Ser o No ser… Saber o No saber… ¡El boletín escolar es la cuestión!
Pensar en las emociones que encendemos con los boletines es, a mi entender, pensar en qué sujetos vamos construyendo; es pensar la identidad y la autoestima que vamos formando poco a poco, escuela y familia, con cada nota plasmada en ese papel al que le hemos adjudicado una importancia excesiva.
Pensar en las emociones, es darles el lugar que les corresponde en los procesos de enseñanza y aprendizaje, lugar que le ha sido vedado, y que debe ser reclamado para la formación integral de la que tanto hablamos.
Escena N° 1: Al pensar en los boletines escolares, inmediatamente me vienen a la mente recuerdos de mis boletines y con ellos, una oleada de sentimientos de ansiedad y temor.
La primera imagen que surge es el famoso apartado “observaciones” ya que antes de ver las notas, daba vuelta la “Libreta” como siempre la llamamos, y miraba nerviosa si los renglones estaban escritos. Aunque en los primeros cuatro años de mi educación primaria, las notas eran dieces y nueves, en el apartado “observaciones” estaba marcada con rojo “mi sentencia”, y digo mi sentencia porque para mí lo era, ya que a partir de ellas recibía serios castigos físicos y psíquicos, ya que para mi familia lo escrito en ese trozo de papel era “palabra sagrada”. En dichas observaciones se mencionaba, que a pesar de ser una niña sobresaliente en cuanto a los contenidos solicitados, era muy “charlatana” y “paseaba” por los bancos de mis compañeros al finalizar las actividades propuestas, distrayéndolos.
La espera de los boletines para mí siempre estuvo acompañada de mucha ansiedad, nervios y miedos, ya que a pesar del esmero sentía que ese papel no reflejaba quien era yo, no reflejaba mi realidad. El boletín era la certificación, el comprobante de que algo había realizado mal. Tal vez por ello y otros ingredientes del día a día escolar, no sentí que la escuela fuera mi hogar; sino un lugar sumamente estructurado de vigilancia y control.
Escena N° 2: Por otro lado, pienso en los boletines de mis hijas y debo reconocer que sigo sintiéndolos como algo ajeno, burocrático, poco objetivo. Particularmente, recuerdo la escena de la entrega de “la libreta” de una de mis hijas, el fin de año pasado. Fuimos, mi esposo y yo, al aula de 6°, y encontramos a las cuatro maestras del grado reunidas. Al vernos entrar, comentaron que justamente estaban conversando sobre nuestra hija Sofía, de lo bien que leía, analizaba y reflexionaba, de la riqueza de vocabulario al expresarse, y de su amor tan evidente por la lectura, etc. etc. Tomamos la libreta sin mirarla, e indagamos un poco más sobre su desempeño en otras áreas, nos despedimos y salimos al patio.
No puedo describir la mezcla de emociones y contradicciones, que motivó el ver un “7” en el área Lengua… ¿Un 7? ¿Será ese el concepto de excelente, de riqueza de vocabulario y amor por la lectura? ¿O será que el siete, era producto de la evaluación sobre verbos que Sofía había tenido unas semanas antes, y en la que le habían puesto justamente un 7?
Nos guste asumirlo o no, los boletines muestran números que no reflejan lo aprendido, si no, la apreciación de lo que los docentes piensan que aprendieron. La nota es una valoración exclusivamente del docente, unilateral, ¿qué tan objetiva puede ser?
Terigi se pregunta, “cuál es el efecto, en el desarrollo de los niños y adolescentes, de asistir o no a la escuela? ¿Cuál es el aporte de la escuela al desarrollo infantil y del adolescente?” (Terigi, clase 4, pp. 6)
En el caso particular de los boletines escolares, es indispensable que analicemos de forma conjunta, qué puentes con la cultura construimos con el formateo que realizamos, y si los “cauces” que estamos ofreciendo son los adecuados para su desarrollo.
¿Qué estamos formando, qué mensajes estamos dejándoles a los niños?, mensajes que serán luego, seguramente, traducidos en acciones en la sociedad. ¿Nuestro sistema de calificación fomenta el trabajo colaborativo, el trabajo en equipo, solidaridad, alegría, autoestima? ¿0 acaso promueve la competencia, la envidia, celos, miedos, angustia, desazón?
No olvidemos las palabras de Rodoff: la escuela es “canalizadora del desarrollo cognitivo” (Rodoff, 1993, pp. 75, citado en Terigi, clase 4, pp. 6- 7) y por supuesto, impacta en ese desarrollo.
En todos los niveles del sistema educativo la instancia de evaluación genera una mezcla de sensaciones y sentimientos en los estudiantes; emociones provocadas por un bagaje que le ha aportado su entorno social, tanto familiar como escolar, respecto a la evaluación, las notas y los boletines escolares. Daniel Pinkasz (2014, clase 7) menciona que la evaluación ha sido y es un formidable portador de significados, y un vehículo eficiente de comunicación entre los distintos actores de la escena escolar. Expresa también, que la evaluación ha sido parte de los dispositivos de ejercicio de la autoridad en la escuela; dispositivo mediante el cual se ordena, y sanciona el progreso del alumno, premiando o castigando su esfuerzo, a través de la acreditación.
No es de extrañar entonces, que pese a los esfuerzos que actualmente muchos docentes realizamos para que se comprenda que la evaluación debe ser una instancia más de aprendizaje y no el fin del mundo, las respuestas tanto de forma oral como sintomáticas, sigan siendo las que históricamente hemos construido.
Como bien argumenta Leandro Stagno (2014, clase 1) hay ciertos conceptos como el de niñez, que son construcciones sociales y se plasman en la sensibilidad; así también el boletín y su idea de certificación y constatación de lo aprendido, lo es. Esto significa que aunque como dice Terigi, los cambios culturales son lentos, y, aún cuando la certificación a través del boletín o libreta de calificaciones tradicional, parezca una opción incuestionable, puede deconstruirse y construirse algo nuevo, un instrumento que enriquezca y fortalezca al sujeto en desarrollo, en vez de flagelarlo.
Es más que evidente, la necesidad de que en nuestra práctica educativa, nos enfoquemos en trabajar las emociones que despertamos con estos dispositivos, como así también en la modificación de esta visión histórica de disciplinamiento, control y abuso de poder asociada a estos dispositivos de evaluación. Por supuesto de más está decir, que debe ir acompañada de un cambio radical de nuestras prácticas y de toda la comunidad educativa para ser realmente efectiva, y no quedar como un discurso vacío y contradictorio.
Ahondar en la evaluación de los aprendizajes es considerar las emociones que despierta en el evaluador y en los evaluados, interpretar los contenidos y los modos de enseñar y aprender, los valores que se ponen en juego, los criterios de inclusión y exclusión, las creencias de los docentes acerca de las capacidades de aprender.
Rebeca Anijovich
Para seguir profundizando sobre la temática:
En el siguiente enlace encontrarán una entrevista realizada a Rebeca Anijovich, donde nos habla de la evaluación y las prácticas pedagógicas. Nos cuenta que si bien podemos ver muchas experiencias innovadoras en cuanto a enseñanza se refiere, las prácticas de evaluaciones alternativas, son muy nuevas y aún no están asentadas. Al respecto Anijovich plantea que un obstáculo que se presenta con relación a las evaluaciones alternativas continúa siendo la distancia que hay entre cómo se enseña y cómo se evalúa.
Disponible en:http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4081/pr.4081.pdf
Para comprender más sobre la importancia educar las emociones: identificarlas, comprenderlas y obtener algunas estrategias para trabajarlas con los niños, les dejo aquí el siguiente link de un documento práctico e interesante: http://www.apega.org/attachments/article/767/GUIAEMOCIONES_v2-1.pdf