A la sombra de los Boletines de Calificaciones conforma una propuesta para pensar sobre dos cuestiones en torno a este “objeto – huella” de la escuela (Viñao, 2008): lo visible, aquello que se nos presenta comprensible, sin necesidad de explicaciones solidarias y; aquello que, de manera quizá invisibilizada, está latente en cada signo, en cada raya, en cada nota, en cada palabra que allí se plasman. ¿Qué relaciones son posibles de explorar entre lo que se ve y lo que queda a la sombra? En todo caso, ¿Qué se ve cuando se mira este “objeto-huella” escolar? y, ¿Qué queda a la sombra…qué hay detrás… que permanece oculto? ¿Qué trama simbólica se construye en torno a este dispositivo escolar, producción histórica de la escuela; y con cuidadoso y prudente recelo ha permanecido oculta? Quizá no visto o invisibilizado, queda a la sombra un conjunto de operaciones que se han naturalizado con un argumento apabullante: el de la claridad y el de la neutralidad, el de la objetividad y el acierto del maestro evaluador-calificador. Entre la luz y la sombra, que puede pensarse como la relación entre dos tonos, una amplia gama se habilita; donde es posible descubrir matices sobre efectos del Boletín de Calificaciones en biografías escolares: éxitos y fracasos, emociones, pensamientos, posicionamientos frente a sí y a los otros, indiferencias inconscientes o fingidas…
La película “Como estrellas en la tierra” constituye una muy buena propuesta para pensar, haciendo visible, las emociones que giran en torno a los Boletines Escolares de un niño y su familia; y el desafío de desarmar lo que allí se hace eco. Esta película arroja luz sobre los efectos que la escuela produjo en esas vidas. Invita a mirar el posicionamiento de los docentes frente al alumno que no aprende como se “espera”, las formas en que los “discursos docentes” acompañan la entrega del Boletín, las emociones del niño pero, también, la de los padres. La indiferencia de los adultos implicados en la tarea de educar frente al “anunciado” destino de fracaso del niño y, por último, la confianza de un educador que creyó en él más allá de las notas y las profecías de fracaso sentenciadas por sus colegas. Si bien la película es extensa, recomiendo ver a los 21:26 m una escena en el aula; a los 43:55 m las profesoras y la directora realizan una entrevista con los padres del alumno, donde entregan un informe o “Boletín” penoso y, a los 2:30:00 otra escena, donde los profesores de la nueva escuela entregan el informe de fin de año. Las calificaciones y apreciaciones, que esta vez marcan diferencia positiva.
Esta Libreta presenta una escena que se reitera, quizá demasiado, en los escenarios de escuelas de periferia: “la escena de la repitencia escolar”. La línea sobre el sector correspondiente a la promoción al grado siguiente habla por sí sola. Este alumno, esta biografía, vive en primera persona el fracaso escolar y de manera muy temprana… primer grado…
“Hurgo en el montón de mis viejos papeles buscando mis boletines escolares y mis diplomas, y doy con una carta conservada por mi madre. Está fechada en febrero de 1959.
Hacía tres meses que yo había cumplido los catorce años. Le escribía desde mi primer internado:
Mi querida mamá:
También yo he visto mis notas, me siento asqueado, estoy arto [sic], cuando has llegado a estudiar 2 h enteras sin parar para conseguir un 1 en una tarea de álgebraque tú crehías [sic] buena hay motivo para estar desalentado, por tanto [sic] lo e dejado [sic] todo para repasar mis exámenes y mi 4 en aplicación explica sin duda el repaso de mi examen de geología durante la claze [sic] de mates,[etc.]No soy lo bastante inteligente y trabajador para continuar mis estudios. No me interesa, me agarra dolor de cabesa [sic] al encerarme [sic] en el papeleo, no hentiendo [sic] nada de inglés, ni de álgebra, no balgo [sic] nada en ortografía, ¿qué queda pues?”
Extraído de “Mal de escuela”(2007), de Daniel Pennac
REFLEXIONES
A modo de introducción
Boletines Escolares, Libretas de Calificaciones, Informes de alumnos… conforman objetos escolares que plasman, entre otros, la cultura material de la escuela.
Siguiendo a Escolano (2010), la cultura material de la escuela puede comprenderse como el registro o catálogo de experiencias plasmados en objetos que concretizan dicha cultura.
Los Boletines Escolares contienen huellas, trazos del paso y de las vivencias en la escuela. La historia de estos “objetos-huellas”, como define Saccheto (Citado en Viñao, 2008) es un poco la historia de la escuela y de su modo de organización.
Pero la escuela, de la mano de los Boletines escolares y de las calificaciones, afectó a los alumnos mucho más de lo que las calificaciones en sí mismas podrían dar comprensión, conmovió imágenes propias y de los otros, afectó tramas vinculares escolares y familiares, devino en jerarquizador de saberes y, por sobre todo, de alumnos.
¿Qué puede verse más allá de un Boletín Escolar? ¿Qué permanece oculto, a su sombra?
De sombras y luces…
Siguiendo las escenas, se podría pensar sobre aquello que queda a la sombra de los Boletines Escolares, comprender sentires, traducir notas en clave emocional, visualizar haceres en el espacio escolar.
Conlleva el desafío de desnaturalizar vocablos que se utilizan para expresar valoraciones sobre los alumnos y que, luego, se plasman en bajas calificaciones. Cada nota conlleva su traducción. Buenas notas: buen alumno, exitoso, inteligente, capaz… O, malas notas: mal alumno, fracasado, incapaz, inmaduro, burro, zoquete…
Conlleva el desafío de desnaturalizar argumentos utilizados para justificar los fracasos de los alumnos: los que no aprenden, los que tienen bajas notas, los que reprueban…. Esto implica, siguiendo a Terigi, no perder de vista que los argumentos de la “educabilidad” de los alumnos, caracterizada por un conjunto de condiciones que deberían reunir los sujetos para poder aprovechar la experiencia educativa, han tenido consecuencias devastadoras, en especial, para las poblaciones pobres. En contraposición con esta idea la autora, tomando aportes de Baquero, propone pensar en las condiciones en que tiene lugar la escolarización, refinando los medios para educar, entendiendo que las posibilidades de los alumnos de ser educados dependen cada vez menos de sus capacidades, de sus posibilidades individuales de aprender, y más de las particularidades de la situación educativa, de las condiciones pedagógicas en que tiene lugar la escolarización, como un atributo de situación. Este atributo de situación, generalmente queda a la sombra de los Boletines Escolares.
Conlleva, además, pensar el desafío de las emociones. Las emociones de los alumnos (y de las familias) quedan a la sombra tras un –des- colorido paisaje de notas.
Sin embargo… ¿Quién puede significar esto que queda a su sombra? ¿Quién puede traducir los sentires, las emociones? ¿De uno a diez, cuánto duele un insuficiente? ¿Qué emoción despierta un dos? ¿Quién puede explicar –se- el dolor de no entender, de no poder responder a las preguntas, de quedar a la sombra de los “que saben”? ¿Cuánto dura el sentimiento de desilusión? ¿Cuánto duele una raya en la sección de promoción del Boletín de su hijo? ¿Cómo es la vida en casa después de reprobar? Tras reprobar… ¿Qué queda pues?
De otras sombras…
Podría admitirse que la escuela tiene que disponer de este “objeto-huella” para dar cuenta de los logros de los aprendizajes de los alumnos. Ha sido así y, parece, seguirá siéndolo algún tiempo más.
Las notas pasan de mano en mano, de generación en generación de expertos evaluadores…y las prácticas de aprobar o reprobar se repiten, conservando técnicas del oficio del maestro.
Como artesanos, los maestros crean vínculos en torno a las habilidades que los unen entre sí (Escolano, 2010). Una habilidad muy practicada es “calificar”.
Los docentes noveles saben antes calificar con “precisión” que alfabetizar… ¿Quizá está en los ADN cultural del oficio?
Sin embargo, igualmente a la sombra o a oscuras, los Boletines de Calificaciones son objetos de la cultura escolar que permiten narrar cuentos con finales más o menos felices -o infelices- en la historia de los alumnos.
El desafío, viene dado por el otro. El otro “alumno”, que es calificado, a veces avergonzado, humillado, desvalorizado. El desafío es “mirarlo”, ver cuánto de esa práctica calificadora, con presunción de expertez, desubjetiva.
A modo de cierre
Hasta aquí, nada novedoso. Quizá, podría decir, una sencilla e incompleta reflexión que busca un destello sobre lo que queda a las sombras del Boletín de Calificaciones: emociones, haceres y sentires en la escuela.
ARTÍCULOS
Artículo del diario on line: “La Vanguardia.com”
En este extracto del artículo, se pone de relieve cómo la escuela falló en las profecías de fracaso que realizó sobre algunos alumnos. De esta manera se instala cierta desconfianza sobre las calificaciones escolares y las prácticas que los docentes realizan al evaluar a los alumnos.
Link: http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20130208/54366495051/malos-estudiantes-grandes-genios.html
Malos estudiantes, grandes genios
Triunfar en el colegio de niños no es garantía de éxito profesional de adultos. Pero ser un mal estudiante tampoco es una condena de por vida. Más de un genio consagrado fue un auténtico desastre en la escuela. Siempre hay esperanza
Se un “asno” en el colegio no impide triunfar en la vida profesional de adultos Dan Burn-Forti
El veredicto del profesor suena inapelable. “Su rendimiento, sus resultados, son insatisfactorios. No asimila bien. Las notas donde apunta sus experimentos están rasgadas y confusas. A menudo se encuentra perdido, porque no escucha. Insiste en hacer las cosas a su manera. Me ha llegado la noticia de que quiere ser científico. En las circunstancias actuales, me parece algo ridículo. Si no puede ni siquiera aprender las bases de la biología, no tiene posibilidades de desempeñar el trabajo de un especialista. Sería una pura pérdida de tiempo no sólo para él, sino también para los que deberán enseñarle”.
El alumno en cuestión es John Gurdon. Medio siglo después de este juicio demoledor, en el 2012, a sus 64 primaveras, Gurdon se ha tomado su revancha al ganar el premio Nobel de Medicina. Sus pobres resultados en la Eton School, donde los académicos todavía se acuerdan de que sacó en una prueba una miserable puntuación de 2 sobre 50, no le impidieron llegar a lo más alto en su carrera profesional.
Genios que en el colegio fueron malos estudiantes: es más común de lo que se piensa y abarca todas las disciplinas. Por ejemplo, el profesor de Albert Einstein escribió: “Este chico no llegará nunca a ningún sitio”. Tampoco es que fuera un desastre (se ha exagerado mucho este aspecto), pero es cierto que sus maestros encontraban al joven Einstein lento y se quejaban de que reflexionaba demasiado antes de contestar a una pregunta. No conseguía aprender nada de memoria. No entendía las reglas y las órdenes. Rechazaba practicar deporte y esto lo llevó a aislarse. A los 16 años fue rechazado en una primera prueba de acceso a la Escuela Politécnica de Zurich por sus malos resultados en letras. Pese a ser excelente en matemáticas y física, era flojo en francés (se acababa de mudar a Suiza y no conocía el país), geografía y dibujo. Años después, el padre de la teoría de la relatividad dejó para la posteridad una de sus célebres frases sobre el tema: “La educación es lo que queda después de que uno ha olvidado lo que aprendió en la escuela”.
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Poema: “Boleta de calificaciones”
En este poema puede verse cómo impactan, de manera negativa, las supuestas calificaciones del hijo, a la vez que permite apreciar la dimensión que tiene este instrumento escolar en la vida de las personas.
Era miércoles, 8:00 a. m., llegué puntual a la escuela de mi hijo.
– No olviden venir a la reunión, es obligatoria- fue lo que la maestra había dicho un día antes.
¡Pues qué cree la maestra! ¿Qué cree que podemos disponer del tiempo a la hora que ella diga? Si supiera qué importante era la reunión que tenía a las 8:30 a. m. De ahí dependía un buen negocio y… ¡Tuve que cancelarla!
Ahí estábamos todos, papás y mamás, la maestra empezó puntual, agradeció nuestra presencia y empezó a hablar
No recuerdo qué dijo, mi mente estaba pensando cómo resolver lo de ese negocio, probablemente podríamos comprar un carro nuevo con el dinero que recibiría.
Juan Rodriguez… escuche a lo lejos No está el papa de Juan Rodriguez? -dijo la maestra
Si aquí estoy- conteste pensando en recibir la libreta de calificaciones de mi hijo.
Regrese a mi silla y me dispuse a verla.
-Para esto vine? Qué es esto?
La boleta estaba llena de 6 y 7, guarde las calificaciones inmediatamente, escondiéndola para que ninguna persona la viera las porquería de calificaciones de mi hijo.
De regreso a casa aumento más mi coraje, mientras pensaba… Si le doy todo! Nada le falta! Ahora si le va a ir muy mal!
Me estacione y salí del carro, entre a la casa, azote la puerta y grite:
Ven acá Juan!
Juan estaba en su cuarto y corrió a abrazarme:
_Papa
Respondí:
-Que papa ni que nada!
Lo retire de mi me quite la correa del pantalón y no cuantos golpes le di, al mismo tiempo que decía lo que pensaba de él.
Y te me vas para el cuarto!!!!!
Juan se fue llorando, su cara estaba roja y su boca temblaba.
Mi esposa no dijo nada, solo movió la cabeza negativamente.
Cuando me fui acostar ya más tranquilo, mi esposa me entrego la libreta de calificaciones de Juan que estaban dentro de mi saco y me dijo:
Léela despacio y después toma tu decisión.
Esta decía así:
LIBRETA DE CALIFICACIONES “PARA EL PAPA”
Tiempo que le dedicas a tu hijo
Calificación
En conversar con él a la hora de dormir: 6
En jugar con el: 6
En ayudarlo hacer la tarea: 6
En salir de paseo con la familia: 7
En abrazarlo y besarlo: 6
El me había puesto seis y sietes, yo me hubiera calificado con menos de 5
Me levante y corrí al cuarto de mi hijo, lo abrace y llore.
Quería regresar el tiempo, pero era imposible.
Juanito abrió sus ojos, aun estaban hinchados por sus lagrimas, me sonrió, me abrazo y me dijo:
TE QUIERO PAPA!
Cerró sus ojos y se durmió.