el foro de Prácticas I)
“La Maestra, luego de dar precisiones acerca del boletín – su cuidado, fecha de devolución con la respectiva firma del adulto responsable, el valor de documento que porta el mismo-, da por finalizada la reunión”
El boletín es significado por la cultura escolar como documento público del (probable) desempeño de los estudiantes, por eso requiere ciertos cuidados. Durante el año escolar, los boletines deben permanecer bajo la custodia de los responsables administrativos de las escuelas, los padres lo llevan a sus hogares para la firma, luego deben ser devueltos en el mismo estado en que fueron entregados.
Los boletines deben ser firmados por “padre-madre o adulto responsable”. ¿Cuál es el sentido de la firma del boletín?
Por último, otra de las reflexiones que me atraviesan – y seguramente serán desarrolladas en próximos escritos- es ¿cuál es el sentido del boletín para los estudiantes? Y ¿Para los padres, ya en sus hogares?.