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Reflexión sobre los boletines

de Ma. Rosa Lujuy

Los niños que ingresan al sistema escolar traen consigo una variedad de conocimientos que deben ser incorporarlos al proceso educativo, y con lo que nos permitiría a los profesores incluir estos conocimientos para ayudarnos a no establecer determinaciones tan definidas en relación de los perfiles que se vislumbran con los reportes escolares[1].

Incorporar a la cultura escolar la cultura de la infancia nos permitiría generar más posibilidades de decisiones en relación al futuro que nuestros estudiantes elijan.

En relación a lo anterior, líneas de investigación nos he permitido visualizar dinámicas y relaciones asociadas a la socialización infantil. La Sociología de la Infancia[2], ha comenzado a discutir estas formas de caracterizar la cultura infantil.

Esto ha permitido ir incorporando elementos con los cuales se ha enriquecido la práctica docente y al mismo tiempo ha generado que los profesores agreguen repertorios que van más allá de las calificaciones u las habilidades y competencias que los estudiantes pueden desarrollar en una signatura de clase para definir en lo que estos estudiantes pueden ser buenos; y con lo cual se ayuda a no determinar a las personas a través solamente de los boletines escolares.

En este sentido, una de las líneas de trabajo de la Sociología de la Infancia es sobre: El niño es un participante activo del proceso que define su identidad: junto con el adulto, participa de la constitución de su identidad social, aunque en diferentes posiciones de poder.[3]

Aun cuando, estas ideas han sido incorporadas a las prácticas educativas, seguimos ingresado a la escuela definida por una serie rituales y de códigos manifiestos y/o tácitos, que funcionarán como contextos de desempeño de cada cual: estudiante, docente, directivo, padre, entre otros. De cada rol, la institución tiene expectativas y para cada uno tiene algunas promesas. Quien quiebre las expectativas, se verá privado de las mieles de sus promesas y, de ese modo, se van configurando “buenos” y “malos” alumnos, “buenos” y malos” docentes, familias “bien” o “problemáticas”, “ausentes”, etc[4].

Por esta razón, estamos frente a un desafío que supone avanzar en la modificación de ciertas prácticas escolares del espacio escolar. Los niños viven hoy en sociedades que permiten, más que antes, que se discuta libremente y que se oponen a la autocracia. De la misma manera, su reconocimiento como sujetos autónomos y como ciudadanos imprime nuevas exigencias a las formas de construir una autoridad cultural docente.[5]


[1] Stagno, Leandro, Clase 1: Sobre las formas de pensar y vivir las infancias, pág. 9

[2] Stagno, Leandro, Clase 1: Sobre las formas de pensar y vivir las infancias, pág. 9

[3] Ibid.

[4] Siede, Isabelino, clase 3: Articulaciones, filtraciones, contrastes y aportes entre los niveles inicial y primario.

[5] Stagno, Leandro, Clase 1: Sobre las formas de pensar y vivir las infancias, pág. 9

de Ma. Rosa Lujuy

En cuanto a los boletines escolares, les comento que en Chile se llaman libretas de notas o informes de notas, los cuales se entregan (los informes) dos veces en el semestre y la libreta se entrega al final del semestre con los respectivos promedios.
Bueno la descripción que se pueden realizar de las libretas de notas, es que en ellas se entregaba un informe de personalidad en donde se expresaban en términos cualitativos evaluaciones en torno al comportamiento, responsabilidad, asistencia, entre otros.
También incluía un espacio en el cual la profesora o profesor describía los interese de cada estudiante de acuerdo a los promedios que se tenían en cada asignatura.
Por ejemplo, si uno tenía buen promedio en Historia, era buena para el área humanista.
Luego venía el espacio donde estaban las asignaturas, las notas y los promedios semestrales. Y en la parte de atrás se ponía una observación positiva sobre el trabajo realizado.

En relación a las sensaciones que como estudiantes se tenían en relación a la libreta de notas es que esta determinaba la vida futura de los alumnos, ya que se suponía que según el “área de interés” que se definía a partir del promedio de notas que se tenía en ciertas asignaturas, era lo que se tenía que potenciar y por tanto otras “áreas de interés” que se podían llegar a tener como estudiantes se dejaban de lado en función de “las potencialidades” que cada uno tenía.

Por tanto los reportes o libretas que al final de cada curso eran entregadas y nos iban forjando como personas, e se suponía, nos iban orientando en relación a lo que se creía haríamos a futuro, si seguiríamos estudios superiores o simplemente salíamos al campo laboral.

En este sentido las libretas de calificaciones eran muy importante y por tanto muy determinantes para nuestra vida futura.

“¡¡¡¡Felicitaciones!!!! Ocupaste el Cuarto lugar”: El Boletín Escolar y el éxito profesional”

Ma. Rosa Lujuy

El Interés acerca de las emociones asociadas al boletín escolar, se relaciona con el poder que estos pueden tener para definir a los estudiantes en términos futuros.

La entrega de boletines implica una determinación en relación a las capacidades, habilidades y/o conocimientos que los estudiantes tienen y desarrollan durante su etapa escolar, los profesores las identifican y establecen ideas sobre lo que un estudiante debiera realizar en su futuro.

Al mismo tiempo las calificaciones entregadas en los boletines implican el mismo ejercicio de determinar la vida de un estudiante, es decir, si un estudiante tiene buenas calificaciones logrará ser un profesional y por el contrario si tiene malas calificaciones sus opciones profesionales serán limitadas.

En este sentido, los boletines escolares, de la forma que se estructuran podrían limitar las opciones futuras de las personas en la medida en que los únicos elementos para determinar el futuro de un estudiante sea o las calificaciones o las habilidades que el profesor pueda detectar a partir de las calificaciones que un estudiante tiene en una asignatura determinada.

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