¡Bienvenidos al renovado Blog de Curriculum!
Queremos asomarnos a nuevos temas y enfoques sobre la actualidad educativa. Esa disposición a ver más allá, a salirse de la costumbre para pensar la escuela desde otra perspectiva, la encontramos en las pinturas de Claudio Gallina, artista plástico argentino que gentilmente nos autorizó a reproducirlas en nuestro Blog.
Desde esa clave retomamos la construcción semanal de este espacio.
En su último libro “Elecciones primarias”, Silvia Hopenhayn relata con frescura y profundidad su memoria infantil del paso por la escuela. Un recuerdo es siempre una evocación que se nos aparece entre muchas otras posibles y la autora elige volcar esos hilos de memoria a través de la escritura reflejando el mismo impulso (sin comas) con el que se asoman. Elegimos un fragmento del texto en el que se destaca la experiencia del juego y el disfrute en el mundo escolar. Para seguir pensando la escuela desde aquello que no suele ser lo más común.
Mi mejor momento era cuando jugábamos al tutti-frutti…
El tutti frutti era la abreviatura de mi felicidad bastaba que se encontrar la palabra justa la que se acomodaba exactamente a la letra.
No sobraba nada y había que escribirla de tal manera que todos la entendiesen no valía hacer un rayón o un diminutivo eran geniales esos juegos inmediatos al vuelo.
El vuelo de lo que aparece en la mente como una hoja de otoño en el momento en que se desprende del árbol.
Y también de lo que no parece por fuerzas extrañas se retacea a la mente de manera más obcecada que un olvido.
Yo entrecerraba los ojos intentando trazar en el aire la palabra que me faltaba.
Si la letra era una consonante le agregaba cada una de las vocales hasta que el resto viniera solo.
¡Un animal con P!
Pa Pe Pi Po Pu ¡Puerco!
A pesar del esfuerzo por cazar una palabra huidiza el juego no costaba nada.
Nada de nada.
Era gratuito no había nada que comprar.
Con solo arrancar una hoja del cuaderno de clase se podía empezar.
Arrancar una hoja para que empiece el juego.
¡Hasta la próxima!