Archivo por días: 3 septiembre, 2014

A la sombra de los Boletines Escolares

INTRODUCCIÓN A LA PROPUESTA…INTERÉS POR EL TEMA

A la sombra de los Boletines de Calificaciones conforma una propuesta para pensar sobre dos cuestiones en torno a este “objeto – huella” de la escuela (Viñao, 2008): lo visible, aquello que se nos presenta comprensible, sin necesidad de explicaciones solidarias y; aquello que, de manera quizá invisibilizada, está latente en cada signo, en cada raya, en cada nota, en cada palabra que allí se plasman. ¿Qué relaciones son posibles de explorar entre lo que se ve y lo que queda a la sombra? En todo caso, ¿Qué se ve cuando se mira este “objeto-huella” escolar? y, ¿Qué queda a la sombra…qué hay detrás… que permanece oculto? ¿Qué trama simbólica se construye en torno a este dispositivo escolar, producción histórica de la escuela; y con cuidadoso y prudente recelo ha permanecido oculta? Quizá no visto o invisibilizado, queda a la sombra un conjunto de operaciones que se han naturalizado con un argumento apabullante: el de la claridad y el de la neutralidad, el de la objetividad y el acierto del maestro evaluador-calificador. Entre la luz y la sombra, que puede pensarse como la relación entre dos tonos, una amplia gama se habilita; donde es posible descubrir matices sobre efectos del Boletín de Calificaciones en biografías escolares: éxitos y fracasos, emociones, pensamientos, posicionamientos frente a sí y a los otros, indiferencias inconscientes o fingidas…

Esta imagen refleja una situación que, sin duda, ha sido reiterada en varios hogares... ¿Cómo puede ser tan fuerte el impacto de las malas notas en la vida de las personas? y, ¿en la constitución subjetiva?
Esta imagen refleja una situación que, sin duda, ha sido reiterada en varios hogares… ¿Cómo puede ser tan fuerte el impacto de las malas notas en la vida de las personas? y, ¿en la constitución subjetiva?

La película “Como estrellas en la tierra” constituye una muy buena propuesta para pensar, haciendo visible, las emociones que giran en torno a los Boletines Escolares de un niño y su familia; y el desafío de desarmar lo que allí se hace eco. Esta película arroja luz sobre los efectos que la escuela produjo en esas vidas. Invita a mirar el posicionamiento de los docentes frente al alumno que no aprende como se “espera”, las formas en que los “discursos docentes” acompañan la entrega del Boletín, las emociones del niño pero, también, la de los padres. La indiferencia de los adultos implicados en la tarea de educar frente al “anunciado” destino de fracaso del niño y, por último, la confianza de un educador que creyó en él más allá de las notas y las profecías de fracaso sentenciadas por sus colegas.  Si bien la película es extensa, recomiendo ver  a los 21:26 m una escena en el aula; a los 43:55 m las profesoras y la directora realizan una entrevista con los padres del alumno, donde entregan un informe o “Boletín” penoso y, a los 2:30:00 otra escena, donde los profesores de la nueva escuela entregan el informe de fin de año. Las calificaciones y apreciaciones, que esta vez marcan diferencia positiva.

 

ESCENAS DE EMOCIONES

Primera escena:

Libreta de Calificaciones que presenta una escena de repitencia escolar
Libreta de Calificaciones que presenta una escena de repitencia escolar

Esta Libreta presenta una escena que se reitera, quizá demasiado, en los escenarios de escuelas de periferia: “la escena de la repitencia escolar”. La línea sobre el sector correspondiente a la promoción al grado siguiente habla por sí sola. Este alumno, esta biografía, vive en primera persona el fracaso escolar y de manera muy temprana… primer grado…

Segunda escena…

 Esta escena fue extraída del libro “mal de escuela”, de Daniel Pennac. Este texto, muestra cómo ha impacto en la subjetividad del autor; quien logró desempeñarse y destarcarse en el ámbito educativo pero su historia, sus vivencias como alumno en la escuela han dejado huellas profundas de risteza, baja autoestima y sensaciones amargas…

Así expresa el autor:

“Hurgo en el montón de mis viejos papeles buscando mis boletines escolares y mis diplomas, y doy con una carta conservada por mi madre. Está fechada en febrero de 1959.

Hacía tres meses que yo había cumplido los catorce años. Le escribía desde mi primer internado:

Mi querida mamá:

También yo he visto mis notas, me siento asqueado, estoy arto [sic], cuando has llegado a estudiar 2 h enteras sin parar para conseguir un 1 en una tarea de álgebraque tú crehías [sic] buena hay motivo para estar desalentado, por tanto [sic] lo e dejado [sic] todo para repasar mis exámenes y mi 4 en aplicación explica sin duda el repaso de mi examen de geología durante la claze [sic] de mates,[etc.]No soy lo bastante inteligente y trabajador para continuar mis estudios. No me interesa, me agarra dolor de cabesa [sic] al encerarme [sic] en el papeleo, no hentiendo [sic] nada de inglés, ni de álgebra, no balgo [sic] nada en ortografía, ¿qué queda pues?”

                                                           Extraído de “Mal de escuela”(2007), de Daniel Pennac

REFLEXIONES

A modo de introducción

Boletines Escolares, Libretas de Calificaciones, Informes de alumnos… conforman objetos escolares que plasman, entre otros, la cultura material de la escuela.

Siguiendo a Escolano (2010), la cultura material de la escuela puede comprenderse como el registro o catálogo de experiencias plasmados en objetos que concretizan dicha cultura.

Los Boletines Escolares contienen huellas, trazos del paso y de las vivencias en la escuela.  La historia de estos “objetos-huellas”, como define Saccheto (Citado en Viñao, 2008) es un poco la historia de la escuela y de su modo de organización.

Pero la escuela, de la mano de los Boletines escolares y de las calificaciones, afectó a los alumnos mucho más de lo que las calificaciones en sí mismas podrían dar comprensión, conmovió imágenes propias y de los otros, afectó tramas vinculares escolares y familiares, devino en jerarquizador de saberes y, por sobre todo, de alumnos.

¿Qué puede verse más allá de un Boletín Escolar? ¿Qué permanece oculto, a su sombra?

De sombras y luces…

Siguiendo las escenas, se podría pensar sobre aquello que queda a la sombra de los Boletines Escolares, comprender sentires, traducir notas en clave emocional, visualizar haceres en el espacio escolar.

Conlleva el desafío de desnaturalizar vocablos que se utilizan para expresar valoraciones sobre los alumnos y que, luego, se plasman en bajas calificaciones. Cada nota conlleva su traducción. Buenas notas: buen alumno, exitoso, inteligente, capaz… O, malas notas: mal alumno, fracasado, incapaz, inmaduro, burro, zoquete…

Conlleva el desafío de desnaturalizar argumentos utilizados para justificar los fracasos de los alumnos: los que no aprenden, los que tienen bajas notas, los que reprueban…. Esto implica, siguiendo a Terigi, no perder de vista que los argumentos de la “educabilidad” de los alumnos, caracterizada por un conjunto de condiciones que deberían reunir los sujetos para poder aprovechar la experiencia educativa, han tenido consecuencias devastadoras, en especial, para las poblaciones pobres. En contraposición con esta idea la autora, tomando aportes de Baquero, propone pensar en las condiciones en que tiene lugar la escolarización, refinando los medios para educar, entendiendo que las posibilidades de los alumnos de ser educados dependen cada vez menos de sus capacidades, de sus posibilidades individuales de aprender, y más de las particularidades de la situación educativa, de las condiciones pedagógicas en que tiene lugar la escolarización, como un atributo de situación. Este atributo de situación, generalmente queda a la sombra de los Boletines Escolares.

Conlleva, además, pensar el desafío de las emociones. Las emociones de los alumnos (y de las familias) quedan a la sombra tras un –des- colorido paisaje de notas.

Sin embargo… ¿Quién puede significar esto que queda a su sombra? ¿Quién puede traducir los sentires, las emociones? ¿De uno a diez, cuánto duele un insuficiente? ¿Qué emoción despierta un dos? ¿Quién puede explicar –se- el dolor de no entender, de no poder responder a las preguntas, de quedar a la sombra de los “que saben”? ¿Cuánto dura el sentimiento de desilusión? ¿Cuánto duele una raya en la sección de promoción del Boletín de su hijo?  ¿Cómo es la vida en casa después de reprobar? Tras reprobar… ¿Qué queda pues?

De otras sombras…

Podría admitirse que la escuela tiene que disponer de este “objeto-huella” para dar cuenta de los logros de los aprendizajes de los alumnos. Ha sido así y, parece, seguirá siéndolo algún tiempo más.

Las notas pasan de mano en mano, de generación en generación de expertos evaluadores…y las prácticas de aprobar o reprobar se repiten, conservando técnicas del oficio del maestro.

Como artesanos, los maestros crean vínculos en torno a las habilidades que los unen entre sí (Escolano, 2010). Una habilidad muy practicada es “calificar”.

Los docentes noveles saben antes calificar con “precisión” que alfabetizar… ¿Quizá está en los ADN cultural del oficio?

Sin embargo, igualmente a la sombra o a oscuras, los Boletines de Calificaciones son objetos de la cultura escolar que permiten narrar cuentos con finales más o menos felices -o infelices- en la historia de los alumnos.

El desafío, viene dado por el otro. El otro “alumno”, que es calificado, a veces avergonzado, humillado, desvalorizado. El desafío es “mirarlo”, ver cuánto de esa práctica calificadora, con presunción de expertez, desubjetiva.

A modo de cierre

Hasta aquí, nada novedoso. Quizá, podría decir, una sencilla e incompleta reflexión que busca un destello sobre lo que queda a las sombras del Boletín de Calificaciones: emociones, haceres y sentires en la escuela.

 ARTÍCULOS

Artículo del diario on line: “La Vanguardia.com”

En este extracto del artículo, se pone de relieve cómo la escuela falló en las profecías de fracaso que realizó sobre algunos alumnos. De esta manera se instala cierta desconfianza sobre las calificaciones escolares y las prácticas que los docentes realizan al evaluar a los alumnos.

Link: http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20130208/54366495051/malos-estudiantes-grandes-genios.html

Malos estudiantes, grandes genios

Triunfar en el colegio de niños no es garantía de éxito profesional de adultos. Pero ser un mal estudiante tampoco es una condena de por vida. Más de un genio consagrado fue un auténtico desastre en la escuela. Siempre hay esperanza

Se un “asno” en el colegio no impide triunfar en la vida profesional de adultos Dan Burn-Forti

El veredicto del profesor suena inapelable. “Su rendimiento, sus resultados, son insatisfactorios. No asimila bien. Las notas donde apunta sus experimentos están rasgadas y confusas. A menudo se encuentra perdido, porque no escucha. Insiste en hacer las cosas a su manera. Me ha llegado la noticia de que quiere ser científico. En las circunstancias actuales, me parece algo ridículo. Si no puede ni siquiera aprender las bases de la biología, no tiene posibilidades de desempeñar el trabajo de un especialista. Sería una pura pérdida de tiempo no sólo para él, sino también para los que deberán enseñarle”.

El alumno en cuestión es John Gurdon. Medio siglo después de este juicio demoledor, en el 2012, a sus 64 primaveras, Gurdon se ha tomado su revancha al ganar el premio Nobel de Medicina. Sus pobres resultados en la Eton School, donde los académicos todavía se acuerdan de que sacó en una prueba una miserable puntuación de 2 sobre 50, no le impidieron llegar a lo más alto en su carrera profesional.

Genios que en el colegio fueron malos estudiantes: es más común de lo que se piensa y abarca todas las disciplinas. Por ejemplo, el profesor de Albert Einstein escribió: “Este chico no llegará nunca a ningún sitio”. Tampoco es que fuera un desastre (se ha exagerado mucho este aspecto), pero es cierto que sus maestros encontraban al joven Einstein lento y se quejaban de que reflexionaba demasiado antes de contestar a una pregunta. No conseguía aprender nada de memoria. No entendía las reglas y las órdenes. Rechazaba practicar deporte y esto lo llevó a aislarse. A los 16 años fue rechazado en una primera prueba de acceso a la Escuela Politécnica de Zurich por sus malos resultados en letras. Pese a ser excelente en matemáticas y física, era flojo en francés (se acababa de mudar a Suiza y no conocía el país), geografía y dibujo. Años después, el padre de la teoría de la relatividad dejó para la posteridad una de sus célebres frases sobre el tema: “La educación es lo que queda después de que uno ha olvidado lo que aprendió en la escuela”.

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Poema: “Boleta de calificaciones”

En este poema puede verse cómo impactan, de manera negativa, las supuestas calificaciones del hijo, a la vez que permite apreciar la dimensión que tiene este instrumento escolar en la vida de las personas.

 Era miércoles, 8:00 a. m., llegué puntual a la escuela de mi hijo.
– No olviden venir a la reunión, es obligatoria- fue lo que la maestra había dicho un día antes.

¡Pues qué cree la maestra! ¿Qué cree que podemos disponer del tiempo a la hora que ella diga? Si supiera qué importante era la reunión que tenía a las 8:30 a. m. De ahí dependía un buen negocio y… ¡Tuve que cancelarla!  

Ahí estábamos todos, papás y mamás, la maestra empezó puntual, agradeció nuestra presencia y empezó a hablar

No recuerdo qué dijo, mi mente estaba pensando cómo resolver lo de ese negocio, probablemente podríamos comprar un carro nuevo con el dinero que recibiría.
Juan Rodriguez… escuche a lo lejos No está el papa de Juan Rodriguez? -dijo la maestra

Si aquí estoy- conteste pensando en recibir la libreta de calificaciones de mi hijo.

Regrese a mi silla y me dispuse a verla.

-Para esto vine? Qué es esto?

La boleta estaba llena de 6 y 7, guarde las calificaciones inmediatamente, escondiéndola para que ninguna persona la viera las porquería de calificaciones de mi hijo.

De regreso a casa aumento más mi coraje, mientras pensaba… Si le doy todo! Nada le falta! Ahora si le va a ir muy mal!

Me estacione y salí del carro, entre a la casa, azote la puerta y grite:

Ven acá Juan!

Juan estaba en su cuarto y corrió a abrazarme:

_Papa

Respondí:

-Que papa ni que nada!

Lo retire de mi me quite la correa del pantalón y no cuantos golpes le di, al mismo tiempo que decía lo que pensaba de él.

Y te me vas para el cuarto!!!!!

Juan se fue llorando, su cara estaba roja y su boca temblaba.
Mi esposa no dijo nada, solo movió la cabeza negativamente.

Cuando me fui acostar ya más tranquilo, mi esposa me entrego la libreta de calificaciones de Juan que estaban dentro de mi saco y me dijo:

Léela despacio y después toma tu decisión.

Esta decía así:
LIBRETA DE CALIFICACIONES “PARA EL PAPA”
Tiempo que le dedicas a tu hijo
Calificación
En conversar con él a la hora de dormir: 6

En jugar con el: 6

En ayudarlo hacer la tarea: 6

En salir de paseo con la familia: 7

En abrazarlo y besarlo: 6

El me había puesto seis y sietes, yo me hubiera calificado con menos de 5
Me levante y corrí al cuarto de mi hijo, lo abrace y llore.
Quería  regresar el tiempo, pero era imposible.
Juanito abrió sus ojos, aun estaban hinchados por sus lagrimas, me sonrió, me abrazo y me dijo:
TE QUIERO PAPA!
Cerró sus ojos y se durmió.

 

http://www.lanacion.com.ar/1588936-repudian-adoctrinamiento-politico-en-boletines-escolares

Historia de una idea polémica

Las recompensas en la escuela

Inés Dussel

Desde hace mucho tiempo, los docentes buscaron modos de reconocer a sus alumnos cuando realizan un buen trabajo o se portan “correctamente”. La “aprobación y estima” de los maestros fue por muchos años para los alumnos un elemento valioso, que solía cobrar forma material en medallas, libros, estampitas o notas en los cuadernos. En la Grecia antigua, por ejemplo, se daba una corona de laureles a los atletas jóvenes que se destacaban en sus disciplinas. Esa costumbre se retomó en el Renacimiento, cuando la “corona de la virtud” se daba a los mejores alumnos como premio por su desempeño en los estudios. En la Inglaterra del 1600, se entregaban lapiceras y flechas de plata a los estudiantes destacados; sus profesores, por otra parte, también recibían un premio en monedas cada vez que sus alumnos triunfaban en disputas académicas con otros colegios o universidades.1

Con el correr de los años, la masificación de la escuela volvió más difícil entregar medallas u objetos de valor.

También surgieron posturas pedagógicas contrarias a los premios monetarios que, se afirmaba, creaban conductas especuladoras y poco independientes en los alumnos. Veamos, por ejemplo, qué se decía en la Argentina de la década de 1880:

“A efecto de asegurar el orden durante las clases y patentizar la disciplina en todos los actos del día, …cada sección de 10 alumnos tiene un capitán que se elige a votación y está encargado de pasar revista de aseo diariamente, y cada jueves, revisar los libros y cuadernos para recompensar al que los tenga en buen estado y multar al descuidado. Las recompensas y penas consisten en ganar ó perder monedas ó billetes, que se cambian cada semana por vales y estos por cédulas, cuyo canje se continúa haciendo durante el año.”(Lijó, José, “Escuela elemental de varones Nº 1 de Chacabuco”, en: Revista de Educación. Nº XXII abril de 1883, pág.369)

En cambio, un inspector opinaba que no debía usarse el dinero para incentivar las buenas conductas:

“La recompensa o el castigo deben ser únicamente de carácter moral. (…) Yo creo que tratándose de los niños que concurren a nuestras escuelas, . el premio es una necesidad basada en la justicia, teniendo por objeto la recompensa y el estímulo para continuar en las buenas obras….” (Inspector General de Escuelas Dr. Nicanor Ibarra, “Recapitulación de las Conferencias Pedagógicas del Verano”, en: Revista de Educación. Año 3. Nº XXXIV. Abril de 1884:pág.395)

En aquella época, los premios dejaron de ser monetarios y tomaron la forma de diplomas o estampitas que se les daban a los alumnos en ocasiones especiales. Una maestra encargada de dar conferencias pedagógicas opinaba en 1884 que la única recompensa aceptable era el sistema de calificaciones, y que no era necesario dar otro estímulo a los estudiantes.2Esto llevó, muchas veces, a que el sistema de calificaciones fuera usado como castigo para faltas disciplinarias y no solo señalara problemas en el estudio. También convirtió en habitual una práctica como el cuadro de honor, que daba una recompensa simbólica a algunos estudiantes y creaba jerarquías dentro de los grados, premiando muchas veces a los que venían de hogares con más preparación académica y a los que eran más obedientes.

Hoy es mucho menos común encontrarse con recompensas de este tipo. Los docentes escriben o dicen notas afectuosas y alentadoras, y las “caritas sonrientes “en los cuadernos han reemplazado las estampitas y diplomas. Sin embargo, no está de más preguntarse si los mismos sistemas clasificatorios que llevaban a recompensar a alumnos y alumnas por su carácter “obediente, prolijo y limpito”3, no siguen operando bajo formas más sutiles y cada vez más ineficaces, ya que los chicos perciben tempranamente que la sociedad no valora esas cualidades como cuestiones importantes.

Para finalizar, es claro que todos queremos que nos reconozcan cuando realizamos un buen trabajo, cuando nos esforzamos para hacer las cosas bien, o cuando afrontamos con éxito una dificultad. Esas palabras de aliento y de estímulo son muy significativas para animarse con los pasos que siguen. Lo que hay que cuidar es que ese reconocimiento no reproduzca jerarquías sociales o culturales entre los alumnos, y esté igualmente disponible para todos.

Y también es importante que ese reconocimiento tome formas consistentes con lo que buscamos transmitirles a chicas, chicos y adolescentes acerca de lo que tiene valor en nuestra sociedad. Qué conductas destacamos y alentamos, y de qué modos, es una decisión sobre la que vale la pena reflexionar.

1 Fenn, P. y Malpa, A., Rewards of Merit. Tokens of a Child´s Progress and a Teacher´s Esteeem, The Ephemera Society of America, Charlottesville, 1994.

2 “Conferencia del 23 de marzo sobre penas y recompensas escolares por la Maestra Superiora Señorita Segunda Duprat” en: Revista de Educación. Año 3. Nº XXXIV. Abril de 1884, pág. 370- 375.

3 Ginocchio,V., Alumnos obedientes, prolijos y aseados, Tesis de Maestría, Escuela de Educación. Universidad de San Andrés, 2006.

En http://www.me.gov.ar/monitor/nro8/museo.htm

El BOLETÍN ESCOLAR DESDE LA MIRADA EVALUATIVA

Mi boletín, un breve relato

Reflexionar sobre el boletín escolar  me lleva rápidamente a pensar en mi infancia, en  mi paso por la escuela primaria  y se me  presenta el recuerdo de momentos vividos de  alegría o en algunas ocasiones de tristeza o  decepción  que era para mí y para mis padres ver  todo aprobado  o desaprobado, con notas y comentarios como ” sigue así”, “responsable, buena alumna” o ” espero ver más preocupación por las tareas”.

Pienso  en  el  boletín de mis hijos, y se repite  la misma historia de evaluación, cuantitativa y cualitativa (la nota y solo unas líneas de apreciación subjetiva).

Pasaron  seis años desde el último boletín de mi hijo y para saber qué pasa hoy en la escuela, y el boletín escolar  hablo con mi sobrina  que tiene a   su hijo en  4 to. grado  y le preguntó sobre la evaluación y   expresa “espero con mucha ansiedad el boletín  y  lo que más me preocupa, a parte de  la nota  son los comentarios de la señorita…siempre me llevo alguna sorpresa , espero que no diga ” más prolijidad y atención” en este trimestre…”

El boletín en su historia sigue siendo un instrumento o herramienta que emite un valor y una apreciación acotada, prevaleciendo todavía la medición de conocimientos, priorizando el control, la verificación de resultados, seguimos estando inscriptos en una evaluación tradicional, que no da cuenta de lo aprendizajes, de los conocimientos adquiridos, de las dificultades específicas, del ritmo de cada uno de los alumnos.

Creo necesario pensar en otras formas de evaluar y  plantearnos los interrogantes de ¿para qué evaluamos?, ¿qué se evalúa? ¿Cómo se evalúa? , ¿ Quiénes evalúan?,¿ cómo se evalúa?..Situándonos  en qué la evaluación debe dar cuenta de los procesos que los alumnos llevan a cabo para la construcción del conocimiento, la comprensión y explicación de los factores que intervienen en el aprendizaje y rescato esta definición de evaluación de Connell (1997) para seguir pensando:

“Por la evaluación se pueden confirmar, ahondar o sentenciar las diferencias. Por la evaluación también se puede buscar la distribución justa de conocimiento atendiendo a la situación peculiar de cada sujeto y de este, dentro de colectivos más amplios. Lo importante es que la evaluación esté basada en principios de equidad que justifiquen prácticas honestas.”

Adjunto el  boletín de mi hijo…nada ha cambiado a pesar del tiempo transcurrido.jpg. ramiro

Reflexiones que inquietan

La escuela moderna, tal como la conocemos, a lo largo de su historia  fue construyendo  una cultura material,  como señala Viñao Antonio (2008;pág. 31) compuesta por: “A) La disposición, distribución y usos del espacio y el tiempo escolares. B)  Los enseres del aula: estufas, relojes, retratos, armarios, estanterías y, sobre todo, el mobiliario de los alumnos y del profesor y su disposición espacial en el aula…[…]…C) El material didáctico escolar o “medios de enseñanza” del profesor y de “instrucción”  del alumno. …[…]…. Y los producidos en el seno dicha institución como resultado de actividades propias de la misma (cuadernos escolares, ejercicios y trabajos de los alumnos, exámenes,….)”.

Una cuestión clave a señalar que más allá del tiempo transcurrido el boletín sigue formando parte de una serie de elementos como el cuaderno o planilla de evaluación, las libretas de notas, aunque fue y es el privilegiado: el boletín es un elemento de la cultura escolar que ha marcado y sigue marcando o dejando huellas en  nuestras trayectorias escolares. Ha constituido y sigue constituyendo un sistema de evaluación, calificación y promoción de los alumnos. Podemos observar  a lo largo del tiempo que solo ha sufrido modificaciones en torno a las materias o áreas que se evalúan y la apreciación personal y social del alumno, dando lugar a una evaluación que sólo informa cuantitativa de los logros alcanzados por los estudiantes.

El boletín escolar debe poder dar cuenta de la “honestidad” de la buena enseñanza y de la buena evaluación de los aprendizajes. (Anijovich, R; 2010) aunque este proceso es complejo, mucho más de lo que parece en las palabras.

Tal vez deberíamos pensar en cómo cambiar las miradas acerca del sentido y el valor del boletín, que es un símbolo de las categorizaciones, las escalas, las jerarquías en el aula.  Y nos preguntamos:

¿Podemos pensarnos sin esos instrumentos calificadores para poder preocuparnos por los sujetos?

¿Será posible mirar la evaluación con verdadero sentido formativo y no como clasificador?

¿Podremos cambiar las prácticas pedagógicas sin cambiar la evaluación como elemento clave?

¿Podemos pensar en espacios/modos/instrumentos diferentes a los actuales en relación a las calificaciones?

Porque si hay algo que se ha mantenido de manera casi inalterable es el boletín, con sus mensajes explícitos e implícitos que hacen que los niños terminan muchas veces convencidos de que no podrán, no accederán, no lo lograrán…

BIBLIOGRAFÍA

  • Abreu Junior, Laerthe de Moraes (2004) “O caderno de recortes sobre educação do ‘Diário Oficial do Estado de São Paulo’: indícios de cultura material na Escola Primária ‘Dr. Jorge Tibiriçá’ (1930-1947)”, Revista Brasileira de História, v. 24, nº 48, p.171-188.
  • Escolano, Agustín (2010) “La cultura material de la escuela y la educación patrimonial”, Educatio Siglo XXI, vol. 28, nº 2, pp. 43-64.
  • Pennac, D. (2008) Mal de escuela. Mondadori. Buenos Aires.
  • Perrenoud, P (2008) La evaluación de los alumnos. De la producción de la excelencia a la regulación de los aprendizajes. Entre dos lógicas. Colihue. Buenos Aires.
  • Vidal, Diana (2007) “Culturas escolares: entre la regulación y el cambio”, Propuesta Educativa, año 16, nº 28, pp. 28-37.
  • Vidal, Diana (2008) “Cultura escolar. Una herramienta teórica para explorar el pasado y el presente de la escuela en su relación con la sociedad y la cultura”, Diploma Superior en Currículum y prácticas escolares en contexto, Buenos Aires, FLACSO Virtual.
  • Viñao, Antonio (2008) “La escuela y la escolaridad como objetos históricos. Facetas y problemas de la historia de la educación”, História da Educação, vol. 12, n° 25, pp. 9-54.
  • Páginas web: http://www.me.gov.ar/monitor/nro0/pdf/monitor17.pdf

Ser o No ser… Saber o No saber… ¡El boletín escolar es la cuestión!

Pensar en las emociones que encendemos con los boletines es,  a mi entender, pensar en qué sujetos vamos construyendo; es pensar la identidad y la autoestima que vamos formando poco a poco, escuela y familia, con cada nota plasmada en ese papel al que le hemos adjudicado una importancia excesiva.

Pensar en las emociones, es darles el lugar que les corresponde en los procesos de enseñanza y aprendizaje, lugar que le ha sido vedado, y que debe ser reclamado para la formación integral de la que tanto hablamos.

Escena N° 1: Al pensar en los boletines escolares, inmediatamente me vienen a la mente recuerdos de mis boletines y con ellos, una oleada de sentimientos de ansiedad y temor.

La primera imagen que  surge es el famoso apartado “observaciones” ya que antes de ver las notas, daba vuelta la “Libreta” como siempre la llamamos, y miraba nerviosa si los renglones estaban escritos. Aunque en los primeros cuatro años de mi educación primaria, las notas eran dieces y nueves, en el apartado “observaciones” estaba marcada con rojo “mi sentencia”, y digo mi sentencia porque para mí lo era, ya que a partir de ellas recibía serios castigos físicos y psíquicos, ya que para mi familia lo escrito en ese trozo de papel era “palabra sagrada”. En dichas observaciones se mencionaba, que a pesar de ser una niña sobresaliente en cuanto a los contenidos solicitados, era muy “charlatana” y “paseaba” por los bancos de mis compañeros al finalizar las actividades propuestas, distrayéndolos.

La espera de los boletines para mí siempre estuvo acompañada de mucha ansiedad, nervios y miedos, ya que a pesar del esmero sentía que ese papel no reflejaba quien era yo, no reflejaba mi realidad. El boletín era la certificación, el comprobante de que algo había realizado mal. Tal vez por ello y otros ingredientes del día a día escolar, no sentí que la escuela fuera mi hogar; sino un lugar sumamente estructurado de vigilancia y control.

Escena N° 2: Por otro lado, pienso en los boletines de mis hijas y debo reconocer que sigo sintiéndolos como algo ajeno, burocrático, poco objetivo. Particularmente, recuerdo la escena de la entrega de “la libreta” de una de mis hijas, el fin de año pasado. Fuimos, mi esposo y yo, al aula de 6°, y encontramos a las cuatro maestras del grado reunidas. Al vernos entrar, comentaron que justamente estaban conversando sobre nuestra hija Sofía, de lo bien que leía, analizaba y reflexionaba, de la riqueza de vocabulario al expresarse, y de su amor tan evidente por la lectura, etc. etc. Tomamos la libreta sin mirarla, e indagamos un poco más sobre su desempeño en otras áreas, nos despedimos y salimos al patio.

No puedo describir la mezcla de emociones y contradicciones, que motivó el ver un “7” en el área Lengua… ¿Un 7? ¿Será ese el concepto de excelente, de riqueza de vocabulario y amor  por la lectura? ¿O será que el siete, era producto de la evaluación sobre verbos que Sofía había tenido unas semanas antes, y en la que le habían puesto justamente un 7?

Nos guste asumirlo o no, los boletines muestran números que no reflejan lo aprendido, si no, la apreciación de lo que los docentes piensan que aprendieron. La nota es una valoración exclusivamente del docente, unilateral, ¿qué tan objetiva puede ser?

boletín-castigo

Como sostiene Flavia Terigi  (2014, clase 4), la escuela primaria moderna es productora de una cierta sensibilidad hacia la infancia, y se ha convertido en un aspecto decisivo del desarrollo ontogenético por varios motivos, entre ellos porque  a través de sus sanciones de éxito y fracaso incide en la historia individual de niños y niñas. Además, como explicita, porque formatea o encauza el desarrollo infantil de un modo distinto a como éste se producía antes de la universalización de la escuela primaria.

Terigi se pregunta, “cuál es el efecto, en el desarrollo de los niños y adolescentes, de asistir o no a la escuela? ¿Cuál es el aporte de la escuela al desarrollo infantil y del adolescente?”  (Terigi, clase 4, pp. 6)

En el caso particular de los boletines escolares, es indispensable que analicemos de forma conjunta, qué puentes con la cultura construimos con el formateo que realizamos, y si los “cauces” que estamos ofreciendo son los adecuados para su desarrollo.

¿Qué estamos formando, qué mensajes estamos dejándoles a los niños?, mensajes que serán luego, seguramente, traducidos en acciones en la sociedad. ¿Nuestro sistema de calificación fomenta el trabajo colaborativo, el trabajo en equipo, solidaridad, alegría, autoestima? ¿0 acaso promueve la competencia, la envidia, celos, miedos,  angustia, desazón?

No olvidemos las palabras de Rodoff: la escuela es “canalizadora del desarrollo cognitivo” (Rodoff, 1993, pp. 75, citado en Terigi, clase 4, pp. 6- 7) y por supuesto, impacta en ese desarrollo.

En todos los niveles del sistema educativo la instancia de evaluación genera una mezcla de sensaciones y sentimientos en los estudiantes; emociones provocadas por un bagaje que le ha aportado su entorno social, tanto familiar como escolar, respecto a la evaluación, las notas y los boletines escolares. Daniel Pinkasz (2014, clase 7) menciona que la evaluación ha sido y es un formidable portador de significados, y un vehículo eficiente de comunicación entre los distintos actores de la escena escolar. Expresa también, que la evaluación ha sido parte de los dispositivos de ejercicio de la autoridad en la escuela; dispositivo mediante el cual se ordena, y sanciona el progreso del alumno, premiando o castigando su esfuerzo, a través de la acreditación.

No es de extrañar entonces, que pese a los esfuerzos que actualmente muchos docentes realizamos para que se comprenda que la evaluación debe ser una instancia más de aprendizaje y no el fin del mundo, las respuestas tanto de forma oral como sintomáticas, sigan siendo las que históricamente hemos construido.

Como bien argumenta Leandro Stagno  (2014, clase 1) hay ciertos conceptos como el de niñez, que son construcciones sociales y se plasman en la sensibilidad; así también el boletín y su idea de certificación y constatación de lo aprendido, lo es. Esto significa que aunque como dice Terigi, los cambios culturales son lentos, y,  aún cuando la certificación a través del boletín o libreta de calificaciones tradicional, parezca una opción incuestionable, puede deconstruirse y construirse algo nuevo, un instrumento que enriquezca y fortalezca al sujeto en desarrollo, en vez de flagelarlo.

Es más que evidente, la necesidad de que en nuestra práctica educativa, nos enfoquemos en trabajar las emociones que despertamos con estos dispositivos, como así también en la modificación de esta visión histórica de disciplinamiento, control y abuso de poder asociada a estos dispositivos de evaluación. Por supuesto de más está decir, que debe ir acompañada de un cambio radical de nuestras prácticas y de toda la comunidad educativa para ser realmente efectiva, y no quedar como un discurso vacío y contradictorio.

Ahondar en la evaluación de los aprendizajes es considerar las emociones que despierta en el evaluador y en los evaluados, interpretar los contenidos y los modos de enseñar y aprender, los valores que se ponen en juego, los criterios de inclusión y exclusión, las creencias de los docentes acerca de las capacidades de aprender.

Rebeca Anijovich

Para seguir  profundizando sobre la temática:

En el siguiente enlace encontrarán una entrevista realizada a Rebeca Anijovich, donde nos habla de la evaluación y las prácticas pedagógicas. Nos cuenta que si bien podemos ver muchas experiencias innovadoras en cuanto a enseñanza se refiere, las prácticas de evaluaciones alternativas, son muy nuevas y aún no están asentadas. Al respecto Anijovich plantea que un obstáculo que se presenta con relación a las evaluaciones alternativas continúa siendo la distancia que hay entre cómo se enseña y cómo se evalúa.

Disponible en:http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4081/pr.4081.pdf

Para comprender más sobre la importancia educar las emociones: identificarlas, comprenderlas y obtener algunas estrategias para trabajarlas con los niños, les dejo aquí el siguiente link de un documento práctico e interesante: http://www.apega.org/attachments/article/767/GUIAEMOCIONES_v2-1.pdf