Parte I. Discusiones sobre la enseñanza de la democracia en la escuela


Propongo imaginar una clase de historia o de ciencias sociales donde el tema del día sea la democracia. El maestro o el profesor comienzan preguntando a los alumnos si conocen la palabra democracia. Algunos responderán que sí; otros que no pero seguro esos primeros minutos terminarán con el profesor o el maestro sistematizando en el pizarrón lo siguiente: demo – pueblo / cracia (kratos) – gobierno;  “democracia, chicos, significa el gobierno del pueblo”.

Los niños y/o jóvenes anotarán en sus cuadernos el sentido etimológico de la palabra y seguramente la clase continúe enfatizando la importancia de la participación del pueblo en el ejercicio de la soberanía. Nuestra clase continuará haciendo referencia a la importancia de vivir en democracia: bajo esta forma de gobierno, el pueblo elige y vive libremente.

Sin embargo, en la actualidad el pueblo no gobierna sino a través de sus representantes, como afirma la Constitución. Entonces, podríamos seguir imaginando esta clase con la comparación entre la democracia de la antigua Atenas y la democracia contemporánea. En la polis griega, hacia el siglo V antes del nacimiento de Cristo, todos los ciudadanos participaban de las decisiones de la polis, se afirma en la escuela. La democracia era entonces, una democracia directa. Pero claro, el crecimiento de la población, entre muchos otros factores como las dimensiones de las ciudades, el surgimiento de la economía capitalista, complicó la participación directa de todos, entonces nuestra democracia actual es representativa.

Si nuestra clase imaginaria además está atravesada por la historia argentina, el siglo XX es testigo de la interrupción de gobiernos democráticos debido a golpes de Estado.

La democracia implica el gobierno del pueblo. Sin embargo, enseñando este aspecto solamente caeríamos en una trampa, como afirma Sartori (2003:31), “discutir sobre la palabra ignorando la cosa”. Si nos quedamos con el sentido etimológico de democracia, continúa este autor, referirnos al gobierno del pueblo alcanzaría, pero estaríamos diciendo poco sobre la democracia.

Si la enseñanza sobre la democracia, como forma posible para vivir en libertad, se reduce únicamente a la idea del derecho del pueblo a decidir quién es el gobernante, termina transformando a la democracia en un slogan vacío o, mejor dicho, en un contenido escolar, es decir, en un contenido que sólo es útil en la escuela.

¿Qué queremos que nuestros alumnos aprendan cuando enseñamos sobre democracia?

Para esta pregunta puede haber muchas respuestas seguramente, pero nos animamos a desarrollar una. La enseñanza sobre la democracia trae implícita –en lo que omite- el miedo a la dictadura. Es decir, nuestro país tiene una joven historia democrática ininterrumpida que nace recién hace 30 años. Se enseña la democracia desde la escuela poniendo el énfasis en que es “el único régimen político posible” porque en ella las libertades individuales están garantizadas y porque  los gobernantes los elige el pueblo. Y porque cuando no los elige, la historia nos demuestra que los resultados son atroces. El hincapié está puesto sólo en la posibilidad de elección. Únicamente.

Sin embargo, la democracia como régimen político es compatible con formas de organizar la vida de todos nosotros que siguen siendo desiguales. El marxismo llamaba a la democracia “democracia capitalista” y advertía cómo una forma de gobierno en la cual “el pueblo elegía a sus representantes” era compatible con el modo de producción capitalista, desigual y explotador por definición.

La democracia en la Antigua Atenas era directa, el pueblo se expresaba sin mediaciones. Ahora bien, ¿quién era “el pueblo”? Los hombres mayores de 20 años, repartidos en distritos. Ni las mujeres ni los extranjeros participaban en las decisiones de gobierno y era necesario un régimen esclavista para que un sector de la población pudiese dedicarse a la vida política (Méndez Parnes y Negri, 2006). Democracia y esclavismo iban juntos; el segundo era condición de posibilidad para el primero.

Seguimos pensando sobre el tema…

Gabriela Carnevale, Julio 2013

4 pensamientos en “Parte I. Discusiones sobre la enseñanza de la democracia en la escuela

  1. Las prácticas democráticas aplicadas en el funcionamiento de la misma escuela conforman un soporte donde los alumnos tienen la posibilidad de poner en práctica las cualidades de este sistema. Ver de cerca la posibilidad de modificar la realidad a partir de la participación es un estímulo para que los estudiantes se acerquen a las prácticas que luego podrán aplicar, como ciudadanos, en la vida política de su comunidad.

  2. ¿Qué queremos que nuestros alumnos aprendan cuando enseñamos democracia? si bien la pregunta se refiere a un tema especifico “la democracia” y se extiende a los orígenes del vocablo y su historicidad como contenido disciplinar. Su enseñanza y la reflexiones sobre sus implicancias pueden analizarse en diversos sentidos. Surge preguntarme ¿que tipo de Sujeto esperamos formar a través del proceso de escolarización? ¿Cómo los docentes se forman para la vida democrática y participan en ella? ¿Cómo y qué tipo de relación se espera generar entre escuela y sociedad?
    Los procesos sociales actuales, los cambios producidos a lo largo de las trasformaciones en la década del 90 y su manifestaciones más sentidas con la crisis del 2001, ponen en jaque procesos sociales, culturales y educativos, que deben buscar nuevos horizontes a sus prácticas tradicionales.
    En este contexto surgen nuevos actores, muchos de ellos buscan en la esfera social un espacio para legitimar su lucha, re-ubicando en la agenda política la reivindicación de sus derechos civiles, sociales y culturales. Intenta re-democratizar la democracia y es el espacio público el lugar privilegiado para lograrlo: bibliotecas populares, bachilleratos populares, manifestaciones artísticas, radios comunitarias, comedores, etc.
    La esfera social penetra la escuela y no puede negarse que afecta a todos sus integrantes: los docentes están afectados por la precariedad laboral, la formación continua entendida como mercado académico, etc. o porque son su propios alumnos (familia) los atraviesan situaciones de pobreza y vulnerabilidad.
    Democracia, ciudadanía y escuela, resulta ser inseparables. Ya sea porque es la escuela a través de sus agentes los que habilitan una ciudadanía mínima y a crítica conduciendo a un democracia restringida.
    O bien porque la escuela asume la necesidad de formar sujetos capaces de ejercer una ciudadanía colectiva, abandonando los discursos y rituales democratizadores propuestos por la escuela de la modernidad, y reconociendo que es el espacio público el lugar de lucha y disputa de los intereses de los sectores más desfavorecidos. Se arriba entonces a la noción de democracia radical. (Rigal, L. 1995)

    La democracia como contenido dentro de la escuela y de una disciplina no debe olvidar sus implicancia fundamentalmente social.

  3. Me cuestiona la pregunta ¿Qué queremos que nuestros alumnos aprendan cuando enseñamos democracia ? Porque en la enseñanza como situación de gobierno social median una serie de practicas orientadas a la conducción y constitución de la subjetividad? También retomo la pregunta sobre cual tipo de sujeto? el sujeto individualizado del pensamiento liberal O el sujeto social? que interactúa con el grupo social ara producir y transformar colectivamente sus condiciones materiales y sociales de vida.
    Gloria Garcia

  4. El contexto de represión al que estuvo sometido nuestro país y Latinoamérica en general, ha producido cambios en la forma de pensar de nuestra sociedad.
    Eso es lo que se ve reflejado en las imágenes, la lucha contra la dictadura y el nunca más, nos hizo una sociedad comprometida, una sociedad que sale de su casa, una sociedad que participa y que se hace escuchar. Una sociedad que busca y es consciente de sus derechos.
    Es en este contexto en donde la escuela juega un rol importante: la formación de ciudadanos. Es a través de la educación que se configuran en los ciudadanos los valores democráticos que orientan su conducta y definen su posición frente a realidades concretas. El reconocimiento de la dignidad humana propia y de los demás, la aceptación de la diversidad, la tolerancia, la igualdad, la honestidad, la responsabilidad, la participación, son valores de la cultura democrática producto del aprendizaje social que al entenderlos, aceptarlos y tomarlos para sí, se convierten en pautas de conducta que propician una mayor práctica y demanda de democracia. La educación es la clave en la consolidación y perfeccionamiento de la democracia.
    En una sociedad con educación y memoria es menos probable que se vuelva a repetir la historia, buscar que los alumnos sean críticos y participativos es la función primordial de la escuela de hoy.

Los comentarios están cerrados.